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Shoshana Zuboff: “El neoliberalismo lo ha destrozado todo. Debemos empezar de cero”

La filósofa y profesora emérita de la Harvard Business School puso nombre a un fenómeno que gobierna el mundo: el capitalismo de vigilancia. Cree que es posible frenar a Facebook, Google y Amazon

Shoshana Zuboff, en una foto de archivo de 2019 en su casa de Maine (EE UU).
Shoshana Zuboff, en una foto de archivo de 2019 en su casa de Maine (EE UU).Robert F. Bukaty/AP Photo
Carmen Pérez-Lanzac

Shoshana Zuboff (Nueva Inglaterra, Estados Unidos, 1951) ha logrado el sueño de cualquier ensayista con su libr La era del capitalismo de la vigilancia (Paidós): reconocer, diseccionar y ponerle nombre a una tendencia económica que llevaba 20 años en marcha. La filósofa y profesora emérita de la Harvard Business School dice que siempre ha sido “una activista en minúsculas”, pero que la publicación de este libro la ha convertido en una activista en mayúsculas; el objetivo es demasiado importante. Zuboff es también una de las protagonistas de El dilema de las redes, el documental de Netflix que cuenta la variedad de efectos nocivos de las redes sociales que tanto ruido está haciendo. Zuboff contesta desde su casa en Maine (noreste de EE UU). Resulta cercana, muy estadounidense: te llama por tu nombre y de vez en cuando ayuda a hacerse entender usando palabras en español.

Pregunta. En Estados Unidos ahora mismo están ustedes inmersos en una campaña política extremadamente polarizada. En las anteriores elecciones hubo disrupciones muy importantes que usaron Facebook para influir en el electorado. ¿Se está repitiendo lo vivido?

Respuesta. Sabemos que los rusos siguen activos y no se han extinguido. Por otro lado quienes elaboran la campaña de Trump se han especializado en microtargeting psicológico [destinar una información personalizada a un usuario concreto] que increíblemente y por desgracia sigue siendo legal. Desde hace una semana sabemos que el equipo de Trump logró persuadir a votantes negros de que no fueran a votar. Y ahora están usando las mismas dinámicas para persuadir a los indecisos. Esto es el día a día del capitalismo de la vigilancia.

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P. Usted se ha sumado a una iniciativa, The Real Facebook Oversight. ¿Cuál es su objetivo?

R. Es una acción de emergencia para llamar la atención de la gente sobre los fallos de estas corporaciones, para tomar decisiones urgentes y decisivas que les resten fuerza e imposibiliten el uso de Facebook como un arma para enviar mensajes violentos, de agitación civil y democráticamente peligrosos. Tenemos grupos extremos que han sido inspirados y animados por un presidente, Trump. Hablan el lenguaje de los golpes de estado, de la negación de la democracia, de la negación de unas elecciones justas. Y Facebook le ha hecho el megacasting. Zuckerberg puede y debe tomar acciones para aminorar y en algunos casos eliminar estas amenazas. Es consciente de que esto ha sucedido en Estados Unidos, en Myanmar, Filipinas y otros 30 países. Así que estamos señalándole y diciendo: “¡haz algo!”.

P. Según revela el informe interno de una ingeniera de Facebook que se hizo público, esta plataforma no actúa en los países pequeños porque no le interesa hacerlo.

R. El informe de la exempleada de Facebook Sophie Zhang fue importantísimo. Demuestra que a Facebook solo le preocupan sus intereses. No seamos románticos con las redes sociales. Entendamos su lógica económica y así entenderemos cómo funcionan. Y ahí es donde tenemos que incidir, en sus incentivos financieros. El interés de Facebook por monitorizar los contenidos es cero. Lo único que puede provocar que lo hagan es que algún Estado emita quejas. Sin esa amenaza, sencillamente no harán nada.

P. La ley antimonopolio que se está evaluando en Estados Unidos para ponerle freno a las big tech, ¿qué puede suponer? La investigación de la Cámara de Representantes sobre Amazon, Apple, Facebook y Google hecha pública esta semana es muy descriptiva del poder que han alcanzado.

R. Puede ser un primer paso. Cuando empezamos a intentar ponerle freno a estas empresas tiramos de leyes heredadas del siglo XX. Pero estas leyes no lo pueden todo. Cuando las usamos para ponerles freno a las big tech no necesariamente interrumpimos sus incentivos financieros. En el caso de Facebook, que también tiene Instagram y WhatsApp, lo que estaríamos provocando sería aumentar la motivación competitiva entre las tres ramas para seguir vendiendo predicciones sobre comportamientos futuros. Las leyes del siglo pasado necesitan ser reformadas y no hemos hecho esa labor todavía.

P. ¿Y hay algún sitio donde se haya logrado poner algún tipo de freno?

R. Hay que reconocer que la UE está en la vanguardia. El Reglamento General de Protección de Datos ha creado oportunidades para cambiar ciertas cosas. Supuso una base esencial desde la que trabajar. Los líderes de la Comisión Europea están muy bien informados sobre este asunto y tienen un fuerte compromiso para lograr que la economía de vigilancia que domina a las empresas tecnológicas y las aspiraciones democráticas europeas no entren en colisión. Tengo muchas esperanzas en que de la UE salgan las primeras líneas del cambio. Porque del otro lado tenemos el caso chino, un país autoritario, donde desde al menos 2010 el Partido Comunista está diseñando su modelo digital futuro de forma que refleja su forma autoritaria de gobernar. Y lo han hecho con mucho éxito. Exportan tecnología de vigilancia por lo menos a 36 países. El mundo necesita desesperadamente que los países occidentales asuman su responsabilidad ya, durante esta década.

P. ¿Pero llegaremos a tiempo? Sus macrocifras económicas invitan a pensar que no.

R. El capitalismo de vigilancia solo lleva 20 años en funcionamiento. Hasta ahora ha hecho lo que le ha dado la gana sin un solo freno legal. Hasta que España aprueba la ley del derecho al olvido no se pone el primer obstáculo. Acabamos de empezar. Desde el punto de vista de EE UU, de donde proceden estas empresas, no hemos hecho absolutamente nada para frenarlas. Que ahora se esté empezando a pensar en cómo hacerlo es muy importante. No veo motivos para no lograrlo si tenemos la motivación para ello.

P. El ensayista bielorruso experto en tecnología Evgeny Morozov, que es crítico con su libro, afirma que solo podremos reducir el tamaño de las big tech cuando intentemos limitar el poder de Wall Street y aceptemos que Estados Unidos debería desempeñar un papel modesto en el orden global.

R. Creo que hace bien criticando y despreciando las últimas cinco décadas de dominio económico estadounidense. Ha sido un azote para nuestras democracias y nuestras economías, porque nos ha traído la polarización y otros problemas. Yo desearía algo aún quizá más ambicioso de lo que propone Morozov, que es un cambio de paradigma. No sé si podemos decir que hemos llegado al punto de inflexión, pero sí creo que estamos cerca: en los círculos inversores sí hay un reconocimiento del fracaso del paradigma financiero de las últimas cinco décadas, de que ha dañado las democracias, ha acabado provocando un aumento de los monopolios y ni siquiera les está siendo de la utilidad que hubieran deseado. Nuestra ambición no solo debería ser tener más diversidad de paradigmas económicos, sino buscar un nuevo consenso, pues el neoliberalismo lo ha destrozado todo. Debemos empezar de cero y reescribir las reglas del juego. Hayek [el exponente de la escuela austriaca] ha visto cumplirse su deseo desde la tumba y ha llegado el momento de seguir adelante con decisión, no solo con nuestras palabras, con nuestras instituciones. Más que limitar el poder de Wall Street, lo que yo creo es que hay que darle la vuelta.

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Sobre la firma

Carmen Pérez-Lanzac
Redactora. Coordina las entrevistas y las prepublicaciones del suplemento 'Ideas', EL PAÍS. Antes ha cubierto temas sociales y entrevistado a personalidades de la cultura. Es licenciada en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo de El País. German Marshall Fellow.

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