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“Podría haber tenido más dinero y fama, pero hice lo que quería hacer”: las tres muertes y resurrecciones de Michael Keaton

El intérprete de Batman se vuelve a enfundar el traje en ‘Flash’ y cierra su particular círculo en una carrera llena de éxitos, pero también de papeles olvidados, extraños e impredecibles

Michael Keaton en la fiesta organizada en 2020 por la revista Vanity Fair tras los Oscar. Foto: JOHN SHEARER (GETTY IMAGES) | Vídeo: EPV
Eva Güimil

Que todo el mundo parezca haberse puesto de acuerdo en que Michael Keaton (Pensilvania, 71 años) es “el mejor Batman de la historia” resultará sorprendente para quien recuerde la controversia que su nombramiento como Bruce Wayne provocó hace treinta años. Los fans querían un héroe canónico al estilo de Schwarzenegger, no a un tipo vulgar al que asociaban a comedias alocadas como Bitelchús (1988) o Las locas peripecias de un señor mamá (1983). No lo consideraban “suficientemente masculino”. Tantas veces en la cima de la popularidad como en el olvido, el actor que renunció a 15 millones de euros por hacer de Batman una tercera vez y eligió siempre el papel inesperado, que supo autoparodiarse en Birdman (2014) y deslumbrar en televisión con la excepcional Dopesick (2021), se ha convertido ahora en uno de los reclamos más aplaudidos de Flash, donde vuelve a pronunciar una frase que empezó provocando escepticismo y ahora provoca emoción: “I’m Batman”.

Michael Keaton tuvo su primer traspié en Hollywood cuando el sindicato le explicó que su nombre real, Michael Douglas, estaba ocupado por otro tal Michael Douglas. Según cuenta, no hubo mitomanía alguna tras la elección de su apellido: no lo eligió por Buster, simplemente fue el primer nombre que le sonó bien. Se crio junto a sus siete hermanos en una familia de clase obrera y antes de ser actor estudió periodismo, un bagaje que le ha servido al menos para su interpretación en dos trabajos, The Paper. Detrás de la noticia (1994) y la oscarizada Spotlight (2015). Pero fueron las rutinas de stand-up comedy las que le condujeron a su verdadera vocación.

Durante una actuación en West Hollywood, el agente Harry Colomby lo descubrió. “Lo que vi en Michael fue algo original, vi carisma”. Le consiguió un papel protagonista en Working Stiffs (1979), una telecomedia sobre dos hermanos conserjes, donde formaba un dúo a lo Manolo y Benito con James Belushi. No tuvo ni una temporada, pero sirvió para situarlo en el mapa y llevarlo a Movida de noche (1982), donde intentaba convertir un depósito de cadáveres en un burdel. A su manera, un papel que podría definir su carrera, el alguien de quien esperar situaciones poco convencionales.

James Belushi y Michael Keaton, en una imagen promocional de la efímera telecomedia 'Working Stiffs', emitida en 1979.
James Belushi y Michael Keaton, en una imagen promocional de la efímera telecomedia 'Working Stiffs', emitida en 1979.CBS Photo Archive (CBS via Getty Images)
Retrato promocional de Michael Keaton en 1979.
Retrato promocional de Michael Keaton en 1979.CBS Photo Archive (Getty Images)

Su primer éxito fue Las locas peripecias de un señor mamá. Es una de esas películas plagadas de clichés en las que resulta gracioso que un hombre haga tareas domésticas: podría resultar insufrible, pero la salvan el trabajo de Keaton y el guion de John Hughes. Tras dos éxitos parecía lanzado, pero un par de películas que no cubrieron las expectativas lo llevaron a la cola de los proyectos, donde solo llega lo que otros rechazan. Hollywood no espera por nadie. La ilusión de haber sido el elegido para protagonizar la romántica La rosa púrpura de El Cairo (1985) duró poco. Iba a ser el actor que abandona, literalmente, la pantalla por amor a una espectadora, incluso hay imágenes del rodaje, pero tras los primeros días de filmación Woody Allen consideró que Keaton era demasiado “moderno”, no encajaba con el atildado galán clásico que él buscaba y fue reemplazado por Jeff Daniels. “Michael Keaton era de los años ochenta, no de los treinta. La gente siempre intenta averiguar si fue por algo más que eso, pero no, solo fue eso”, aclaró Allen más tarde.

Los ejecutivos de Fox no le devolvían las llamadas y dejaron expirar su contrato. Parecía condenado a diluirse en la interminable lista de actores que engrosan la lista de secundarios ilustres, pero tenía un par de puntos a su favor: era muy talentoso y, de repente, muy barato de contratar. Esa combinación resultó irresistible para Tim Burton, un joven y excéntrico director que tan solo tenía en su haber la inclasificable La gran aventura de Pee-Wee (1985), una rareza a mayor gloria del personaje televisivo interpretado por Paul Reubens que había recaudado 40 millones. En aquel momento Burton preparaba un pequeño proyecto, sobre un bio-exorcista llamado Bitelchús. Su primera opción para interpretarlo fue el miembro del rat pack Sammy Davis Jr., pero el productor David Geffen le sugirió a Michael Keaton.

Fue un éxito de crítica y taquilla que disparó la popularidad del actor, a pesar de no aparecer ni 20 minutos en pantalla. El mismo año interpretó a un adicto en el drama Alcohol y coca (1988) y demostró que no era únicamente el perfecto protagonista de comedias. “Esas dos películas fueron opciones arriesgadas en un momento en el que debería haber estado intentando moverme en terreno seguro”, declaró. “No quería que mi próxima película fuese otra que me definiera como joven y guapo de manera poco convencional”. Lo curioso es que en primera instancia había rechazado ambos papeles, como rechazó interpretar Un, dos, tres... Splash (1984), Cazafantasmas (1984) y La mosca (1986).

Retrato promocional de Michael Keaton en 1989.
Retrato promocional de Michael Keaton en 1989.Bonnie Schiffman Photography (Getty Images)
Michael Keaton, durante el rodaje de 'Batman'.
Michael Keaton, durante el rodaje de 'Batman'.Sunset Boulevard (Corbis via Getty Images)

Tim Burton no tuvo duda alguna de que él iba a ser su Batman. Pero los admiradores del superhéroe no estaban de acuerdo. Warner recibió más de 50.000 cartas tratando de impedirlo. En un mundo que todavía no conocía el poder globalizador de las redes sociales como elemento cohesionador de odio, esas personas se molestaron en escribir una carta, comprar un sobre y pegar un sello para mostrar su radical oposición a que se mancillase la figura de su héroe favorito. Temían que con su pasado convirtiese al murciélago en una parodia, le echaban en cara su escasa altura (apenas 1,70) y su porte no demasiado atlético. The Wall Street Journal llevó la controversia a su portada: “Keaton tiene entradas y una barbilla poco heroica”. Y citaban la opinión de los aficionados: “Si lo vieras en un callejón con un traje de murciélago, te reirías, no correrías con miedo. Batman debería ser fuerte y guapo de una manera clásica, una figura imponente y aterradora”. La obsesión de los admiradores por la masculinidad de sus héroes merece un capítulo aparte.

Burton vio antes que nadie que tras sus cejas circunflejas y su mirada penetrante anidaba la psique atormentada de un niño que había presenciado el asesinato de sus padres. Keaton no solo era un buen Batman, también era un gran Bruce Wayne. ”Michael Keaton es básicamente un tipo común y corriente, un ser humano normal”, declaró el director. ”Pensé que sería mucho más interesante tomar a alguien así y convertirlo en Batman. Me reuní con una serie de actores de mandíbula cuadrada, pero la conclusión fue que no podía ver a ninguno de ellos poniéndose un traje de murciélago”.

Los críticos más airados se comieron sus palabras y dejaron en taquilla más de 400 millones de dólares cuando la cinta se estrenó en 1989. La Batmanía lo invadió todo, el tema principal de Prince sonaba en todas las emisoras y el logo negro y amarillo se superponía en los productos más disparatados. La oscura y majestuosa representación de Gotham cautivó hasta a los más puristas. Todo funcionaba. También Keaton, que firmó un Batman capaz de resistir el envite de esa fuerza de la naturaleza que era el Joker de Jack Nicholson.

Michael Keaton y Courteney Cox posan en una fiesta de la cadena NBC cuando eran pareja.
Michael Keaton y Courteney Cox posan en una fiesta de la cadena NBC cuando eran pareja.Jim Smeal (Ron Galella Collection via Getty)

Como a todo éxito, le siguió la inevitable secuela. En Batman vuelve (1992), Burton fue más Burton que nunca, para lo bueno (la Catwoman de Pfeiffer) y para lo menos bueno: el ejército de pingüinos encabezado por Danny de Vito acabó opacando a Batman y asustó a los niños. Esta vez no se quejaron los seguidores del personaje, sino los padres de infantes aterrados. Warner quería una saga familiar y puso sus ojos en Joel Schumacher, otro joven director que había llenado las salas de cine de adolescentes gracias a Jóvenes ocultos (1987). Cuando asumió el proyecto y preguntó “¿Por qué todo es tan sombrío?”, Keaton se borró. Casi 30 años después, Keaton y Burton volvieron a trabajar juntos en la adaptación en imagen real de Dumbo (2019). El actor no tiene duda de que el cine de superhéroes le debe todo al director de Eduardo Manostijeras (1990). “Lo que hizo Tim lo cambió todo. Todo lo que ves ahora comenzó con él”, declaró a The Hollywood Reporter.

Lo esperable entonces es que Keaton hubiera explotado su nueva imagen heroica, pero, una vez más, eligió lo imprevisible. Puso su mirada maníaca al servicio del inquilino que intimida a Melanie Griffith y Matthew Modine en De repente, un extraño (1990), fue un padre moribundo en la lacrimógena Mi vida (1993), diluyó su protagonismo en la coral adaptación de Shakespeare Mucho ruido y pocas nueces (1993) e interpretó el mismo papel en Jackie Brown (1997) y Un romance muy peligroso (1998), ambas adaptaciones de novelas de Elmore Leonard. De nuevo parecía condenado al ostracismo y borrado del mapa. Ni siquiera funcionó su tour de force interpretativo en la tan divertida como infravalorada Mis dobles, mi mujer y yo (1996).

Michael Keaton y su hijo, el compositor y productor Sean Douglas, en los Grammy en 2017.
Michael Keaton y su hijo, el compositor y productor Sean Douglas, en los Grammy en 2017.Alberto E. Rodriguez (Getty Images for NARAS)

“Supongo que no era el camino obvio a seguir si querías seguir siendo una gran estrella”, reconoció durante una entrevista en The Independent, pero no lo lamenta. “Es genial tomar tus propias decisiones, pero hay un precio que pagar. Podría haber ganado más dinero o haber sido más famoso. Podría ser el tipo de moda, nadie quiere perder su estatus, pero nunca estuve dispuesto a preservarlo haciendo cosas que no quería hacer”.

Perder su estatus no supuso un agobio para él. Se retiró a su rancho de Montana para cuidar a su hijo. “Cuando era pequeño renuncié a unas cuantas películas porque siempre quise ser padre”. Su vida privada es bastante hermética: tuvo una relación con Courteney Cox (Friends) y estuvo casado durante ocho años con la actriz Caroline McWilliams con la que tuvo un hijo, Sean.

Parecía una estrella perdida para Hollywood cuando recibió el guion de Birdman (o La inesperada virtud de la ignorancia), la historia de un actor célebre por interpretar a un superhéroe que da un giro a su carrera, un papel que, a pesar de la insistencia de su director Alejandro G. Iñárritu en afirmar que refleja su propia crisis de mediana edad, parecía una biografía del propio Keaton. Su paseo en calzoncillos por Times Square se convirtió en la escena más comentada de la temporada y le colocó en la carrera de los Oscar. No ganó, pero recibió su primera y única (por ahora) nominación. Al año siguiente volvió a formar parte del reparto coral de la película ganadora del premio gordo, Spotlight.

Si la estatuilla le es esquiva, en televisión lo ha logrado todo gracias a Dopesick. Su papel de médico de los Apalaches que involuntariamente se sitúa en el epicentro de la pandemia de opiáceos le hizo ganar el premio del Sindicato de Actores, el Globo de Oro y el Emmy. En el discurso de aceptación de este último se reivindicó: “He tenido algunos escépticos. ¿Pero sabes qué? Estamos bien. Durante todos estos años, también tuve a mi lado a personas que realmente creían en mí”. El de Dopesick pudo no haber sido su papel televisivo más recordado: 20 años antes había rechazado el papel de Jack Shephard en Perdidos (2004-2010).

Cuando DC le reclamó de nuevo para volver a ponerse el traje de Batman (primero en la inédita Batgirl, cancelada en plena posproducción, y después en Flash), no entendió el concepto del multiverso, que justificaba que tanto su hombre murciélago como el interpretado por Ben Affleck coexistieran argumentalmente. “Tuvieron que explicármelo varias veces”, reconoció. A pesar de ello aceptó. “Pensé: ‘Apuesto a que podría volver y clavar a ese hijo de puta”. Según las críticas y los fans, lo ha conseguido.

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Sobre la firma

Eva Güimil
Eva Güimil (Mieres, 1972) ha sido directora y guionista de diversos formatos de la televisión autonómica asturiana. Escribe sobre televisión en EL PAÍS y ha colaborado con las ediciones digitales de Icon y 'Vanity Fair'. Ha publicado la biografía de Mecano 'En tu fiesta me colé'.

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