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La diplomacia feminista pierde en Suecia a su gran referente

El nuevo Gobierno conservador abandona un concepto pionero de política exterior abanderado por los socialdemócratas y que, pese a las críticas, impulsó la representación de las mujeres en varios países

Carlos Torralba
Varias ministras de Defensa y Exteriores, el 29 de junio en la Cumbre de la OTAN de Madrid. La sueca Ann Linde, entonces titular de Exteriores, es la cuarta desde la izquierda.
Varias ministras de Defensa y Exteriores, el 29 de junio en la Cumbre de la OTAN de Madrid. La sueca Ann Linde, entonces titular de Exteriores, es la cuarta desde la izquierda.OTAN

Suecia ha sido el gran referente del feminismo mundial durante las últimas décadas. A partir de los años ochenta, la mayoría de ayuntamientos comenzaron a aplicar la perspectiva de género a sus decisiones, desde las relativas a la limpieza de las calles con quitanieves a la gestión de las instalaciones deportivas municipales. En 2014, el país nórdico implantó una política exterior “feminista”, un patrón seguido en España, Alemania, Francia, México o Canadá, y que situaba la igualdad de género como elemento prioritario en las relaciones entre Suecia y otros países. En una de sus primeras medidas, el nuevo Gobierno sueco de derechas, que cuenta con el apoyo externo de la ultraderecha, ha enterrado el pionero concepto. “Es una absoluta traición a las mujeres y las niñas, a las suecas y a las de todo el mundo”, resume Gunilla Ekberg, presidenta del Instituto para el Feminismo y los Derechos Humanos de Estocolmo.

El ministro de Exteriores sueco, el conservador Tobias Billström, argumentó al anunciar a finales de octubre el abandono de la diplomacia feminista que esta se había convertido en una “etiqueta contraproducente” para la imagen internacional del país, pero que la igualdad de género aún es “una cuestión fundamental” para el Ejecutivo. La ministra de Igualdad, la liberal Paulina Brandberg, aseguró que mientras siga en el cargo “todas las políticas serán feministas”, pero muchas voces alertan de que los derechos de las mujeres en el mundo van a bajar unos cuantos peldaños en las prioridades de la coalición formada por conservadores, democristianos y liberales, respaldada parlamentariamente y profundamente condicionada por la extrema derecha. Human Rights Watch lamentó en un comunicado “el paso en la dirección equivocada” del país que fue “pionero en reconocer que la igualdad de género es primordial para alcanzar objetivos en política exterior”.

La diplomacia feminista de Suecia no ha estado exenta de críticas internas. Linda Schang, vicepresidenta del Lobby Europeo de Mujeres, una organización que representa a más de 2.000 asociaciones feministas europeas, comenta en una videollamada desde el país escandinavo que la decisión del nuevo Gobierno trata de complacer a gran parte de sus votantes. Schang destaca que muchas activistas suecas han tomado ciertas precauciones en los últimos años después de que destacadas feministas hayan sido amenazadas o incluso agredidas. Ekberg incide en que los sondeos indican claramente que fueron los hombres quienes otorgaron al bloque de derechas una ajustada victoria en las elecciones de septiembre.

La política exterior feminista provocó roces con algunos países de Oriente Próximo. El caso más destacado fue el de Arabia Saudí. En 2015, Margot Wallström, la ministra de Exteriores socialdemócrata que acuñó la diplomacia feminista, criticó duramente la opresión de las mujeres en el Reino del Desierto. En respuesta, Riad llamó a consultas al embajador sueco y bloqueó una comparecencia de Wallström en una cumbre de la Liga Árabe en El Cairo —a la que había sido invitada en agradecimiento por el paso que dio Suecia al convertirse en el primer miembro de la UE en reconocer a Palestina como Estado—. Unos días después, Suecia prohibió la venta de armamento a Arabia Saudí —su principal cliente— y canceló un acuerdo multimillonario que debía ejecutarse a largo plazo. El año anterior al veto, las empresas de armamento suecas exportaron al régimen saudí material valorado en más 1.200 millones de euros.

Suecia se ha proyectado desde hace lustros como un país a la vanguardia en la igualdad de género. Los distintos gobiernos socialdemócratas han cultivado esa imagen y han tratado de exportar sus leyes pioneras, como la referente a la trata y la prostitución. La legislación sueca penaliza al cliente y considera a la mujer una víctima, una posición que Estocolmo lleva promocionando desde hace más de 20 años, y que el nuevo Gobierno sostiene que mantendrá. En política exterior, las cuotas de representación femenina han sido su línea roja en muchas negociaciones durante los últimos ocho años. En el mundo solo hay 15 jefas de Gobierno, y la ONU estima que con la tendencia actual se tardaría 130 años en alcanzar la paridad en las cotas más altas de poder. La emancipación de las mujeres y los derechos reproductivos han sido otros asuntos primordiales para la diplomacia sueca. El 85% de la ayuda al desarrollo acordada bilateralmente ha tenido como objetivo el fomento de la igualdad de género en otros países.

En un documento publicado en 2021 —al que ya no se puede acceder a través de la página web del Ministerio de Exteriores sueco—, se destacaba que en los primeros siete años de diplomacia feminista se había logrado, entre otras cosas: un aumento notable del número de parlamentarias en Somalia y Moldavia; la inclusión de la perspectiva de género en los acuerdos de paz en Colombia; o la aprobación de leyes relativas a la violencia machista, la mutilación genital femenina o el matrimonio infantil en casi una veintena de países. En 2017, Suecia aprovechó su condición de miembro no permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU para impulsar una resolución relativa a la violencia contra las mujeres, y facilitó que activistas nigerianas o somalíes participaran en reuniones del Consejo.

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No existe un modo único de interpretar e implementar la diplomacia feminista. En Francia, la definición ha sido vaga y se ha traducido en pocos aspectos prácticos. En España, la Estrategia de Acción Exterior sitúa “la interseccionalidad y la diversidad” como uno de sus ejes de actuación. La primera mujer en dirigir el Ministerio de Exteriores de Alemania, la verde Annalena Baerbock, ha iniciado un proceso de consultas para concretar su línea de actuación. Chile y Colombia se han sumado recientemente y tratan de desarrollar sus modelos. Mientras que en México se acumulan las críticas. “Se perciben claras contradicciones entre la incapacidad del Gobierno mexicano de frenar la violencia contra las mujeres en su país, y su intención de proyectarse como un abanderado del feminismo”, señala desde Estocolmo por correo electrónico Kristina Birke Daniels, directora para los países nórdicos de la Fundación Friedrich Ebert. La investigadora, que trabajó una temporada en Colombia, recalca que el país sudamericano sí ha logrado “grandes avances” en los últimos años.

Más diplomáticas y embajadoras

Uno de los puntos en los que coinciden los gobiernos que adoptan la diplomacia feminista es el incremento de la cifra de mujeres en sus sedes diplomáticas. Suecia y Canadá se han convertido este año en los primeros países en alcanzar la paridad en sus embajadas, según un índice elaborado anualmente por la escuela diplomática de Emiratos Árabes Unidos. España —con poco más de una cuarta parte de sus misiones en el exterior encabezadas por mujeres— ya ha comenzado a revertir la tendencia. Y la ministra de Exteriores de Chile, Antonia Urrejola, destacó en una entrevista con este diario, durante una visita a Madrid para firmar una acuerdo de cooperación sobre política exterior feminista con el Gobierno español, que la paridad en el servicio diplomático chileno iba a ser una de sus prioridades.

Dos investigadores de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard consideran que el modelo sueco debe evolucionar. Jesse Bump y Eirliani Abdul Rahman, quienes han sido invitados por el Ministerio de Exteriores alemán a participar en la definición de su estrategia, creen que el uso del término “feminista” puede tener en ocasiones un “efecto polarizador”. En Canadá, el primer país en imitar la línea marcada por Suecia, un reciente estudio de un organismo gubernamental apunta que más de la mitad de la población considera que “las políticas feministas” apenas benefician a las mujeres y claramente perjudican a los hombres. Bump y Abdul Rahman abogan por lo que llaman “política exterior justa”, un concepto más amplio, que “incluye y requiere necesariamente del feminismo, que debe ser interseccional”.

Abdul Rahman y Bump opinan que el modelo sueco ha sido “simplista y binario”, una postura que no comparten en absoluto Ekberg y Schang, que militan en el feminismo desde los años ochenta. “Ha estado demasiado enfocado en la falsa dicotomía entre hombres y mujeres y niñas”, comenta en una videollamada Bump, que añade que en ocasiones estas políticas no han incluido a todas las mujeres, sino que “han beneficiado exclusivamente a mujeres blancas y ricas”. Abdul Rahman incide en que la diplomacia feminista “debe ser interseccional, para incluir distintas masculinidades, a las personas LGTBI, a la población indígena y a las comunidades marginadas tradicionalmente”. La investigadora Birke Daniels argumenta que la diplomacia de Estocolmo sí tuvo en cuenta estos aspectos, y que un claro ejemplo es que en los acuerdos de paz de Colombia se incluyeron referencias a las mujeres afroamericanas e indígenas.

La eurodiputada alemana Hannah Neumann lamenta que el fin de la diplomacia feminista sueca llegue en un momento en que las mujeres afganas e iraníes “necesitan más apoyo que nunca” y cuando algunos países occidentales retroceden en materia de derechos reproductivos. “Hemos perdido a nuestro referente, pero la ola de la diplomacia feminista ya es imparable”, declara por teléfono la parlamentaria de Los Verdes. Neumann rememora que se indignó cuando vio el pasado noviembre que la primera delegación comunitaria que se reuniría en Qatar con el régimen talibán de Afganistán estaría compuesta exclusivamente por hombres, y defiende que la UE debe aspirar a cubrir el vacío que deja Suecia. A pesar de que Alemania, España y Francia reman en la misma dirección, las posturas opuestas de algunos de los otros principales miembros, como Italia o Polonia, no invitan a imaginar una diplomacia europea con las políticas feministas como eje principal.

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Sobre la firma

Carlos Torralba
Es redactor de la sección de Internacional desde 2016. Se ocupa de la cobertura de los países nórdicos y bálticos y también escribe sobre asuntos de defensa. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS.

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