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Regios y rebeldes: la influencia británica en la moda europea, de los cuadros escoceses al espíritu libre de Lady Di

Una muestra en La Haya homenajea a Vivienne Westwood e ilustra la mezcla de tradición, renovación y rebeldía de los diseños creados por otros diseñadores del Reino Unido. El resultado es un paseo temático iniciado en el siglo XVIII, que va del campo a la ciudad hasta llegar a los palacios y la actualidad

Diana de Gales con la diseñadora Catherine Walker, en una visita y recepción privada en Christie's en 1997, año en el que murió. Lady Di lleva un vestido de su amiga, ahora expuesto en el Museo de La Haya.
Diana de Gales con la diseñadora Catherine Walker, en una visita y recepción privada en Christie's en 1997, año en el que murió. Lady Di lleva un vestido de su amiga, ahora expuesto en el Museo de La Haya.Tim Graham (Photo Library / Getty)
Isabel Ferrer

Cuando el cantante inglés Harry Styles, de 29 años, antiguo miembro del grupo One Direction, se pone una camiseta con estampado de fresas, pantalones color verde parchís o un collar de perlas no solo muestra un estilo personal. Su guardarropa acaba creando tendencia. Desde los modelos deportivos y los cuadros escoceses hasta el ropero de la monarquía británica, el sello del Reino Unido es reconocible en la moda. Una de sus diseñadoras más famosas, Vivienne Westwood, fue, además, una activista adelantada a su tiempo que proclamó desde temprano el vegetarianismo y el daño ambiental causado por la producción masiva de ropa. La moda británica ha influido en Europa por la calidad del corte y confección, pero también por la valentía de la minifalda de Mary Quant o la mezcla de tradición y renovación de diseñadores como Alexander McQueen. El Kunstmuseum (Museo de Arte) de la ciudad holandesa de La Haya ha buceado en sus fondos en busca de Royals & Rebels. Del chic al punk, esta muestra única homenajea a Westwood ―fallecida en 2022 a los 81 años― y permanecerá abierta hasta el 7 de enero de 2024.

El museo tiene un total de 50.000 piezas de ropa y accesorios, además de 15.000 ilustraciones. Ahora exhibe cerca de 150, varios de ellos de colecciones particulares y otras salas de arte. El resultado es un paseo temático y de contrastes iniciado en el siglo XVIII, que va desde el campo a la ciudad hasta llegar a los palacios y el siglo XXI. Un recorrido que cruza jardines llenos de flores con damas envueltas en sedas, pasa por las carreras de caballos de Ascot y sus damas de largo y visita la competición de tenis de Wimbledon, con faldas de longitud media. A lo largo de ese recorrido, desfilan a su vez las estridentes chaquetas de rayas usadas para seguir regatas como la Cambridge-Oxford y gabardinas de larguras, texturas y hechuras diversas. Y también desde opulentos vestidos con corsé hasta sencillos delantales floreados de la galesa Laura Ashley, que hizo furor en los años setenta y ochenta con sus estampados. Sin olvidar el metro de Londres, lleno de minifaldas y telas de motivos geométricos de la década de los sesenta.

Vestido y delantal de Laura Ashley en el Museo de La Haya.
Vestido y delantal de Laura Ashley en el Museo de La Haya.Alice de Groot

Junto a todo ello, discurre el estilo de Vivienne Westwood, “una rebelde que empezó con el punk y pasó luego por los nuevos románticos de la década de los ochenta y el denominado British Heritage, este último con interés por el estudio de la historia y el uso del cuadro escocés”, explica Madelief Hohé, conservadora de la exposición. “Muchos de sus vestidos se han convertido en clásicos y ha influido en sus colegas, incluso los más jóvenes. Pero ella mantuvo el elemento punk en sí misma. Incluso regresaba a su hogar siempre por una ruta distinta para mantener fresca su curiosidad”, asegura. La ropa de Westwood refleja al principio el contexto político y social de los setenta, con una juventud desilusionada en el Reino Unido. En ese ambiente, experimenta, provoca e irrita al tiempo que inspira. “Con el tiempo, sus camisetas con lemas reivindicativos se han vuelto clásicos y la reutilización de la ropa que promovía es un hecho”. Un ejemplo de la recuperación de un vestido famoso es el traje de novia lucido por la actriz estadounidense Sarah Jessica Parker en su papel de Carrie Bradshaw en la película Sexo en Nueva York (2008). Su personaje se queda plantado en el altar y el modelo volvió a aparecer en la serie And Just Like That… (2023), ambientada una década después del filme. Figura en una de las salas y sorprende por su pequeño tallaje.

Trajes de Mac y Maggie, 1980-1989; Junya Watanabe para Comme des Garçons, 1990-1999; Comme des Garçons, 2000-2010; Frank Govers, 1990-1995, y Kenneth Ize, otoño de 2019.
Trajes de Mac y Maggie, 1980-1989; Junya Watanabe para Comme des Garçons, 1990-1999; Comme des Garçons, 2000-2010; Frank Govers, 1990-1995, y Kenneth Ize, otoño de 2019.Alice de Groot

Rodeada de vestidos de seda, lana y algodón, y de maniquíes cuyas cabezas llevan peinados y sombreros alusivos al periodo que representan, Hohé resalta el peso de la moda británica también en los modelos masculinos, en especial en el siglo XIX: “Sobrios, pero distinguidos, ya que pasada la Revolución Francesa fueron desapareciendo las florituras en la ropa de caballero que habían marcado el tono”. Los sastres británicos ganaron visibilidad con el tiempo hasta hacerse un nombre en el país vecino. El más representativo fue Charles Frederick Worth, que logró, además, una buena clientela americana desde su sede en París. En el siglo XVIII, Francia y el Reino Unido lideraban el estilo e influían en la moda de las cortes europeas. “Había robes (vestidos) a la francesa y robes a la inglesa. El corte es el mismo. Cambiaba la silueta y eso se prolongó hasta bien entrado el siglo XIX, donde el desarrollo de la moda cambia de horizonte. De cualquier modo, el estilo británico tuvo mucho ascendiente por el corte y confección, hecho por sastres”, indica César Rodríguez Salinas, experto en la restauración de moda y textiles del mismo museo. Corrieron los años y llegó Coco Chanel.

Trajes de Vivienne Westwood, B.M. Willemars y Charles Creed.
Trajes de Vivienne Westwood, B.M. Willemars y Charles Creed.Alice de Groot

Hay expuesto un vestido de 1966 de la mítica diseñadora francesa confeccionado en tweed, el tejido escocés de lana con mezcla de hilos de colores. Usado en origen para prendas informales y masculinas, ella lo adaptó para liberar a la mujer del corsé con texturas livianas. Para lograrlo, fue decisiva su estancia en el Reino Unido, porque se inspiró en los trajes deportivos de su amante, Hugh Grosvenor, duque de Westminster. En 1925 lanzó su primera colección con la tela. Acompañada por piezas de Edward Molyneux, Stella McCartney, John Galliano y Charles Jeffrey Loverboy, entre otros, se han incluido entre las piezas señeras a otro “espíritu libre”. Es Diana de Gales, “que fue una de las primeras mujeres de la realeza en restar rigidez dando un ejemplo de cercanía social seguido todavía hoy por muchas cortes”, según el restaurador español. En una vitrina, hay un vestido de Catherine Walker, lucido en el verano del fallecimiento de Lady Di, en 1997. Al lado, un traje de chaqueta de Karl Lagerfeld para Chanel. El primero es corto, luminoso, delicado y con rosas bordadas. El otro, negro, se lo puso en momentos de duelo.

La princesa Diana llevó este suéter por primera vez en el Windsor Polo en 1981, cuatro meses después del anuncio de su compromiso con el entonces príncipe Carlos.
La princesa Diana llevó este suéter por primera vez en el Windsor Polo en 1981, cuatro meses después del anuncio de su compromiso con el entonces príncipe Carlos. Imane Rachidi (EFE)

Al final, asoma el jersey rojo de lana con ovejas blancas y una negra que Lady Di llevó en varias ocasiones en los años ochenta. Tenía dos y uno se le estropeó. El fabricante, Warm & Wonderful, le mandó uno nuevo con la oveja negra tejida en otro lugar. “Han pasado 30 años y aún se vende. Es ‘el suéter de Diana’, que enviaba así sutiles mensajes a la gente. El original será subastado en breve, y es como ella se sentía en cierto modo. La que no encajaba en la familia real”, dice Hohé. El museo ha comprado un ejemplar para su colección y es inevitable sonreír ante esos corderos de la “rebelde regia” que llevan tres décadas en primera línea.

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