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La punta de la lengua
Columna
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Catalán, valenciano, mallorquín, ibicenco...

Si la ley argentina declarase como idioma oficial el argentino, los argentinos seguirían hablando castellano

Carlos Mazón
El presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, durante su primer discurso como presidente el 9 de octubre, Día de la Comunitat Valenciana.Biel Aliño ( EFE )
Álex Grijelmo

Algunos dirigentes del PP mantienen desde antiguo una rara relación con la lengua catalana, cuyo nombre niegan cuando sale de las lindes de Cataluña. Frente al saber filológico, para ellos ese idioma se vuelve “mallorquín” si se habla en Mallorca o “valenciano” si se usa en Alicante.

El presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, declaró el 9 de octubre en la SER, preguntado acerca de la negativa del PP al uso parlamentario de las lenguas cooficiales: “Quien más se ha negado a que se hable el valenciano ha sido el partido socialista, que ha dicho que aquí se habla valenciano barra catalán, o que directamente es catalán. Yo tengo un estatuto que dice que aquí se habla valenciano. (…) Cada vez que se haga referencia a las lenguas cooficiales del Estado, o está el valenciano o no jugamos”. El 25 de julio de 2021, Pablo Casado, aquel día presidente del PP, afirmó durante una visita a Baleares: “No habláis catalán, habláis mallorquín, habláis menorquín, habláis ibicenco, habláis formenterés; y esta cultura no es apéndice de nadie, no sois països catalans”.

Ambas intervenciones se parecerían mucho a que los diputados de Canarias reclamaran una traducción de los debates al idioma canario; o a que alguien llegara a Hispanoamérica y dijese: “No habláis español, habláis nicaragüense, habláis mexicano, habláis peruano; y vuestra cultura no es apéndice de nadie”. Como soflamas populistas cumplen los cánones, pero sería difícil encontrar un filólogo sobrio que las secundara.

El idioma cooficial en la Comunidad Valenciana se llama “valenciano”. Ahora bien, eso no lo convierte en una lengua distinta del catalán ni hace precisa una traducción específica. Si la Constitución de Argentina estableciese que el idioma oficial es el argentino, los argentinos seguirían hablando castellano.

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El PP mantiene en esto desde hace años las posiciones gonellistas (en Baleares) y blaveristas (en la Comunidad Valenciana). El gonellismo surgió a partir de unos artículos publicados en junio de 1972 por el Diario de Mallorca y firmados con el seudónimo “Pep Gonella”. (Hasta 2017 no se confirmó la identidad real: Josep Zaforteza, senador de UCD durante la Transición y presidente de la empresa editora). Sus textos no ponían en duda que las variedades del archipiélago, una por cada isla, formaran parte del idioma catalán, pero renegaba de los barcelonismos que se colaban en el habla de los isleños catalanohablantes. Algunos de sus seguidores, en un intento de resaltar la cultura balear, han ido más allá y defienden que se trata de lenguas distintas. Por su parte, el blaverismo, de posiciones similares, surge en la Transición a partir del término blava (femenino de blau, azul), por la franja de ese color que distingue a la bandera cuatribarrada valenciana de la cuatribarrada catalana.

Sin embargo, para la filología románica no cabe duda: es el mismo idioma, con unas diferencias en el vocabulario básico de las distintas variedades que no superan el 5%; muchas de ellas, debidas a arcaísmos antiguamente compartidos. Además, la uniformidad es mayor que la de otras lenguas románicas, como ya explicó en este diario el lexicógrafo y académico José Antonio Pascual el 3 de noviembre de 2021. Incluso la Acadèmia Valenciana de la Llengua lo proclamó así en 2005, pese a las enormes presiones en contra. Una cosa son los datos y otra las emociones.

La utilización política de las lenguas constituye una de las desgracias de la humanidad. Pero los políticos no están por encima del saber. Al revés: en muchos casos, como se ve, suelen situarse por debajo.

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Sobre la firma

Álex Grijelmo
Doctor en Periodismo, y PADE (dirección de empresas) por el IESE. Estuvo vinculado a los equipos directivos de EL PAÍS y Prisa desde 1983 hasta 2022, excepto cuando presidió Efe (2004-2012), etapa en la que creó la Fundéu. Ha publicado una docena de libros sobre lenguaje y comunicación. En 2019 recibió el premio Castilla y León de Humanidades

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