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La punta de la lengua
Columna
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Cambios en las señales de tráfico

La nueva imagen con los dos escolares se podrá interpretar también como sexista

Señales de trafico
Puerto de Cerredo, un paso montañoso ubicado en la cordillera Cantábrica.Joaquin Ossorio-Castillo (Getty Images/iStockphoto)
Álex Grijelmo

La Dirección de Tráfico ha anunciado cambios para 2023 en las señales de calles y carreteras. Entre ellos, sustituirá por un jabalí el habitual ciervo o corzo de “atención, animales en libertad”; y se alterarán el tamaño y la situación de los dos escolares con sus carteras que servían para advertir “atención, niños”.

El lenguaje simbólico de esas señales, con sus dibujos y colores, permite una comunicación eficaz, fácilmente descodificable porque se trata de prototipos: modelos simples que invisibilizan algo en su representación y que a la vez lo contienen en su sentido. Por ejemplo, el sentido de la señal triangular que muestra solamente una vaca (“paso de animales domésticos”) abarca además a las ovejas y a las cabras.

Del mismo modo, la imagen de un varón o de una mujer que vemos en las respectivas puertas de baños o de vestuarios suele representarlos con brazos y piernas, pero ello no excluye a las personas mancas o cojas; y en otros casos aparecen una pipa y un tacón, lo cual no impide que entren los no fumadores o las mujeres que vistan zapatillas. En todos esos casos, además, el singular (se ve una sola figura) representa el plural (el dibujo de un peatón significa “peatones”).

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La señal de “obras” muestra el dibujo de una persona en pantalones y con una pala, lo que abarca tanto a obreros varones o mujeres como a quienes trabajen con un martillo neumático. Y el símbolo que prohíbe las emisiones acústicas recoge una bocina, pero afecta asimismo a las bubucelas y otros instrumentos de tortura. Igualmente, el cérvido representa “animales salvajes”, como zorros o lobos. Ahora se dibujará un jabalí por ser más habitual. De acuerdo, pero a su vez incluirá a los ciervos.

En cuanto a los dos escolares del triángulo, la decisión de situar a la chica delante del muchacho intenta evitar el sesgo según el cual la niña ejercía un papel dependiente del varón, porque éste va delante y ella se deja conducir, agarrada de su mano. Sin embargo, la nueva imagen se podrá interpretar también como sexista, pues muestra a la mujer en su tradicional papel de cuidadora de la prole (en este caso, de su hermano menor). Sí son inequívocamente sexistas las señales con el dibujo de una mujer y un bebé (creo que las vi en un aeropuerto) que indican dónde se pueden cambiar los pañales.

En el lenguaje común usamos asimismo expresiones prototípicas, como cuando hablamos de una “cafetería” en la que, pese a su nombre, también se venden bocadillos, además de café. De igual forma, en las señales de autopista se representa una taza para indicarnos que en la siguiente área de servicio nos pueden servir bollería industrial.

La iniciativa de Tráfico no afecta sin embargo a la palabra stop, vocablo quizás innecesario porque la señal del octógono con fondo rojo resulta lo suficientemente singular como para bastarse a sí misma. Guinea y España son las únicas naciones castellanohablantes que usan ese término en inglés, pese a que la Convención de Viena de 1968 (69 Estados firmantes) permite sustituirlo por un vocablo del idioma local. Por eso en la América hispana se lee ahí “pare” o “alto”. El tamaño de la señal permitiría incluir también nuestras equivalencias autonómicas. En Canadá se escribe unas veces arrêt, en francés; otras stop y otras veces ambas palabras. Pero aún mejor sería la alternativa que aplican algunos países de África y Asia: sobre el fondo rojo, se ve el dibujo de una mano de frente, semejante a la del guardia que manda parar.

En España no hemos llegado a nada de eso. Ante la señal de stop, se detuvieron las reformas.

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Sobre la firma

Álex Grijelmo
Doctor en Periodismo, y PADE (dirección de empresas) por el IESE. Estuvo vinculado a los equipos directivos de EL PAÍS y Prisa desde 1983 hasta 2022, excepto cuando presidió Efe (2004-2012), etapa en la que creó la Fundéu. Ha publicado una docena de libros sobre lenguaje y comunicación. En 2019 recibió el premio Castilla y León de Humanidades

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