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‘La mejor banda marcial de Colombia’ cambia los bidones por tambores de verdad

Un grupo de jóvenes de una de las regiones más golpeadas por la violencia consiguen instrumentos nuevos gracias a la ayuda de las redes

Ana Marcos
La banda marcial de Magüi Payán durante la ceremonia militar en Bogotá.
La banda marcial de Magüi Payán durante la ceremonia militar en Bogotá.Ejército de Colombia

La lluvia amenazaba en Bogotá la tarde en que un grupo de niños y adolescentes afrodescendientes de la costa del Pacífico desfilaron y tocaron marchas militares delante de Iván Duque, el presidente de Colombia, el ministro de Defensa y las Fuerzas Militares. Llegaron por primera vez a la capital del país con sus instrumentos hechos de bidones, latas, madera, tapas de ollas y palos. Los únicos materiales que se pueden permitir.

Cuatro días antes, el 10 de agosto, se convirtieron en estrellas de Internet cuando el fotógrafo @SenorCaicedo publicó en su cuenta un vídeo publicado en YouTube en 2016. Las imágenes se compartieron más de 9.000 veces, suficientes para que llamaran la atención del nuevo mandatario y les invitara personalmente a la ceremonia militar.

James Fernando Tenorio, el profesor de este grupo, fue el primero que intentó viralizar el trabajo que la Fundación Jóvenes Educadores de Magüi Payán realiza en esta población de unos 25.000 habitantes. Publicó el vídeo original en YouTube en julio de 2016 con el título: La mejor banda marcial de Colombia. Quería conseguir donaciones y que sus alumnos tuvieran instrumentos profesionales, pero no obtuvo más de 17.000 visualizaciones, es decir, no tuvo la repercusión necesaria.

Desde hace más de cinco años, este joven de Magüi Payán ayuda a que los niños y niñas se olviden de su rutina de violencia a través de la cultura. Más de una treintena de ellos, de entre seis y 17 años, dedican parte de sus jornadas a ensayar marchas marciales. Aunque como ha recordado en varias entrevistas en medios colombianos, en su pueblo también hay talento futbolístico y de otras disciplinas artísticas.

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En Magüi Payán mandan los grupos armados ilegales, hace mucho tiempo que el Estado se olvidó de ellos, como el propio Tenorio recordó en el texto que acompaña su vídeo: "Somos un pueblo abandonado por el estado, pero aquí estamos presentes con la niñez recreactiva que impulsan ideas para hacer lo que mas les gusta sin importar las comodidades para hacerlo".

No importa que las calles del pueblo estén sin asfaltar, que las familias de los jóvenes no tengan dinero para instrumentos, que algunas tardes haya toque de queda impuesto por las bandas. En septiembre de 2017, 13 personas, entre ellos varios guerrilleros desmovilizados de las FARC, fueron asesinadas supuestamente por la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) cuando celebraban un cumpleaños en una zona rural del municipio. Aun así, ellos siguen ensayando.

Su empeño fue premiado el lunes, cuando se montaron en un helicóptero y, por primera vez desde las alturas, se despidieron de su pueblo, Magüi Payán, de unos 25.000 habitantes. La primera parada fue en Tumaco, capital portuaria del Pacífico. Allí, un grupo de militares les hicieron un pasillo de honor y entre aplausos les subieron al avión que esa misma tarde les llevó a Bogotá. Viajaron con sus mochilas y los precarios instrumentos que les han hecho famosos.

Después de la ceremonia, con sus chaquetas y gorras del Ejército, regresaron a sus casas convertidos en la banda marcial Hércules, el nombre de la unidad de la Fuerzas Armadas desplegada en el departamento de Nariño al que pertenece su pueblo. Al avión subieron con tambores, trompetas y platillos de verdad gracias a la donación de la W Radio. Desde el lunes Colombia volvió a situar en el mapa Magüi Payán y a sus habitantes.

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Sobre la firma

Ana Marcos
Redactora de Cultura, encargada de los temas de Arte. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Fue parte del equipo que fundó Verne. Ha sido corresponsal en Colombia y ha seguido los pasos de Unidas Podemos en la sección de Nacional. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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