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trabajar cansa
Columna
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Lo nuestro es imposible

Todo lo que dicen es para acostarse con nosotros. Nos vamos a la cama con fascismo y comunismo, pero gane quien gane nos levantaremos desnudos, solo con democracia y libertad, lo único que de verdad tenemos

Íñigo Domínguez
La candidata del PP a la presidencia de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, durante el acto de campaña celebrado este jueves en Madrid.
La candidata del PP a la presidencia de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, durante el acto de campaña celebrado este jueves en Madrid.Fernando Villar (EFE)

Decía Flaiano que en el amor, al contrario que en la vida, lo escrito vuela y las palabras permanecen. En política ni siquiera quedan las palabras. Todo lo que dicen es para acostarse con nosotros, no hay que creerse nada. Nos vamos a la cama con fascismo y comunismo, pero gane quien gane nos levantaremos desnudos, solo con la democracia y la libertad, que es lo único que de verdad tenemos. Lo otro resonará en nuestra cabeza resacosa como el musicón de los pitufos makineros. Son esas tonterías que se dicen para ligar, para camuflar nuestras carencias, las mentiras que necesitamos para la seducción. Nunca más, te dices, voy a dejar de salir. Pero a los cuatro años, si no son dos, vuelven a las andadas. A la mañana siguiente después de un fiestón, aunque sea el de la democracia, lo mejor es el silencio, la vuelta a la normalidad.

Lo nuestro es imposible. A estos candidatos los veremos escaparse de puntillas de la habitación y si te he visto no me acuerdo. Además es que luego en Madrid no te encuentras con tu ex y mucho menos con un rollo de una noche. Eso si no te pasa como a un amigo mío, que se vistió a oscuras a toda prisa para salir de un dormitorio ajeno y cuando se levantó en casa, en gayumbos, y entró en la cocina a desayunar su madre le preguntó asombrada qué demonios hacía con unas bragas puestas. Así nos podemos quedar el miércoles. Con la luz del día las cosas se ven de otra manera.

Más que quién gane, lo inquietante es ver si los otros sabrán perder. En el PP, tradicionalmente, lo han llevado fatal. Muchos todavía creen que en 2004 les robaron las elecciones por un atentado, que algunos todavía atribuyen a una conspiración. La moción de censura de 2018 tampoco la tragaron, y aunque luego hubo elecciones dicen que el Gobierno de Pedro Sánchez es ilegítimo. Ahora están tan convencidos de ganar, lo dicen todas las encuestas, que yo estoy acojonado pensando qué dirían si perdieran. Casi prefiero que ganen, fíjense, porque lo próximo podría ser sospechar del voto por correo, como en otros países democráticos de referencia. Ahora bien, si uno se arriesga y vota a ver si pierden, luego pasan unos meses, de repente ves a Trump en la tele y descubres maravillado que llevabas todo ese tiempo sin pensar en él, y qué bien, qué tranquilidad.

La política que hemos estado aguantando se ha hecho como en la discoteca, a base de gritar frases simples al oído y con equívocos interesados que nos cuelan para marearnos, como si nos echaran algo en la bebida. Los toros son de derechas; el feminismo, de izquierdas; el colegio concertado, de ricos; la bici, de progres; la libertad, tomar cañas. Nada de esto es verdad, salvo que un montón de gente que conozco sea de mentira. Después de la que han armado, si en un año no hay en Madrid una dictadura fascista o un régimen comunista, según quién gane, quedaría muy defraudado. Es que ya casi tengo la maleta hecha. Sería una auténtica sorpresa que todo siguiera como siempre aunque, si uno lo piensa, siempre hemos tenido gobiernos muy de derecha en Madrid antes de que se inventara Vox, porque muchos ya estaban en el PP. Pero así y con todo aún había gente que se quedaba fuera, como el número dos de la lista de Vox, Jorge Arturo Cutillas, gamberrete de Fuerza Nueva detenido en 1982 por su presunta participación en el ataque a unos autobuses con 256 niños vascos de excursión en Madrid. Malditos menores no acompañados, ya entonces teníamos que soportarlos en esta tierra de libertad.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

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