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El Gobierno de Israel se tambalea tras perder una votación clave sobre los asentamientos

La coalición de Bennett fracasa en el intento de prorrogar la norma que ampara un sistema de ‘apartheid’ legal en Cisjordania

El ministro de Exteriores, Yair Lapid (izquierda), y el primer ministro de Israel, Naftali Bennett, el 29 de mayo en Jerusalén.
El ministro de Exteriores, Yair Lapid (izquierda), y el primer ministro de Israel, Naftali Bennett, el 29 de mayo en Jerusalén.Gil Cohen-Magen (AP)
Juan Carlos Sanz

Un año después de su formación, el Gobierno de amplia coalición de Israel se tambalea tras haber perdido en la noche del lunes una votación parlamentaria clave sobre los asentamientos judíos en Cisjordania. El Ejecutivo está sostenido por ocho partidos que van desde la derecha ultranacionalista a la izquierda pacifista, pasando por una formación árabe islamista. Su intento de prorrogar la vigencia de la legislación “provisional” que extiende desde 1967 los derechos civiles israelíes a los cerca de 450.000 colonos asentados en territorio ocupado fracasó en la Kneset (Asamblea Legislativa) por 58 votos en contra frente a 52 a favor. Los 2,5 millones de palestinos de Cisjordania se hallan sometidos, sin embargo, a la ley marcial. Dos diputados de la mayoría se opusieron y otros cuatro de sus parlamentarios se ausentaron de la Cámara, agravando la descomposición de una coalición que parece tener los días contados.

Si el Gobierno no logra aprobar la prórroga legislativa para los asentamientos antes del 1 de julio, los israelíes que viven en Cisjordania se verán sometidos también a la legislación castrense, y si bien quedarán exentos de cumplir el servicio militar, perderán derechos como la Seguridad Social o los beneficios fiscales. El ministro de Defensa, Benny Gantz, advirtió de que “Cisjordania puede convertirse en el Salvaje Oeste”. A pesar de haberse erigido en paladín político de los colonos, el conservador partido Likud, encabezado por el ex primer ministro Benjamín Netanyahu, votó en contra junto con los ultraortodoxos y la extrema derecha con tal de torpedear la estabilidad del Gobierno del primer ministro, Naftali Bennett. En contrapartida, diputados de la izquierda y árabes que rechazan de plano la ocupación respaldaron la norma con tal de impedir el retorno de la derecha ultranacionalista y religiosa al poder.

“Netanyahu y sus amigos han abandonado a los colonos”, acusó el titular de Finanzas, Avigdor Lieberman, quien vive en un asentamiento al sureste de Belén. El ministro de Asuntos Exteriores y arquitecto de la coalición gubernamental, el centrista Yair Lapid, aseguró que el bloque de la mayoría va a retornar con fuerza “en el segundo asalto” (una nueva votación a partir de la semana que viene). “Puede tardar días, semanas o meses, pero, si no se produce un milagro, el destino del Gabinete es desintegrarse”, ha pronosticado, empero, el analista político y columnista de Yediot Ahronot Nadav Eyal.

La legislación que permite vivir a los colonos como si estuvieran en Israel, al margen del régimen de ocupación militar del que ahora se cumplen 55 años, está en la base de las acusaciones de ONG israelíes e internacionales en contra de un sistema de apartheid impuesto por Israel a los palestinos en Cisjordania. Un informe reservado de los diplomáticos de países de la UE en Palestina ya denunció en 2019 la segregación legal de los palestinos, sometidos a “discriminación sistemática” ante un doble rasero de leyes militares y civiles. “Por primera vez, el público israelí tiene ahora la oportunidad de comprender de qué habla el resto del mundo cuando se refiere al apartheid”, concluía este martes el editorial del diario Haaretz. “Esta legislación es la que ha hecho posible la expansión de los asentamientos y la existencia de dos sistemas legales en un mismo territorio”, enfatizaba el diario progresista.

Después de un inicio de mandato con éxitos como el control de la pandemia, el auge de la economía y el deshielo diplomático con países islámicos, la fragilidad de la coalición quedó patente esta primavera durante los enfrentamientos entre manifestantes palestinos y policías en Jerusalén en el mes de Ramadán. La autorización de la marcha de decenas de miles de radicales judíos por el barrio musulmán de la Ciudad Vieja puso de relieve hace poco más de una semana las disensiones internas en el Gobierno. Para evitar las desavenencias, los ocho socios de la coalición decidieron aparcar todo lo relativo a la cuestión palestina, pero la realidad de la tensión cotidiana que genera la ocupación ha acabado por salir a flote.

Netanyahu aún no suma una mayoría

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“La única razón por la que este Gobierno debilitado no cae a pesar de haber perdido la mayoría es porque Netanyahu no cuenta aún con 61 votos (la mitad más uno de los escaños) en la Kneset para derribarlo”, ha argumentado este martes Gideon Rahat, profesor de la Facultad Ciencias Políticas de la Universidad Hebrea de Jerusalén. ”Sin ese requisito no cabe una moción de censura en nuestro sistema legal”, ha advertido Rahat, uno de los principales expertos en el sistema electoral israelí, en una teleconferencia con periodistas extranjeros. El ministro de Justicia, el conservador Gideon Saar, anunció la semana pasada que si no era aprobada la prórroga de la legislación para los asentamientos antes de fin de mes, su partido —Nueva Esperanza, seis escaños— dejaría la coalición. La prensa hebrea ha asegurado que Saar, un antiguo dirigente del Likud, ha negociado con Netanyahu su reintegración en el bloque de la derecha para formar un nuevo Gabinete sin necesidad de disolver la Kneset y convocar elecciones anticipadas.

Al término de dos años de bloqueo político marcados por cuatro elecciones legislativas, la formación del llamado Gobierno del cambio puso fin hace un año a más de una década de mandatos consecutivos de Netanyahu. El rechazo a la divisiva figura del ex primer ministro fue el pegamento que galvanizó la coalición más heterogénea en los 74 años de historia del Estado de Israel. Pero la fuga durante el mes de abril de una diputada ultraconservadora dejó al Gobierno de Bennett sin la mayoría raspada de 61 escaños en la Kneset. La salida de la ortodoxa judía Idit Silman golpeó en particular a Bennett, a cuyo partido —Yamina, de orientación ultranacionalista—pertenecía esta parlamentaria.

La alianza en el poder, formada por tres fuerzas derechistas, dos centristas, dos de la izquierda y, por primera vez en Israel, una formación árabe islamista, ha quedado en situación aún más precaria tras la espantada protagonizada por la diputada árabe Ghaida Rinawie Zoabi, del partido de la izquierda pacifista Meretz. En las filas de Raam, la formación islamista que apuntala la coalición, también se produjo la ruptura de la disciplina de voto por parte del parlamentario Mazem Ghanayim. Los otros tres diputados de la formación árabe se ausentaron durante la votación para nadar y guardar la ropa: ni violar el acuerdo con sus socios políticos, ni romper con su programa electoral, que rechaza la ocupación de los territorios palestinos desde hace más de medio siglo.

La ONU achaca la violencia a la discriminación de los palestinos

La ocupación por Israel de territorios palestinos desde 1967 y la discriminación de sus habitantes son las principales causas de la tensión e inestabilidad en Tierra Santa, según las conclusiones de una investigación encargada por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU tras la última guerra en Gaza, que han sido hechas públicas este martes en Ginebra. “Las conclusiones apuntan en su inmensa mayoría hacia Israel, como un indicador de la naturaleza asimétrica del conflicto”, precisa en el informe la presidenta de la comisión, la sudafricana Navy Pillay. “Poner fin a la ocupación resulta crucial para detener el ciclo de violencia", afirma. “La ausencia de medidas adoptadas (por las autoridades israelíes) tras anteriores investigaciones, reforzada por una sensación de impunidad, prueban que Israel carece de intención de poner fin a la ocupación y la discriminación de los palestinos”, agrega Pillay, ex alta comisionada de la ONU para los derechos humanos.

Israel, que no colaboró con los investigadores, considera que el informe es “sesgado y unilateral” y está “teñido de odio”, según un comunicado del Ministerio de Asuntos Exteriores en Jerusalén. La diplomacia israelí califica los trabajos de la comisión de “pérdida de esfuerzo y dinero” de Naciones Unidas, dentro de la “caza de brujas” a la que el Consejo de Derechos Humanos somete al Estado judío. También considera que las conclusiones ignoran “el terrorismo de grupos palestinos”, el “disparo de proyectiles contra civiles israelíes” desde Gaza y “la incitación al antisemitismo” desde la Autoridad Palestina.

El contenido del informe de la comisión independiente de investigación sobre violaciones de derechos cometidas en Israel y en los territorios palestinos desde abril del año pasado será debatido la semana que viene en una sesión del Consejo de Derechos Humanos. Durante 11 días de guerra abierta entre las Fuerzas Armadas israelíes y las milicias islamistas de Gaza murieron hace un año 260 personas en la Franja palestina y otras 13 en territorio de Israel. El informe auspiciado por la ONU se hace público tras una nueva escalada de violencia desde finales de marzo, en la que se ha registrado la muerte de medio centenar de palestinos en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad israelíes y en medio de una ola de atentados en Israel que se ha cobrado 18 vidas.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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