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Ucrania rebaja las expectativas de una inminente gran contraofensiva que cambie el rumbo de la guerra

Miembros del Gobierno de Zelenski, de las Fuerzas Armadas y analistas advierten de que todavía no se dan las condiciones para el contraataque definitivo de las tropas de Kiev

Un vehículo ucranio con armamento antiaéreo, este sábado cerca de Kiev.Foto: ROMAN PILIPEY (GETTY IMAGES) | Vídeo: REUTERS/AP
Cristian Segura

Las autoridades ucranias temen que se esté vendiendo la piel del oso antes de cazarlo. El problema son las expectativas creadas en torno a la contraofensiva que las Fuerzas Armadas de Ucrania están preparando. Analistas y medios de comunicación dan por hecho que un ataque a gran escala contra las tropas rusas se producirá esta primavera, incluso de forma inminente, pero los ministros de Exteriores y Defensa ya han empezado a templar los ánimos. “Tenemos que contrarrestar de todas las formas posibles la percepción de que esta contraofensiva será la batalla decisiva de la guerra”, afirmó el miércoles el titular de Exteriores ucranio, Dmitro Kuleba, en una entrevista en el Financial Times.

Oleksii Reznikov, ministro de Defensa ucranio, hizo énfasis el 27 de marzo en la televisión estonia ERR en la presión que detecta entre la opinión pública y centros de análisis de seguridad sobre la inminencia de la contraofensiva. Reznikov señaló que es más probable que la operación comience en mayo, aunque ello depende de las condiciones climatológicas y de si disponen del suficiente armamento para llevarla a cabo. Con palabras similares se pronunció la semana pasada el presidente, Volodímir Zelenski. Primavera es la peor estación del año para el movimiento de batallones porque las intensas lluvias convierten el campo y los caminos no asfaltados en un lodazal en los que se atascan los blindados.

Reznikov también subrayó que su ejército todavía está pendiente de recibir unidades de tanques pesados Leopard y Challenger británicos, nuevas piezas de artillería y blindados de transporte de infantería comprometidos con sus aliados occidentales. Además, Estados Unidos quiere acelerar la entrega de sus tanques Abrams. En total, nueve países europeos enviarán en una primera fase 150 tanques Leopard —España se ha comprometido con 10—, según precisó a mediados de marzo el secretario de Defensa de EE UU, Lloyd Austin; Washington ha acordado el suministro de 31 Abrams y el Reino Unido, 14 Challenger 2. El ejército ucranio no revela cuántos de estos blindados ya están en el país, pero todavía son una minoría. La formación en los Challenger 2 ha finalizado, pero todavía hay unidades de tanquistas formándose en el manejo de los Leopard, la principal pieza en la ofensiva ucrania.

El envío de unos 700 vehículos blindados de infantería ha sido apalabrado entre Ucrania y su coalición de aliados, con Alemania y Estados Unidos en cabeza. La cifra se acerca a las necesidades que planteó a finales de 2022 el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania, Valeri Zaluzhni, en cuanto a recursos necesarios para liberar todos los territorios ocupados por Rusia en la presente invasión: 700 vehículos blindados de infantería y 300 tanques pesados. Se suma además un nuevo condicionante, según manifestó el 17 de marzo el portavoz de la fuerza aérea, Yuri Ihnat: Ucrania necesita recibir aviones de combate de la OTAN “para lanzar una contraofensiva exitosa, para tener el control del espacio aéreo”. Tanto Estados Unidos como las principales potencias de la UE se han negado a aportar estos aparatos por el temor a escalar la tensión con Rusia.

Junio, mes clave

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Mikola Bielieskov, uno de los expertos más destacados del Instituto Nacional para Estudios Estratégicos, organismo dependiente de la presidencia ucrania, detalló el 28 de marzo en la televisión Nastoyashcheie Vremia por qué la contraofensiva se producirá a finales de la primavera. “Una ofensiva de este tipo requiere una preparación muy seria. Hubo que esperar a enero pasado para que [los aliados] se comprometieran con Ucrania a enviar tanques, vehículos blindados y sistemas de artillería. Además, necesitamos su munición”, dijo Bielieskov, y añadió el plazo temporal que prevé: “Siendo realistas, la contraofensiva será a finales del segundo trimestre o a principios del tercero [entre junio y julio]”.

Bielieskov destacaba también como un contratiempo las condiciones del terreno en primavera y concluía que se abre “una ventana de oportunidad” entre junio y julio, el periodo previo a la incorporación de los nuevos soldados movilizados por el invasor. El presidente ruso, Vladímir Putin, firmó esta semana un decreto para el reclutamiento de 145.000 hombres que se incorporarán al ejército entre abril y julio.

La mayoría de los centros de análisis de defensa occidentales coinciden en que la ofensiva rusa iniciada en invierno ha tocado techo y los ataques, en el frente de Lugansk y Donetsk, están yendo a menos en intensidad por la falta de recursos materiales y por los miles de bajas sufridas, sobre todo en la batalla por el control de la ciudad de Bajmut. El estadounidense Instituto para el Estudio de la Guerra, uno de los centros de investigación más citados en la monitorización del conflicto en Ucrania, informó el 20 de marzo de que la ofensiva rusa ya había llegado a su máximo de intensidad, con escasos avances, y que el invasor se centraría ahora en reforzar sus posiciones defensivas.

Comparte esta opinión Luke Coffey, experto del Instituto Hudson y militar estadounidense retirado. “Creo que la ofensiva rusa empezó y pronto culminará. En ese momento veremos un cambio ruso hacia operaciones de defensa”, explica Coffey a EL PAÍS. Dara Massicot, investigadora de RAND, organización de estudios sociológicos y de seguridad de California, afirmaba en un documento del pasado febrero lo que el campo de batalla ha confirmado: “Rusia parece centrada en ofensivas limitadas”.

Coffey, como Bielieskov, está convencido de que la contraofensiva ucrania todavía queda lejos: “No creo que el contraataque ucranio empiece mientras que la situación en Bajmut no sea estable, no se seque el barro y los tanques y vehículos blindados occidentales no estén operativos con sus tripulaciones entrenadas”.

Objetivo, Melitopol

Con Rusia incapaz de acometer en primavera grandes avances, ¿qué variaciones sustanciales pueden producirse en el tablero de la guerra? Coffey no duda de que el verdadero golpe de efecto, un jaque al invasor, sería avanzar desde el frente sur, desde Zaporiyia, hasta la ciudad de Melitopol, en la costa del mar de Azov, ocupada por los rusos desde hace un año. Los servicios de inteligencia estadounidenses y británicos insisten desde el pasado enero en que la contraofensiva ucrania debe concentrarse en atacar hacia Melitopol para cortar las rutas de suministros militares enemigas que desde la provincia rusa de Rostov recorren la costa del mar de Azov hasta Crimea.

En una visita de este diario en febrero al frente de Zaporiyia, varias unidades militares ucranias aseguraban que la toma de Melitopol significaría un antes y un después en la guerra. Hombres de la 65ª Brigada Motorizada admitían que el asedio a esta ciudad —de 160.000 habitantes antes de la guerra—, además de tener que reconquistar los 80 kilómetros hasta Melitopol, sería un desafío titánico. Un éxito más asequible sería avanzar lo suficiente para poner a tiro de la artillería y de los misiles de precisión Himars —con un alcance de 80 kilómetros— todo el territorio ocupado por Rusia en la costa del mar de Azov y en la provincia de Jersón.

Bielieskov subrayaba que la contraofensiva ucrania requerirá de operaciones de distracción del enemigo, por lo que cualquier plan requiere más tiempo de preparación porque tendrá su cara b. Así sucedió en septiembre de 2022, cuando el ejército ucranio engañó al enemigo anunciando una gran ofensiva en la provincia de Jersón, en el sur del país, mientras ultimaban una operación secreta para liberar la provincia de Járkov, en el este.

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Sobre la firma

Cristian Segura
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario Avui en Berlín y posteriormente en Pekín. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.

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