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PUNTO DE OBSERVACIÓN
Columna
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Por mucho que se detesten, PSOE y PP tienen que encontrar una vía de diálogo en Europa

El PP no puede dejar que la oposición dura que promete al Gobierno comprometa su apoyo histórico a cuestiones migratorias, tan importantes en las próximas elecciones europeas

Ideas 26/11/23 WEB
Patricia Bolinches
Soledad Gallego-Díaz

“Unidos en la diversidad” es un lema comúnmente asociado a la Unión Europea. Pero también lo es de un país con una historia terrible, Indonesia, donde en 1965 murieron asesinadas entre medio millón y un millón de personas. Es decir, el lema significa poca cosa falto de contexto. La UE se enfrenta dentro de pocos meses a unas elecciones en las que tiene que decidir, precisamente, el entorno que rodeará ese lema en los próximos cinco años. En las elecciones al Parlamento Europeo (los españoles elegirán 61 de los 720 eurodiputados) se hablará quizás de nuevas tecnologías, de reformas fiscales y de políticas climáticas, pero no conviene engañarse a la vista de lo que está sucediendo en las elecciones nacionales de los últimos años. Está bastante claro que un punto fundamental será si los europeos nos creemos de verdad que la única manera de proteger nuestra buena vida es cerrar las fronteras, especialmente a inmigrantes árabes o negros, o si creemos, por el contrario, que si queremos preservar nuestro atractivo modo de vida necesitamos más población, es decir, inmigración regulada y organizada en el origen.

Quieran o no, los grandes grupos políticos del Parlamento Europeo (Partido Popular Europeo, socialdemócratas, liberales, Verdes) tendrán que explicar su posición y, por el momento, no hay buenas noticias. El camino hacia las elecciones europeas (junio 2024) no se está trazando sobre la esperanza y la confianza, sino sobre algo muy distinto, el miedo. Un miedo que fomentan grupos pequeños, pero cada vez más numerosos en toda Europa, y a los que los grandes partidos no saben cómo atajar, si no es apropiándose de parte de su mensaje. La última mala noticia es que Geert Wilders, un conocido dirigente ultraderechista y xenófobo, ha obtenido en las elecciones parlamentarias en Holanda el mejor resultado de su historia, precisamente con un mensaje sin trampa ni cartón: cerrar completamente las fronteras a los inmigrantes musulmanes e incluso expulsar a los sirios que obtuvieron asilo huyendo de la guerra.

Es curioso que los mismos que quieren cerrar las fronteras de Europa reclamen que se amplíe el número de socios a toda velocidad. Quizás piensan que la mano de obra barata que necesitan imperiosamente la van a poder obtener de Moldavia, Albania o Macedonia del Norte. ¿O quizás tengan suerte y la guerra de Ucrania dure lo bastante y puedan seguir beneficiándose de asilados de ojos claros?

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La increíblemente desproporcionada respuesta de Israel al terrible atentado terrorista de Hamás y a la toma de rehenes (con más de 16.000 víctimas palestinas, de ellas 5.000 niños, y 30.000 heridos) ha sido acogida con un aborrecible silencio en la UE, quizás aplastados por esa misma corriente de miedo. ¿Dónde han quedado discursos como la iniciativa de paz para Oriente Próximo que mantuvo en los años 2000 el entonces ministro alemán Joschka Fischer? Para el socialdemócrata Olaf Scholz no existe ni tan siquiera el derecho a manifestarse a favor de un Estado palestino.

Habrá que agradecer que dentro del pequeño círculo de voces que condenan el terrorismo de Hamás, pero denuncian la terrible e indiscriminada violencia del Gobierno israelí, figuren dos importantes voces españolas, socialistas ambas: el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (que ha viajado a Jerusalén junto con el primer ministro belga, un país con dos grandes comunidades judía y musulmana), y el alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y vicepresidente de la Comisión Europea, Josep Borrell. Pero, por muchas diferencias que existan hoy día entre el PSOE y el PP, por mucho enfado y rencor que se muestren sus líderes, lo cierto es que sería un destrozo importante para España que los dos partidos no pudieran encontrar una vía de diálogo dentro de la UE. La Unión necesita también de las voces del PP español para reforzar a sus colegas europeos más moderados, no a los más extremistas. El PP español nunca ha sido contrario a la inmigración reglada (de hecho, sus gobiernos han aprobado más regularizaciones de inmigrantes sin papeles que los socialistas), nunca ha temido a los árabes ni ha sido racista. Su actual líder, Alberto Núñez Feijóo, desarrolla una oposición brutal contra el Gobierno, pero no tiene mucho que ver con los grupos europeos más ultras, racistas y fanáticos anti-islam. Ojalá no se le olvide nunca.

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