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China deja atrás la crisis de la pandemia con el aumento sostenido del presupuesto en defensa

La Asamblea Popular arranca su cita anual con la intención de certificar a Xi Jinping como jefe de Estado mientras se fija un crecimiento del PIB del 5% para este año

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El presidente de China, Xi Jinping (centro), junto al primer ministro saliente, Li Keqiang (a su izquierda) y otros dirigentes de la cúpula de poder del país, durante la sesión inaugural de la Asamblea Popular Nacional, este domingo.THOMAS PETER (REUTERS)
Guillermo Abril

La crisis ocasionada por los tres años de pandemia queda atrás, el país retoma la senda de crecimiento y el Gobierno de Xi Jinping se apresta a seguir reforzando el ejército en un periodo cargado de tensiones con Estados Unidos. Sobre estos tres puntos ha gravitado el arranque este domingo en Pekín de la Asamblea Popular Nacional, el legislativo chino, un órgano con casi 3.000 diputados, pero sin apenas capacidad de fiscalizar y sometido a la tutela del Partido Comunista. El plenario del organismo certificará en los próximos días —sin resquicio de duda— al presidente Xi como jefe de Estado para un tercer mandato y renovará la cúpula de Gobierno, colocando en los puestos clave al círculo de confianza del líder con más poder desde los tiempos de Mao Zedong.

China quiere dejar claro que está de vuelta. En la jornada inaugural de la Asamblea, Pekín ha declarado “una victoria decisiva” frente a la covid-19, anunciado un crecimiento estimado del 5% del PIB para 2023. Este dato rebasa en más de dos puntos el crecimiento mundial previsto para 2023 por el Fondo Monetario Internacional. Y es muy superior al pronosticado por el organismo para Estados Unidos (un 1,4%) y para la eurozona (el 0,7%). Asentado sobre esas previsiones, Pekín aumentará en un 7,2% el presupuesto de defensa, ligeramente superior al de 2022.

El encuentro se celebra en paralelo a la Conferencia Consultiva, un órgano asesor que constituye la otra pata de lo que Pekín suele denominar “las dos sesiones”, en las que se concretarán en forma de leyes y propuestas las directrices políticas lanzadas durante el XX congreso del partido de octubre. En aquel cónclave, Xi, de 69 años, se aseguró la batuta de mando como secretario general de la organización comunista, por lo que se espera que su confirmación como presidente del país y también de la Comisión Militar Central —el máximo órgano castrense, el tercero de sus títulos— sea un mero trámite al estilo de Pekín: sin sobresaltos.

Delegados militares a su llegada a la la sesión inaugural de la Asamblea Popular Nacional, celebrada este domingo en Pekín.
Delegados militares a su llegada a la la sesión inaugural de la Asamblea Popular Nacional, celebrada este domingo en Pekín. Chen Yehua (AP)

El discurso de apertura de la Asamblea ha corrido a cargo del primer ministro saliente, Li Keqiang, que ha presentado a primera hora de la mañana el informe sobre la labor del Gobierno ante los diputados, congregados en el Gran Salón del Pueblo, en la plaza de Tiananmen de Pekín.

Ante la atenta mirada de Xi, ubicado a su espalda y flanqueado por el vértice de la pirámide del poder chino, Li ha anunciado el horizonte de crecimiento del 5% para 2023, por debajo de lo especulado por algunos analistas (lo elevaban a un posible 6%), pero notablemente por encima del 3% del 2022, uno de los peores datos en casi medio siglo y buen resumen de un año marcado por las disrupciones provocadas por la estricta política de cero covid y el abrupto final de la estrategia sanitaria decretado en diciembre.

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Li Keqiang, durante su discurso.
Li Keqiang, durante su discurso. Ju Peng (AP)

En su discurso no ha habido un atisbo de mención a ola de protestas sociales contra la férrea política antipandémica que sacudieron el país a finales de noviembre. Las manifestaciones de los folios en blanco —llamadas así por los papeles sin mensaje que muchos portaban para denunciar la censura— fueron de una magnitud y calado político desconocidos en China en los últimos años. Duraron un suspiro y enseguida Pekín respondió con un fuerte despliegue de seguridad y numerosas detenciones, pero contribuyeron a precipitar la caída de la estrategia sanitaria.

Li ha destacado el papel central de la demanda interna como motor necesario para el rebote. Tras la reapertura, la economía ya muestra signos de recuperación —como el índice de actividad manufacturera, que ha registrado en febrero el mejor dato en 11 años—, pero arrastra otros problemas de serie, como la crisis del sector inmobiliario, acentuados por los tres años de pandemia. “Pondremos la recuperación y ampliación del consumo en posición prioritaria”, ha dicho Li.

En la lectura del informe, el primer ministro ha citado la necesidad de desarrollar “las tecnologías de vanguardia”, una de las patas clave en la carrera entre Pekín y Washington por la hegemonía global. A lo largo de los próximos días se espera que se avancen medidas en línea con el “espíritu de lucha” necesario para el “periodo de turbulencia” que anunció Xi en el cónclave comunista de octubre.

Contrarrestar las sanciones de EE UU

Las propuestas buscarán la autosuficiencia tecnológica de China y contrarrestar las sanciones impuestas por Estados Unidos en sectores punteros, como el de los semiconductores, con el fin de limitar la capacidad del gigante asiático en el sector militar. “Fortaleceremos la capacidad de la industria científica y tecnológica de defensa nacional”, ha subrayado el primer ministro.

El discurso de Li, de casi una hora, ha sido correcto, pero carente de emoción. Y esa ha sido su última alocución en el cargo, cerrando así una trayectoria de 10 años al frente del Gobierno en los que ha sido considerado uno de los jefes del Ejecutivo con menor pegada que se recuerdan.

Su peso se fue aligerando a medida que Xi iba aumentando el suyo. De corte reformista, y considerado próximo a Hu Jintao —el expresidente que fue levantado de la silla y conducido fuera de la escena ante la mirada atónita del planeta en el cónclave de octubre—, Li Keqiang será sustituido estos días por el actual número dos del partido comunista, Li Qiang, persona de absoluta confianza del presidente Xi desde que ejerció como su jefe de gabinete en el Comité Provincial del partido de Zhejiang.

Xi Jinping y Li Keqiang se saludan durante la sesión inaugural de la Asamblea Popular Nacional, este domingo.
Xi Jinping y Li Keqiang se saludan durante la sesión inaugural de la Asamblea Popular Nacional, este domingo. THOMAS PETER (REUTERS)

El próximo primer ministro fue hasta el año pasado secretario del partido de Shanghái, el mismo puesto de Xi antes de ascender a la dirección de los órganos centrales del partido en Pekín. Sus últimos tiempos en la ciudad aún se recuerdan: en primavera de 2022, Li aplicó un durísimo confinamiento antipandémico de más de dos meses sobre la megaurbe financiera.

Willy Lam, profesor de la universidad china de Hong Kong, asegura que otro de los platos fuertes del cónclave de estos días será la reorganización de departamentos dentro del partido y el Gobierno. Según su previsión, la organización comunista absorberá unidades del Consejo de Estado (el Ejecutivo chino). “El principal objetivo será aumentar el poder del partido y, por lo tanto, impulsar el poder de Xi Jinping”. El analista Lam asegura que los nombramientos de los principales cargos económicos, como el de vice primer ministro (se espera que sea He Lifeng) y el de gobernador del Banco Central (suena Zhu Hexin en las quinielas), tomarán esta misma senda. “Son todo personas leales a Xi”.

Taiwán, como telón de fondo

También este domingo, el Ministerio de Hacienda ha anunciado un gasto en defensa de 1,553 billones de yuanes (unos 210.000 millones de euros) en 2023, un 7,2% más que en 2022 y siguiendo la línea ligeramente ascendente del incremento del 7,1% del 2021 y del 6,8% en 2020. La partida presupuestaria tiene como telón de fondo las crecientes tensiones en torno a Taiwán, la isla autogobernada que Pekín reclama como propia y a la que Estados Unidos ayuda militarmente, el creciente deterioro de las relaciones con Washington y la inestabilidad global desatada con la invasión de Ucrania por parte de Rusia, conflicto en el que China mantiene una calculada equidistancia escorada hacia Moscú.

China defiende que se trata de un aumento que “obedece a la necesidad de hacer frente a complejos retos de seguridad” y “de cumplir con la responsabilidad de un país importante”, aseguraba el sábado Wang Chao, portavoz de la Asamblea, en una comparecencia. “La proporción del gasto de defensa de China en el PIB”, añadió, “se ha mantenido básicamente estable durante muchos años, por debajo de la media internacional, y la tasa de crecimiento es relativamente moderada y razonable”. La modernización militar del gigante asiático, sostuvo, no supondrá una “amenaza” para ningún país, y la consideró necesaria para mantener “la estabilidad regional y la paz mundial”.

“China ha conseguido notables logros en armas y equipos de alta tecnología en los últimos años. Sin embargo, el nivel general de equipamiento de las Fuerzas Armadas sigue siendo bajo y su distribución es algo desigual”, argumenta Wang Zaibang, investigador principal del instituto Taihe, con sede en Pekín, y exvicedecano del Instituto Chino de Relaciones Internacionales Contemporáneas, un organismo vinculado al Gobierno.

En opinión de Wang Zaibang, la apuesta por la defensa tiene mucho que ver con el estado de las relaciones mundiales: “Las tensiones geopolíticas se han intensificado y el entorno de seguridad alrededor de China se ha deteriorado significativamente”. El investigador opina que Estados Unidos es el principal responsable de ese deterioro, con acusaciones que van desde una estrategia en el Pacífico destinada a “contener el desarrollo chino” al incremento de bases estadounidenses en la región o el creciente suministro de armas a Taiwán. “Ante esta situación, es imposible que China pueda salvaguardar eficazmente su soberanía, independencia e integridad territorial sin un aumento adecuado del gasto militar”.

 Sesión inaugural de la Asamblea Popular Nacional, este domingo.
Sesión inaugural de la Asamblea Popular Nacional, este domingo.XINHUA / Zhai Jianlan (EFE)

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Sobre la firma

Guillermo Abril
Es corresponsal en Pekín. Previamente ha estado destinado en Bruselas, donde ha seguido la actualidad europea, y ha escrito durante más de una década reportajes de gran formato en ‘El País Semanal’, lo que le ha llevado a viajar por numerosos países y zonas de conflicto, como Siria y Libia. Es autor, entre otros, del ensayo ‘Los irrelevantes’.

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