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Mona Chollet: “Se nos dice que somos muy femeninas por salvar al hombre violento, infeliz. Es una trampa”

La exitosa ensayista francosuiza dice que es posible ser feminista y aficionada a las comedias románticas. Cree que las fantasías de dominación masculina pueden neutralizar problemas en la vida real

Marc Bassets
Mona Chollet
La periodista y autora suiza Mona Chollet, fotografiada en París.Manuel Braun

¿Es Mona Chollet?”, pregunta una mujer veinteañera en un café cerca de la plaza de la Bastilla mientras el fotógrafo retrata a la autora feminista de mayor éxito e influencia en años recientes en Francia. “La admiro mucho”, añade la mujer. “Encuentro que tiene una posición feminista muy ajustada”.

Hay pocos escritores, y menos ensayistas, que logren la identificación que Chollet (Ginebra, 49 años) logra con sus lectoras (y algunos lectores). Tras consagrarse con Brujas (2019, Ediciones B, en castellano), ahora publica en Paidós su último ensayo, Reinventar el amor. Cómo el patriarcado sabotea las relaciones heterosexuales. “En Brujas”, explicará Chollet tras la sesión de fotos, “me situé del lado del feminismo badass [rudo], muy independiente. Después pensé: es una parte de la verdad, pero no toda. Honestamente: el amor es importante pese a todo. Brujas lo escribí al separarme tras una larga relación, debía reaprender a ser independiente. Escribir me ayudó a superar esa etapa de mi vida”.

PREGUNTA. Se define en Reinventar el amor como una midinette, que se traduce como “ingenua sentimental”. ¿Por qué lo dice?

RESPUESTA. Una midinette es alguien sensible a lo que tiene relación con el amor, a quien le gustan las canciones sentimentales, las comedias románticas. Hay hombres que son midinettes, pero es un rasgo más cultivado por las mujeres. Hay algo en nuestra socialización que hace que seamos sensibles a ello.

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P. Lo asume sin problema.

R. La cosa se complica cuando una es feminista. Tengo el lado midinette y el feminista. Me apetecía hacer un libro para reconciliarlos, hacerlos dialogar.

P. Reivindica el amor.

R. Totalmente. Es un prejuicio pensar que hay una contradicción entre feminismo y amor. El amor, con frecuencia, se ha utilizado para hacernos renunciar a ambiciones profesionales o políticas. Se nos ha dicho que “el amor, el vínculo, la pareja, la familia es vuestro terreno, estáis hechas para ello”. Es normal que el feminismo reivindique hablar de otras cosas: las desigualdades salariales, las violaciones, la falta de paridad en política, el techo de cristal en las empresas, el acoso sexual. Yo he hablado sobre ello.

P. Y sin embargo…

R. El amor sigue siendo muy importante en nuestras vidas. Para algunas, el amor con los hombres. Me parece que no querer parecer interesada en esto es una manera de conformarse con un sistema de valores dominante, con la idea de que el amor no es un tema noble. Todo lo que tiene connotaciones femeninas está desvalorizado. Yo quiero decir que hay que afirmar que el amor merece interés y reflexión.

P. Tal como lo explica, su vida amorosa ha sido bastante sana y adulta. Contrasta con el retrato tenebroso del amor en el libro.

R. Había que adentrarse en este lado. Quise tratar todos los matices. Empezando por las situaciones ligeras, los malentendidos, las pequeñas frustraciones derivadas de que no se nos educa de la misma manera. No se nos educa para entendernos y, si integramos los comportamientos prescritos para cada uno, no podremos entendernos.

P. ¿Por qué?

R. A los hombres se les educa para que no hagan del amor una prioridad. Algunos sí lo hacen, por supuesto. Pero todo empieza en el patio de recreo, donde se hace burla de los niños demasiado sentimentales. A las mujeres se las condiciona para que, desde temprano, sueñen con el amor y lo pongan en el centro de sus vidas. A partir de aquí, las cosas empiezan mal: hay alguien que siempre se pregunta si hace bien en seguir ahí y, del otro lado, alguien para quien la relación es esencial para su identidad.

P. Decía que quería tratar todos los matices.

R. Sí, las situaciones graves también. La violencia no es una excepción ni una anomalía, sino la culminación lógica cuando se llevan al extremo los roles que se nos prescriben. Vivimos en una sociedad donde se glorifica la imagen del chico malo, fascina. Pienso en los personajes de Marlon Brando, de Clint Eastwood. Es la idea de que la amenaza es seductora. Y en las mujeres se cultiva la empatía: nunca somos tan femeninas como cuando salvamos a un hombre violento que parece infeliz y torturado. Es como un reto. Pero es una trampa. Se valoriza tanto la abnegación, el sentido del sacrificio en ellas, que se las empuja a quedarse con un hombre violento al que salvar.

P. Escribe que tiene una sensación de “estropicio” respecto al amor. ¿Qué hacer?

R. De entrada, que los hombres se interesen por el tema. Cuando hay un problema en la relación, en general es la mujer quien se encarga de buscar un terapeuta de pareja o leer libros para mejorarla. Sería un buen principio si los hombres se interesasen por la calidad de la relación en vez de vivir una vida cotidiana funcional y sin mucha reflexión.

P. ¿Y las mujeres?

R. No hay que renegar del amor, sino aprender a darle una plaza más justa y razonable. Crecí con la idea de que el amor lo resolvería todo y sería lo esencial de mi identidad. El resto era secundario. Lo integré de tal manera que al principio de mi vida amorosa sufrí, y me obligó a entender que debía desarrollar todos los aspectos de mi vida. Aunque exagero un poco, porque siempre me interesaron muchas otras cosas…

P. Reclama, paradójicamente, las fantasías sexuales definidas por el patriarcado y los roles de dominación. ¿Por qué?

R. Para las mujeres puede ser una manera de relajar la tensión que implica defenderse contra la dominación masculina el resto del tiempo. A menudo pongo el ejemplo de estar volviendo tarde por la noche estando vigilante por la calle. O de un colega en el trabajo que le habla a una de manera condescendiente. Son cosas banales. Pero el hecho de revolcarse en fantasías de dominación masculina y en una puesta en escena en la vida sexual puede ser una manera de relajar esta tensión y neutralizar el problema en la vida real.

P. A veces, escuchándola y leyéndola, parece que haya dos equipos, hombres y mujeres, como una guerra de sexos. ¿No se puede escapar de estos roles?

R. No hay nada fijo ni fatal. Pero es difícil negar que nuestra educación y nuestra socialización están muy definidas por el género. Quizá cambie. Durante tiempo creí que no me afectaba, que yo no encajaba en los tópicos de la feminidad ni era víctima de mi educación. Y tuve la sorpresa inversa, me di cuenta de que estaba más en el “equipo de las mujeres” de lo que pensaba. Desconfío de la ilusión de creernos libres. En realidad, estamos modelados. El primer paso es tomar consciencia para poder escapar de ello.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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