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EN PORTADA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Por qué dedico, a mi edad, tantas horas a la historia de la filosofía?

Jürgen Habermas, el gran filósofo y sociólogo alemán, afirma que lo hace para responder a una pregunta “metateorética”: ¿Cuál puede ser hoy una adecuada comprensión de la tarea de la filosofía?

Jürgen Habermas
Jürgen Habermas tras su máquina de escribir en el despacho de su casa, en Starnberg, Alemania, en 1981.Roland Witschel ( CONTACTO )

No quisiera pasar por alto un motivo que también me ha llevado en mi vejez a esta dedicación, ociosa y sostenida durante bastante tiempo, a la historia de la filosofía. Simplemente me ha divertido recuperar la lectura de muchos textos importantes que no había leído nunca y volver a leer otros muchos que, en contextos actuales, había consumido ya tan a menudo…, pero esta vez desde la perspectiva de un catedrático de Filosofía que se ha hecho mayor y que mira hacia atrás a su propia vida, a salvo de percances en comparación con otras. Por primera vez he trabajado y “utilizado” las obras no sólo sistemáticamente, sino que, en muchos casos, las he considerado también con cierto interés biográfico por las desafiantes circunstancias vitales de sus autores. Naturalmente, esto no justifica una empresa tan atrevida, en puridad poco seria, en la que era consciente, a cada página, de no poder ya, a mi edad, tener en cuenta bibliotecas de bibliografía secundaria.

Así pues, en este renovado recorrido por la historia de la filosofía occidental, no puede tratarse, en el mejor de los casos, más que de hacer plausible una lectura con la mirada puesta, como se suele decir hoy, en una pregunta metateorética: ¿cuál puede ser hoy todavía una adecuada comprensión de la tarea de la filosofía?

Originalmente el libro tenía que titularse Contribución a la genealogía del pensamiento posmetafísico. También una historia de la filosofía, siguiendo el hilo conductor del discurso sobre fe y saber. Las dudas de la editorial con respecto a tan barroca extravagancia no me habrían importunado, pero, antes de concluir el manuscrito, me decidí por la melancólica versión abreviada del título planeado, en alusión a un famoso ensayo de Johann Gottfried Herder. Pues, tras acabar la Tercera consideración intermedia, vi con claridad que sólo iba a poder esbozar a grandes rasgos, en la línea de la tradición de Kant y Hegel, el estadio temprano del pensamiento posmetafísico en torno a la mitad del siglo XIX.

La exposición de las ramificadas cadenas argumentativas que desde entonces se han diferenciado en la tradición de Hume y Bentham, por una parte, y de Kant, Schelling y Hegel, por otra, sobre todo un renovado recorrido analítico por las discusiones desatadas entre estos dos “campos” en torno a problemas centrales, habría tenido que involucrarme a fondo en los debates de la segunda mitad del siglo XX, o sea, de mi propio tiempo biográfico. Como espectador implicado, me llamó la atención en estas controversias que, en la competencia entre planteamientos, se reflejara una y otra vez la misma diferencia de presupuestos de fondo, ya sea en las teorías de la verdad, de la racionalidad o del lenguaje, ya en la lógica y metodología de las ciencias sociales, en los abordajes éticos, o, sobre todo, en las teorías de la moral, del derecho y de la política. Una parte emprende sus análisis en las representaciones e intenciones, modos de comportamiento y disposiciones de los sujetos individuales, mientras que la otra parte, en las mismas cuestiones, toma como punto de partida sistemas de símbolos y reglas, lenguajes, prácticas, formas de vida y tradiciones intersubjetivamente compartidos para, sólo después, mediante los correspondientes tipos de discurso, investigar las necesarias condiciones subjetivas para dominar estas estructuras y adquirir las competencias respectivas. Presentar esta situación de competencia hubiera exigido al menos otro libro y mis fuerzas ya no alcanzan para ello. De todos modos, he tratado ya en otro lugar los principales argumentos que, en mi opinión, son decisivos en estas controversias de relevancia paradigmática.

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