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Los 75 ‘expertos’ que pueden ayudar a Putin a retener el poder

El presidente ruso ha formado un comité integrado por políticos, juristas, músicos y deportistas para enmendar la Constitución

El presidente ruso, Vladímir Putin, durante la visita a una exposición, ayer en San Petersburgo.
El presidente ruso, Vladímir Putin, durante la visita a una exposición, ayer en San Petersburgo.Mikhail Klimentyev (AP)
María R. Sahuquillo

Rusia ha emprendido la mayor revisión política en décadas. Y parece que será rápida. Tras anunciar una reforma constitucional y un cambio de Gobierno, sorprendiendo a una atónita sociedad rusa, el presidente Vladímir Putin desveló al equipo responsable de poner los mimbres para lo que podría garantizar su papel continuo como líder nacional de Rusia. Un grupo de diputados, abogados, figuras públicas, músicos famosos, artistas y atletas que se encargarán de redactar las enmiendas constitucionales. Setenta y cinco nombres entre los que apenas hay expertos en derecho Constitucional pero sí rostros muy conocidos en el país, como la atleta Yelena Isinbaeva, el pediatra Leonid Roshal, el general cosaco Nikolai Doluda o el actor Alexander Kalyagin.

“No solo se necesita conocimiento profesional sino también experiencia política en la vida”, dijo el presidente ruso al anunciar la composición del comité que debe dar forma a los cambios legales para que el sistema político ruso sea “más abierto”, recalco. Putin quiere aplicar un barniz de democracia a lo que muchos analistas contemplan como una estrategia para introducir en la Constitución vías para permanecer en un cargo de influencia más allá del fin de su mandato, dentro de cuatro años.

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El líder ruso quiere desterrar un sistema liderado por la presidencia —hecho a su medida—, por otro con un Parlamento más fuerte con la capacidad de elegir al Gobierno. Un escenario que da a Putin varias opciones de futuro: desde volver al papel de primer ministro (ya lo hizo entre 2008 y 2012, dejando a su fiel aliado Dmitri Medvédev custodiando el sillón presidencial) o liderar un nuevo e influyente Consejo de Estado (que ahora es un organismo consultivo, meramente simbólico) que podría dictar la política al Ejecutivo. Otra opción, apuntan los analistas, es pasar a un segundo plano como jefe del partido gobernante y controlar las cosas a través de una poderosa mayoría parlamentaria.

Con la maniobra, Putin visibiliza que no tiene intención de dejar de influir en el país, lo que en cierta forma acaba —o al menos congela— con las guerras internas por la sucesión. Tiene, además, cuatro años para dejar atada la transición. Si es que decide esperar tanto.

Porque como ha demostrado esta semana, y como resaltaban algunos analistas cercanos al Kremlin, Putin cree que para ser efectiva, la revolución debe ser rápida. El grupo de expertos —nombrado precipitadamente— ya ha tenido su primera reunión. Aunque los observadores dudan de que, con su variedad de perfiles —aunque muy desigual ya que menos de un tercio son mujeres—, vayan a tener gran capacidad de decisión y apuestan más bien porque atenderán “sugerencias” que les lleguen desde el entorno del Kremlin. El objetivo del coro es “demostrar una discusión pública amplia”, considera el analista político Yevgeni Minchenko.

Pero la realidad es que muchos perfiles del equipo, copresidido por Andrei Klishas, uno de los artífices de leyes tan polémicas como la que crea un Internet soberano para Rusia o la que designa a medios de comunicación como “agentes extranjeros”, han dejado atónitos a parte de la sociedad rusa. Como la designación de la saltadora con pértiga Isinbayeva o del actor Alexander Kalyagin, que ya habían apoyado a Putin en su campaña electoral. Aunque también hay otros miembros valorados o con cierta fama, como Leo Bokeria, uno de los cirujanos más reputados del país o la académica de las ciencias Tatyana Jabrieva.

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“El cuerpo del comité es el ejemplo más claro de la actitud y la poca consideración del presidente hacia la Constitución: de las más de 70 miembros solo 13 son juristas; y solo cinco se especializan en derecho Constitucional”, critica Alexánder Soloviov, jefe de la división moscovita del Partido de los Cambios, especialmente indignado con la inclusión del máximo responsable de los cosacos. “Estamos hablando de una formación casi paramilitar que realiza las funciones más sucias para el gobierno actual reprimiendo manifestaciones, protestas o actos en defensa de los derechos LGTB”, señala. “Pero no nos engañemos, no escribirán ningún cambio. Simplemente actuarán como payasos obedientes, fingiendo que los cambios salieron de su pluma”, opina.

Para la copresidenta del comité Jabrieva, sin embargo, la pluralidad de especialidades no tiene ninguna pega; sino al contrario. “Todos tienen su propia visión, todos representan algún tipo de sección de la sociedad, esto es muy importante para legitimar la discusión”, dijo tras la primera reunión citada por el diario Vedomosti. Sobre su capacidad de pensar en las enmiendas, otro miembro, el político comunista Yuri Afonin, que pertenece al comité de Recursos Naturales, asegura que no hay “ningún guion”. “Hay posiciones básicas identificadas con las que se debe trabajar de manera creativa”, asegura.

Putin ya les ha dado la primera pauta: “Este es un trabajo delicado. Deberíamos prestar mucha atención a cómo describimos en la Constitución el Consejo de Estado, sus prerrogativas, etc. Este es un elemento muy importante”. Una pista clave de sus deseos y expectativas.

Las enmiendas, que también plasmarán que la Constitución rusa debe prevalecer ante cualquier ley o tratado internacional (echando por tierra las sentencias y mandatos del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, por ejemplo), deben estar listas en primavera, según han comentado fuentes del grupo de trabajo. Después, se votarán; aunque no se ha aclarado cómo, en qué condiciones ni cuándo.

Ese “sufragio”, como lo llamó Putin, es una forma de involucrar a la ciudadanía en vez de dar las cosas por sentadas que muestra que el Kremlin es cada vez más consciente del malestar social. Algo que también pretende corregir con el resto de reformas y proyectos anunciados, centrados en apuntalar la economía y que han recibido un golpe de efecto con el nombramiento como primer ministro del máximo responsable del Servicio Federal de Impuestos, Mijaíl Mishustin, un tecnócrata con fama de astuto y eficaz.

Desde que Putin arrasó en su cuarto mandato (su segundo consecutivo) en 2018 con un 76,7% de los votos, la confianza en su Administración se ha erosionado. Y aunque la población culpa del estancamiento económico y de la caída en los ingresos reales fundamentalmente a otros miembros del Gobierno (como a Medvédev), la popularidad del líder ruso también se ha resentido. Su índice de aprobación cayó desde el 82% en abril de 2018 al 68%, según el centro de encuestas independiente Levada.

Un ambiente de desasosiego y cansancio que tuvo su colofón el pasado verano, cuando Rusia vivió las protestas más enérgicas desde las manifestaciones contra Putin de 2011 y 2012. “Nuestra sociedad claramente está pidiendo un cambio”, ha dicho el presidente ruso, que aseguró que las modificaciones legales “fortalecerán el papel de la sociedad civil, los partidos políticos y las regiones en la toma de decisiones clave”.

La hibernación del oso

Dmitri Medvédev ha sido fiel a Putin durante las últimas décadas. El miércoles, en un movimiento totalmente inesperado, dimitió de su cargo de primer ministro. Acto seguido, el presidente le nombraba vicejefe del Consejo de Seguridad, un puesto creado para él. Lo ocurrido con Medvédev ha dejado descolocados a muchos observadores. Aunque la lectura mayoritaria es que el presidente ruso le mantiene en la reserva hasta decidir sus pasos tras 2024, cuando acaba su presidencia. Que Putin ha ordenado a su aliado hibernar (medved significa oso en ruso) para tenerlo disponible. Mientras, le ha alejado de los focos para evitar que siga perdiendo popularidad. Solo un 38% aprobaba su gestión (cifra baja en estos escenarios post-soviéticos), debido no solo al estancamiento económico, del que muchos le hacen responsable; también por los escándalos de corrupción que le han salpicado.

“La forma en que Putin anunció el nuevo trabajo de Medvédev como vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia sugiere que ve a su protegido como el próximo presidente”, opina el director del Centro Carnegie de Moscú, Dmitri Trenin, en las redes sociales.

Lo cierto es que los cambios fueron una enorme sorpresa para los miembros del Gobierno, según los analistas cercanos. Putin y su círculo más íntimo guardaron el secreto hasta el último momento, cuando los ministros fueron convocados a una reunión sorpresa para decirles que estaban a punto de renunciar a sus trabajos.

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Sobre la firma

María R. Sahuquillo
Es jefa de la delegación de Bruselas. Antes, en Moscú, desde donde se ocupó de Rusia, Ucrania, Bielorrusia y el resto del espacio post-soviético. Sigue pendiente de la guerra en Ucrania, que ha cubierto desde el inicio. Ha desarrollado casi toda su carrera en EL PAÍS. Además de temas internacionales está especializada en igualdad y sanidad.

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