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La UE presiona a Teherán y Washington para cerrar ya el acuerdo nuclear de Irán

El intento de asesinato de Salman Rushdie añade dificultades en la recta final de la negociación

Reza Najafi
El viceministro de Asuntos Exteriores iraní, Reza Najafi, sale el 5 de agosto del edificio de Viena donde se celebran las negociaciones.HEINZ-PETER BADER (EFE)

La paciencia con las negociaciones para revitalizar el acuerdo nuclear con Irán hace mucho que se agotó. Pero la necesidad de combustible barato aprieta y la diplomacia europea, encargada de coordinar estas conversaciones por encargo de la ONU, presiona para revitalizar el pacto que el expresidente de EE UU Donald Trump rompió unilateralmente en 2018. La última propuesta de los negociadores comunitarios a Irán y Estados Unidos se entregó hace días, y las conclusiones tienen que llegar pronto. “Si no lo conseguimos esta semana, me temo que las negociaciones se suspenderán hasta después de las elecciones de noviembre en EE UU”, ha declarado el alto representante para la Política Exterior de la UE, Josep Borrell, a EL PAÍS. Sobre esta ronda de conversaciones, Borrell ha dejado escrito en su blog: “Si fracasa, nos enfrentamos al riesgo de una crisis nuclear”. Justo cuando se alza el mismo riesgo por otro flanco: la invasión de Ucrania por Rusia.

La propuesta final de la UE para reactivar el pacto atómico ―suscrito entre las partes en 2015, junto a China, Rusia, el Reino Unido, Francia, Alemania y la Unión― “puede ser aceptable si ofrece garantías” a las demandas clave de Teherán sobre “salvaguardas y sanciones”, según informó la agencia estatal de noticias IRNA el viernes, que citaba a un alto cargo diplomático no identificado. Pero horas después, el intento de asesinato de Salman Rushdie volvía a poner un nuevo obstáculo para cerrar con éxito unas conversaciones que se extienden desde hace 15 meses. El apuñalamiento del escritor británico de origen indio ha arrojado nuevas sombras sobre el régimen iraní, que en 1989 condenó a muerte por blasfemo al autor de Los versos satánicos. El autor del ataque, Hadi Matar, presuntamente de origen libanés, es considerado un simpatizante del partido-milicia chií Hezbolá, que gira en la órbita de Teherán.

“El brutal apuñalamiento de Salman Rushdie debería ser una llamada de atención a Occidente y la reacción de Irán refuerza los argumentos para proscribir la Guardia Revolucionaria de Irán”, se apresuró a señalar el aspirante a primer ministro británico, Rishi Sunak, un día después del atentado. El Reino Unido, uno de los firmantes del acuerdo, ha mantenido una posición reticente en esta ronda, condicionado por el relevo de Boris Johnson al frente de Downing Street, que ha llevado a Liz Truss, ministra de Exteriores y favorita en la carrera por la sucesión, a endurecer su postura.

Irán reclama ante todo una garantía de muy difícil cumplimiento: que ninguna futura Administración presidencial estadounidense pueda desvincularse del acuerdo nuclear, como hizo el republicano Trump en 2018 sobre lo firmado por su predecesor, el demócrata Barack Obama. Pero la Administración de Joe Biden, vicepresidente cuando se selló en 2015 el entendimiento entre Teherán y las grandes potencias para frenar el programa nuclear iraní, que llevó al levantamiento de sanciones reactivadas luego por Trump, ya ha hecho llegar a los mediadores que se trata de un acuerdo político y no de un tratado internacional. El actual presidente considera que la vía diplomática sigue siendo el mejor medio para impedir que Irán se dote del arma atómica.

En las últimas semanas, Teherán no ha reivindicado que la Guardia Revolucionaria Islámica salga de la lista de organizaciones terroristas extranjeras de EE UU, lo que constituía una de sus exigencias más reiteradas a la hora de aceptar un pacto. Washington ha vuelto ahora a marcar distancias en ese punto. El Departamento de Justicia acusó el miércoles a Shahram Poursafi, miembro del cuerpo de élite iraní, de intentar matar a John Bolton, que fue asesor de Seguridad Nacional de Trump.

Fuentes de las conversaciones admiten que Washington habría aceptado hacer alguna concesión en este asunto. Aunque su negociador jefe, Robert Malley, ha tratado de espantar esta idea en una entrevista reciente: “Las sanciones están muy bien definidas. El Departamento del Tesoro establece normas muy claras sobre lo que deben hacer las empresas […]. Y cualquier informe que afirme lo contrario, que diga que vamos a rebajar esas normas, que vamos a negociar esas normas, es sencillamente erróneo”.

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Tras la última ronda en Viena, el pasado miércoles, los enviados europeos, encabezados por el español Enrique Mora, remitieron una última versión a Irán y Estados Unidos. La anunció el propio Borrell en Twitter: “Lo que se puede negociar se ha negociado y ya está en un texto definitivo. Sin embargo, detrás de cada tema técnico y cada párrafo hay una decisión política que debe tomarse en las capitales. Si estas respuestas son positivas, entonces podemos firmar este acuerdo”. Eso es lo que están esperando para esta semana, aunque, como apuntan varias fuentes conocedoras de las negociaciones, no es la primera vez que se ponen plazos que no se cumplen.

Sin embargo, ahora sí que hay un elemento que puede cambiar el escenario completamente: las elecciones legislativas de Estados Unidos en noviembre. El presidente Biden está en una posición de mayor fuerza ahora tras lograr la aprobación en el Congreso de su plan estrella, la Ley de Reducción de la Inflación. Pero eso puede cambiar radicalmente a finales de año.

También en Irán puede darse un momento propicio por los beneficios, casi inmediatos, que le reportaría el levantamiento de las sanciones para volver a los mercados y poder vender su petróleo: centenares de millones de dólares al mes, apuntan fuentes negociadoras. Aunque desde Teherán se amenaza con que se podría incluir aún alguna condición a la propuesta europea: la cancelación de la investigación abierta por el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) al Gobierno iraní en torno al hallazgo de restos de uranio en varios puntos de Irán que no habían sido declarados a los inspectores de la organización que supervisa el programa nuclear.

El interés europeo, con la guerra en Ucrania en marcha, está claro. La vuelta a los mercados de Irán añadiría millones de barriles de petróleo al mercado que, sobre el papel, presionarían a la baja el precio. Venezuela e Irán son los dos países que todavía tienen margen para producir y vender más crudo, según el marco reforzado de los pactos que tienen los países productores de la OPEP, más otros como Rusia o México. La invasión de Ucrania ha disparado la cotización de los combustibles fósiles y ha tirado hacia arriba los precios, elevando la inflación a cotas no vistas en décadas en Occidente.

Además, Borrell teme que si no se llega a un acuerdo se abra una crisis nuclear: “Irán dice que la ruptura del acuerdo provocada por Estados Unidos les ha costado decenas de miles de millones de dólares. Y es verdad. Y también es verdad que en estos últimos tiempos Irán ha avanzado hacia sus objetivos nucleares y que si sigue avanzando el acuerdo dejará de tener sentido, porque se hizo para evitar que fuera una potencia nuclear. Por tanto, el tiempo corre muy deprisa”.

En Oriente Próximo, mientras tanto, Israel y los países árabes suníes aliados con EE UU, observan con preocupación los movimientos para la reactivación del acuerdo nuclear. Los jefes de la diplomacia de Israel, EE UU, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Baréin y Marruecos se reunieron en marzo para crear una “nueva arquitectura regional” de seguridad en el desierto del Negev, en el extremo sur israelí. El cónclave sirvió para sentar las bases del embrión de una OTAN regional frente a Irán y sus milicias satélites, que de hecho ya se coordina desde el Comando Central del Pentágono, en la lucha contra los drones iraníes, y en la base de la V Flota de EE UU, en el golfo Pérsico, frente a las acciones de piratería naval achacadas a embarcaciones de la Guardia Revolucionaria.

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