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“¿Por qué necesitamos un ‘casting’ solo de mujeres o de negros?”: Nelson Peltz, el consuegro de Beckham que intenta cambiar Disney

Empresario, inversor y partidario de Trump, el multimillonario que tiene una parte importante de las acciones de Disney quiere acabar con “la deriva ‘woke” de la compañía. Ha fracasado de momento, pero tiene el apoyo de Elon Musk

Nelson Peltz
Nelson Peltz durante una charla en Nueva york en 2015.CNBC (NBCU Photo Bank/NBCUniversal via)
Miquel Echarri

En marzo de 2022, cuando la actriz y modelo Nicola Peltz se casó con Brooklyn Beckham en Palm Beach, parte de la atención mediática se centró en Nelson Peltz (Nueva York, 81 años), el padre de la novia. Por entonces, se explicaba que el hombre que había ejercido de anfitrión y pagado el convite era un célebre inversor de riesgo y presunto filántropo, propietario de un “suntuoso” patrimonio inmobiliario, empresas financieras y cadenas de restaurantes de comida rápida como Wendy’s. Un tipo escurridizo, “muy poco proclive a saltar a la palestra”, simpatizante y destacado contribuyente del Partido Republicano, pero bien conectado también con el Demócrata a través de amigos personales como el senador Joe Manchin.

A Peltz se le describía, además, como un ermitaño de la opulencia que contaba con un hangar privado en el que aterrizar su jet 727 y pasaba gran parte del año recluido en sus enormes mansiones de Montsorrel, en Florida, y Bedford, cerca de Nueva York. En esta última se rodeaba de vecinos tan ilustres como Georges Soros, Donald Trump, Ryan Reynolds o Ralph Lauren.

Ese hombre, en gran medida, ya no existe. En los dos últimos años, el consuegro de David y Victoria Beckham ha renunciado al relativo anonimato que le garantizaban su discreción y sus costumbres hogareñas para lanzarse de nuevo al ruedo de la actividad notoria y frenética. Y lo ha hecho, en opinión de analistas como James B. Stewart y Lauren Hirsch, redactores de The New York Times, porque quiere dejar un legado, contribuir al triunfo de sus ideas políticas y sociales y ganarse, en definitiva, el “respeto” de sus conciudadanos.

Nelson Peltz y Elon Musk en 2024 en Los Ángeles
Nelson Peltz y Elon Musk en 2024 en Los ÁngelesAxelle/Bauer-Griffin (FilmMagic)

El magnate neoyorquino desprecia la corrección política y está dispuesto a dedicar la recta final de su vida (tiene 81 años) a combatirla desde la trinchera más candente: la producción cultural. Peltz tiene un plan. En su papel de inversor activista, aspira a hacerse con el control de Disney, compañía de la que posee un muy nutrido paquete de acciones y a la que acusa de haberse embarcado en “una deriva woke” tan perniciosa para el mundo como para su propia cuenta de resultados.

En especial, a Peltz le molesta que la principal de las filiales de Disney, Marvel, esté produciendo superproducciones como The Marvels o Black Panther, protagonizados casi en exclusiva por mujeres y negros. Para él, esta apuesta por la diversidad a ultranza que aleja a la compañía de gran parte de su público potencial es “la receta del desastre”.

The Marvels, estrenada en noviembre del año pasado, ha recaudado hasta la fecha unos 206 millones de dólares que pueden considerarse decepcionantes. En cambio, resulta francamente difícil argumentar que a Black Panther, la sexta película más taquillera de de la historia de Estados Unidos, le haya supuesto un lastre contar con un reparto en el que predominan los actores afroamericanos. Peltz arguye que Disney está en los últimos tiempos falta de taquillazos pero, sobre todo, tiene un relato. En una estrecha coalición de intereses con el antiguo director financiero de la empresa, Jay Rasulo, y con el ubicuo Elon Musk, perejil de todas las salsas capitalistas, el millonario viene exigiendo desde 2022 un par de sillas en el consejo de administración de la empresa y amenaza con purgar a su actual cúpula directiva.

Un doloroso portazo

La conjura palaciega estuvo cerca de prosperar el pasado 3 de abril. Esta vez, Peltz contaba incluso con la aquiescencia del poderoso fondo de inversiones Blackwell Capital, al que había persuadido de lo urgente que resulta imponerle un cambio de rumbo a los estudios que crearon a Mickey Mouse. El órdago iba muy en serio. Pero Bob Iger, director ejecutivo de Disney, recabó a última hora el apoyo de accionistas mayoritarios como George Lucas y consiguió que el consejo se resistiese a los designios de Peltz.

Marvin Hier, Nelson Peltz y Rupert Murdoch
Marvin Hier, Nelson Peltz y Rupert Murdoch en un evento en el hotel Waldorf Astoria de Nueva York en 2006Evan Agostini (Getty Images)

Pero el inversor no está acostumbrado a perder. Y sí, en cambio, a tomarse sus escasas derrotas como contratiempos provisionales que pueden revertirse en el siguiente asalto. Tras el fracaso de su golpe de timón digno de un capítulo de Succession, Peltz ha acudido estos días a algunos medios para asegurar que lo suyo es un intento de restauración de los resultados económicos de la empresa. Afirma que Disney “se debe a sus accionistas”. En consecuencia, no va a tirar la tolla, a no ser que el consejo cumpla “lo prometido” y mejore las cuentas de resultados.

El dinero no es un problema. A Peltz se le atribuye un patrimonio personal que no ha dejado de crecer en los últimos años y ronda ya los 1.500 millones de euros. Cierto que es apenas una centésima parte de lo que posee Musk, pero resulta suficiente, al parecer, para situarle entre las 500 principales fortunas del planeta. Así que no parará hasta que, según declaraba a Financial Times, Disney vuelva a ser Disney y asuma que “el público no va al cine a que le sermoneen ni le den lecciones”. Quiere ficciones menos femeninas, más heterosexuales y menos comprometidas con la diversidad étnica. “¿Por qué tengo que ver una película de Marvel donde son todo mujeres?”, preguntó Peltz. “No tengo nada contra las mujeres, ¿pero por qué tengo que ver eso? ¿Por qué necesito una película de Marvel con un reparto enteramente negro?”.

Peltz, nacido en el seno de una familia judía de Cypress Hills (uno de los vecindarios del distrito de Brooklyn) en 1942, ha recorrido un largo trecho desde que se presentó en sociedad, con poco más de 20 años, en la rutilante escena social neoyorquina de mediados de los sesenta. Por entonces, empezaba a abrirse paso en la empresa familiar, Peltz & Sons, y su rutina diurna consistía en conducir un camión de reparto que llevaba productos congelados a algunos de los mejores restaurantes de Nueva York. De noche, ejercía de playboy incipiente y coleccionista de novias trofeo, actrices sobre todo (Jennifer O’Neill fue una de ellas), y aprovechaba para relacionarse con lo más granado de la bohemia hippie de Greenwich Village.

Tal como éramos

Estos últimos contactos explican su breve y desconcertante carrera como actor de reparto en películas como Hola, mamá (1970), precoz delirio contracultural de Brian De Palma protagonizado por un jovencísimo Robert De Niro, en el papel de un veterano de la guerra del Vietnam que probaba suerte como productor de porno casero para acabar enrolado en la célula terrorista más hilarante y cochambrosa de la historia del cine. En ese entorno, un Peltz que empezaba a tomarse en serio los negocios, se había casado con la rica heredera Cynthia Abrams y había renunciado ya a su sueño juvenil de establecerse en Oregón como instructor de esquí aparece unos instantes, con sus sempiternas gafas de pasta y su sonrisa de vendedor de automóviles de segunda mano, en una escena que vienen a ser los prolegómenos de una noche de fiesta.

Brooklyn Beckham y Nicola Peltz
Brooklyn Beckham y Nicola Peltz en Nueva York en 2024.Gilbert Carrasquillo (GC Images)

Peltz se parodiaba a sí mismo, a su por entonces bien establecida reputación de crápula, pero también exhibía su proximidad hacia una cierta izquierda caviar neoyorquina, de la que De Palma formaba parte, caracterizada tanto por su rechazo a la guerra de Vietnam como por un estilo de vida festivo y disoluto. Esas veleidades hippies se irían diluyendo con el tiempo, aunque no su interés por el cine (participó también en Ocean’s Twelve), que ha trasmitido a sus hijos.

El caso es que Peltz y su hermano mayor, Robert, dedicaron la década de los setenta a incrementar de manera muy notable el patrimonio familiar adquiriendo muchos de lo restaurantes a los que llevaban años suministrando productos. En 1972 se asociaron con Peter May, el tercer vértice del triángulo empresarial que los llevaría al éxito. Ya en los ochenta, Nelson empezó a volar por su cuenta, diversificando sus inversiones y fundando compañías como Triangle Industries, vendida años después por una auténtica fortuna.

En 2005, por fin, Peltz fundó Trian Partners, el fondo de inversiones de capital riesgo que le ha permitido asociar su nombre a grandes compañías como Pepsi, Procter & Gamble, Heinz, Cadbury, Kraft Food o Disney, como inversor activista y rescatador vocacional de compañías que él considera huérfanas de dirección o en apuros. Entre unas cosas y otras, se han sucedido tres matrimonios y diez hijos, dos de ellos (Nicola y Will) actores y un tercero, Brad, profesional del hockey hielo.

El crepúsculo de los dioses

El caso es que Peltz se asomaba a la senectud con la vida resuelta, más centrado en disfrutar de los éxitos de su prole que en seguir añadiendo ceros a sus cuentas corrientes. Pero las modernas controversias culturales le hicieron interesarse de nuevo por la política.

Protesta de trabajadores de Wendy's contra el empresario Nelson Peltz y sus políticas
En una protesta contra las políticas laborales de la cadena de hamburguesas Wendy's se mostró una figura de su propietario, el empresario Nelson PeltzErik McGregor (LightRocket via Getty Images)

Durante años, se había especializado en patrocinar las carreras de legisladores de perfil centrista, como el ya citado Joe Manchin, pero la irrupción de George W. Bush y su “conservadurismo compasivo” le hizo abandonar la esforzada equidistancia y escorarse, de manera muy clara, a la derecha. Ya en 2020 ofreció su apoyo explícito a Donald Trump, convencido como estaba de que su presidencia había resultado un éxito y una feliz restauración de los valores estadounidenses.

Meses después, durante el asalto al Capitolio, mostró su arrepentimiento y tildó a Trump de irresponsable. Incuso se decidió a apostar por el gobernador de Florida, Ron De Santis, como candidato presidencial a las elecciones de este año pese a no compartir su conservadurismo moral ni su voluntad de combatir el aborto. Pero Trump ganó las primarias y Peltz, una vez más, cambió de opinión y puso su influencia y su dinero al servicio del vecino de Bedford con el que le une una intensa relación de amor-odio.

Contribuir a que el expresidente vuelva a la Casa Blanca es ahora mismo uno de sus objetivos estratégicos, aunque no al nivel de su conjura para hacerse con el control de Disney. En esto último está invirtiendo toda su pasión, su experiencia y su pericia. Los expertos no acaban de vislumbrar con claridad cuál va a ser el desenlace de tan enmarañado asunto, aunque hay más inversores que defienden que Disney se sacuda la agenda progresista: la única salida para Iger, parece ser, es que la empresa de buenos resultados para que el resto no sea puesto en duda. Porque aún hay más: Elon Musk lleva unos días insistiendo en que la entrada de Peltz en el consejo de administración es el revulsivo que necesita Disney, y la historia demuestra que Musk suele conseguir lo que se propone. Por su parte, Peltz recogió el guante afirmando: “Elon es mi amigo. Lo tengo en muy alta estima. No tiene ego. Te puede resultar difícil creerlo, pero he pasado mucho tiempo con él y escucha a todo el mundo”.

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Sobre la firma

Miquel Echarri
Periodista especializado en cultura, ocio y tendencias. Empezó a colaborar con EL PAÍS en 2004. Ha sido director de las revistas Primera Línea, Cinevisión y PC Juegos y jugadores y coordinador de la edición española de PORT Magazine. También es profesor de Historia del cine y análisis fílmico.
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