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¿Cómo influyó la desinformación en las elecciones presidenciales?

Algunos estudios sugieren que no pudo ser crucial, otros expertos destacan de que Trump marcó la agenda de los grandes medios. Los demócratas recuerdan que Clinton perdió por un estrecho margen y sostienen que la operación rusa fue un factor.

Amanda Mars
Donald Trump, durante su intervención en la Conferencia de Acción Política Conservadora, este viernes en Oxon Hill.
Donald Trump, durante su intervención en la Conferencia de Acción Política Conservadora, este viernes en Oxon Hill.Evan Vucci (AP)

Facebook ha reconocido que hasta 126 millones de sus usuarios se vieron expuestos a publicaciones una compañía vinculada al Kremlin llamada Internet Research Agency durante las elecciones presidenciales, el equivalente a un tercio de la población estadounidense. Twitter ha identificado 3.814 cuentas dedicadas a esta actividad. Los servicios de espionaje de EE UU acusan directamente a Moscú de orquestar toda una estratagema que incluyó el hackeo de los correos de los demócratas, noticias falsas y propaganda para favorecer la llegada de Donald Trump al poder en detrimento de Hillary Clinton. Y el departamento de Justicia acaba de presentar las acusaciones formales sobre un operativo de presupuesto millonario que estaba ubicado en San Petersburgo y llegó a traspasar el ámbito digital para promover incluso manifestaciones proTrump en la calle.

Lo que aún se investiga en Estados Unidos es si el hoy presidente o su entorno colaboraron en algo de esto con Rusia. Y lo que tampoco se sabe es cuál fue la influencia real de esta campaña de intoxicación en el resultado electoral el 8 de noviembre de 2016. La respuesta corta es que no existe respuesta. Ningún politólogo puede descartar ni cuantificar cuánto afectó el robo y difusión de correos de los demócratas o los bulos (de venta de armas al ISIS a casos de pederastia), como tampoco se puede cuantificar el grado de beneficio de un buen anuncio, el apoyo de todo el star system, ni cuántas décimas le arañó la reapertura del caso de uso de sus servidores de correo privados cuando era secretaria de Estado, el hecho de ser una Clinton, de representar al establishment o de ser una mujer.

La contestación larga incluye otros elementos. Por una parte, dos amplios estudios que sugieren que la influencia, aunque existiera, no pudo ser crucial, ya que los más movilizados por los bulos y la propaganda eran los ya de por sí los más trumpistas. Por otra, varios expertos en medios han expuesto cómo la ola de los bulos y propaganda de la extrema derecha -no necesariamente rusa-, acabó marcando la agenda de la llamada prensa tradicional, aunque fuera con tesis opuestas, lo que determinó los temas de los que más se hablaron en campaña. Ahí residiría en gran poder de las fake news y sus derivadas. Y lo que algunos demócratas ponen de manifiesto estos días, conforme se arroja más luz sobre la operación de injerencia, es que toda la maniobra de descrédito a Clinton acabó debilitando su posición ante los problemas propios a los que se podía enfrentar como candidata. Ella ganó con amplia distancia el voto popular, pero perdió en los colegios electorales. Una diferencia de 80.000 votos electorales repartidos entre Michigan, Wisconsin y Pensilvania la hubiesen llevado a la Casa Blanca, pese a haber perdido grandes plazas como Florida y Ohio.

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Un análisis publicado en enero por académicos de Princeton, Dartmouth y Exeter combinó las respuestas de 2.525 estadounidenses en una encuesta con datos del tráfico que había registrado su ordenador durante el mes anterior y concluyó que uno de cada cuatro estadounidenses visitó alguna web de noticias falsas durante la campaña. Pero el consumo de estos bulos se concentró en un grupo muy pequeño: seis de cada 10 visitas a bulos corresponden al 10% de la gente con gustos de lectura más conservadora, es decir, con pocas dudas de voto. Los expertos ven improbable que su existencia hubiera cambiado el resultado de la elección.

Otro trabajo realizado por dos economistas, Hunt Alcott y Matthew Gentzkow, basándose en una encuesta sobre lo que los estadounidenses recordaban, destacaba que no más de un 8% de los ciudadanos que habían visto una noticia falsa se las creía, lo que también invita a pensar que difícilmente cambiaron el resultado, aunque los académicos advierten explícitamente en su informe que no tienen conclusiones al respecto.

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Ambos estudios hablan solo de bulos totalmente fabricados. Y, más que eso, lo que tuvo una influencia notable fue la agenda promovida desde medios alternativos de la derecha radical, según un informe elaborado por Ethan Zuckerman, al frente del Media Lab del Massachusetts Institute of Technology (MIT), junto a otros expertos de comunicación. “Hay gente en la extrema derecha que tiene capacidad de crear grandes audiencias con sus contenidos y, como generan esas grandes audiencias, los medios tradicionales creen que deben escribir algo al respecto”, afirma, y pone como ejemplo el bulo de que Obama nació fuera de EE UU. “Incluso aunque estés escribiendo que no hay pruebas de algo así, y que que nació en Hawai, estás participando en la conversación”, añade.

Los expertos analizaron 1,25 millones de piezas publicadas por 25.000 fuentes entre el 1 de abril de 2015 y el día de las elecciones, 8 de noviembre de 2016 usando Media Cloud, una plataforma de fuente libre para el estudio de los ecosistemas de medios desarrollado por Harvard y el MIT. Mientras la cobertura sobre Clinton estaba abrumadoramente centrada en el caso de los correos electrónicos, su fundación y Benghazi, la de Trump incluía algún escándalo pero sobre todo se basaba en su agenda.

“Lo que vimos es que Breitbart y los medios de la derecha que lideraba tuvieron una gran influencia a la hora de señalar sobre qué debía hablar la gente, en la elección de 2016 básicamente secuestraron la agenda. Al principio de la campaña la gente no estaba hablando mucho de inmigración, pero en parte por Breitbart y en parte por Trump la inmigración se convirtió en el asunto primordial”, añade Zuckerman.” “Aunque los grandes medios tradicionales eran críticos a menudo, su cobertura giraba igualmente en torno a la esfera fijada por los medios de la extrema derecha, la inmigración”, apuntan en el artículo.

Jennifer Palmieri, directora de comunicación de la campaña de Clinton, lamentaba esta semana en The New York Times que “Rusia logró debilitarla lo suficiente como para que la liquidara la carta de Comey [cuando el jefe del FBI anunciaba que reabría la investigación de los correos, que se cerró a los pocos días sin cargos]”. El congresista demócrata Brendan Boyle, de Pensilvania, resumía así su parecer: “Nunca sabremos si la operación rusa masiva fue la diferencia entre ganar o perder”, si bien, “hay algo seguro: fue un factor. Los rusos no hubiesen gastado tantos millones de dólares si no tuviera efecto alguno”. Los republicanos señalan que Trump era mejor candidato. Tan voluntarista parece atribuir a la operación la derrota final como negarle influencia alguna.

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Sobre la firma

Amanda Mars
Directora de CincoDías y subdirectora de información económica de El País. Ligada a El País desde 2006, empezó en la delegación de Barcelona y fue redactora y subjefa de la sección de Economía en Madrid, así como corresponsal en Nueva York y Washington (2015-2022). Antes, trabajó en La Gaceta de los Negocios y en la agencia Europa Press

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