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Todos los caminos de Juan Carlos I llevan a Suiza: una historia de abandono, amor y dinero

Hace un par de semanas, el rey emérito regresó a Ginebra para asistir a la graduación de su nieta Irene Urdangarin. El país helvético tiene un papel clave en su vida, su reinado, su fortuna y su destierro

Juan Carlos de Borbón, entre sus padres, doña María de las Mercedes y don Juan, en Suiza en 1957.Foto: BETTMANN (BETTMANN ARCHIVE) | Vídeo: EPV
Martín Bianchi

Juan Carlos I hizo su primer negocio en Suiza cuando solo tenía cinco o seis años. Un día, un español que había ido a visitar a su padre al Hotel Royal de Lausana, donde los Borbones vivieron entre 1942 y 1946, le regaló una pluma de oro. Juanito, que nunca tenía un céntimo en el bolsillo para comprar caramelos o chocolates en la tienda que había delante del alojamiento, bajó al lobby, vendió la pluma al portero del Royal por cinco francos y se precipitó a la tienda de dulces. En cuanto el conde de Barcelona se enteró, fue a ver al portero, le dio 10 francos y recuperó el estilógrafo. Don Juan, enfadado, le dijo a su hijo: “Me has hecho perder cinco francos”. El propio rey emérito recordó esta historia en las conversaciones que mantuvo con el escritor José Luis de Vilallonga a comienzos de los noventa para su biografía, El Rey. La anécdota ilustra el apuro económico que atravesaba la familia real en el exilio y la humillación que sentían por depender económicamente de los ricos aristócratas españoles que les aseguraban su tren de vida fuera de España.

Hace unas semanas, Juan Carlos I regresó al lago de Ginebra para asistir a la graduación de su nieta Irene Urdangarin, hija de la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin. El rey emérito, que vive en Abu Dabi desde el verano de 2020, voló en un jet privado prestado y presidió un almuerzo familiar en uno de sus hoteles favoritos, el Four Seasons des Bergues. El lujoso establecimiento está ubicado a solo 50 minutos de Vieille Fontaine, el palacete donde vivió su abuela, la reina Victoria Eugenia, y donde se celebró su almuerzo de compromiso con doña Sofía en 1961. No ha trascendido si el padre de Felipe VI se quedó más de un día en la zona del lago Lemán, un sitio clave en su vida y su reinado. Fue allí donde su tío, Alfonso de Borbón y Battenberg, primogénito de Alfonso XIII, se vio obligado a renunciar a sus derechos dinásticos para poder casarse con la plebeya cubana Edelmira Sampedro. Y fue precisamente esa renuncia, de la que ahora se cumplen exactamente 90 años, el punto de partida de Juan Carlos I hacia el trono.

Alfonso XIII no asistió a la boda de su hijo Alfonso con Edelmira, celebrada en la iglesia del Sagrado Corazón de Ouchy, junto a Lausana, el 21 de junio 1933. El historiador Ricardo de la Cierva narra en su libro Victoria Eugenia, el veneno en la sangre cómo, pocos días después del enlace, el rey destronado también obligó a su segundo hijo varón Jaime, sordomudo de nacimiento, a renunciar a sus derechos sucesorios en favor de don Juan. Jaime tuvo una vida trágica y terminó muriendo en extrañas circunstancias, en el hospital suizo de Saint-Gall. Su renuncia permitiría que tiempo después Juanito tuviera una ventaja en la carrera al trono de España. Cuando el hoy rey emérito cumplió cuatro años, su padre puso en marcha su formación oficial. El conde de Barcelona le asignó un preceptor, Eugenio Vegas Latapié, un intelectual ultraconservador para quien, según José Luis de Vilallonga, “la democracia equivalía a bolchevismo”. Curiosamente, en esa misma época, en el año 45, con la II Guerra Mundial de fondo, don Juan emitió por la BBC el Manifiesto de Lausana. En esa declaración denunciaba los orígenes fascistas del régimen franquista y exhortaba a Franco a retirarse en pro de “una monarquía constitucional moderada”.

Lausana fue el lugar escogido por don Juan Carlos y doña Sofía para anunciar su compromiso en 1961.
Lausana fue el lugar escogido por don Juan Carlos y doña Sofía para anunciar su compromiso en 1961.Daniele Darolle (Sygma via Getty Images)

En 1946, ya finalizada la guerra, la familia real española dejó la neutral Suiza y se mudó a la portuguesa Estoril. Juanito se quedó en el país helvético, en Villa Saint-Jean, un internado de religiosos marianistas en Friburgo. “La entrada en el internado fue el final de mi infancia, de un mundo sin preocupaciones, lleno de calor familiar”, recordó el rey al historiador británico Paul Preston, en 2003. Con ocho años tuvo que afrontar el abandono, la soledad y una severa disciplina. La escritora francesa Laurence Debray describe en su biografía del monarca, publicada en 2013, cómo el pequeño príncipe esperaba todos los días una llamada de su madre, en vano. Don Juan había prohibido a María de las Mercedes que telefoneara a su hijo. “No era crueldad por su parte, y menos todavía falta de sensibilidad. Pero mi padre sabía que los príncipes deben ser educados a las duras si se quiere hacer de ellos hombres responsables, capaces de soportar algún día el peso del Estado”, explicó Juan Carlos I a José Luis de Vilallonga en 1993.

Aquella etapa en Suiza fue una de las más tristes y solitarias en su vida. Don Juan temía la hostilidad de la Falange respecto a la familia real, hasta tal punto que le pidió al director del internado que destruyera los regalos que se enviaban a su hijo, en particular caramelos y otras golosinas, por miedo a un envenenamiento. La reina Victoria Eugenia, su abuela y madrina, era el único familiar que tenía cerca. Iba a visitarlo con regularidad y a veces se lo llevaba a pasar el fin de semana con ella. En febrero de 1948, con 10 años, Juanito tuvo que ser operado de urgencia por una otitis severa. Como sus padres se encontraban ilocalizables, de crucero en Cuba, pasó 12 días solo en un hospital suizo. Tres meses después, el conde de Barcelona y Franco se reunieron en el yate Azor, en el golfo de Vizcaya, donde acordaron que el niño continuara sus estudios en España, “tutelado” por el franquismo.

Una estampa del exilio: Juan de Borbón y su esposa, María de las Mercedes, junto a sus cuatro hijos, Alfonso, Juan Carlos, María del Pilar y Margarita, en Suiza en 1945.
Una estampa del exilio: Juan de Borbón y su esposa, María de las Mercedes, junto a sus cuatro hijos, Alfonso, Juan Carlos, María del Pilar y Margarita, en Suiza en 1945.Keystone (Getty Images)

Esa decisión marcó el comienzo de una etapa difícil entre don Juan y Juan Carlos, un periodo de rivalidad que Franco alimentó. El dictador jugó durante años con las ambiciones que tenían el padre y el hijo de reinar. En los funerales de la reina Victoria Eugenia, celebrados en Lausana en 1969, se podía palpar la tensión entre ambos. Ese mismo verano, Franco nombró a Juan Carlos su sucesor en la Jefatura del Estado con título de rey, saltándose así una generación de la dinastía borbónica.

Un tenso episodio

Un par de décadas después, Suiza volvió a ser el escenario de uno de los momentos de mayor tensión en la vida de Juan Carlos I. A mediados de junio de 1992, la prensa reprochó al presidente del Gobierno que estaba retrasando el nombramiento de un sustituto del ministro de Asuntos Exteriores, Francisco Fernández Ordóñez, aquejado de una enfermedad. Entonces Felipe González recordó que todo nombramiento debía ser aprobado por el rey y dijo una frase que desató un terremoto en la monarquía: “El rey no está”. Los periodistas no tardaron en localizarle en Suiza. EL PAÍS apuntó que estaba sometiéndose a exámenes médicos, pero Sabino Fernández Campos, jefe de la Casa del Rey, negó esa versión. La Zarzuela afirmó que estaba descansando, pero Jaime Peñafiel desmintió a palacio. “El rey pasa por un momento emocional muy delicado derivado de un viejo problema matrimonial que ha terminado por hacer crisis”, dijo el periodista en la radio, apuntando a dificultades maritales con la reina Sofía.

Juan Carlos I regresó brevemente a Madrid para entrevistarse con el presidente del Gobierno y cortar los rumores. A las pocas horas volvió a Suiza, faltando al 79º cumpleaños de su padre en Madrid. Finalmente, la prensa extranjera sacó a la luz su relación con Marta Gayá, una socialité catalana afincada en Mallorca. El monarca estaba con ella en el país helvético.

Este episodio marcó un antes y un después. Desde ese momento, su vida dejó de tener secretos. En 2013, El Mundo publicó una investigación que revelaba que el conde de Barcelona había dejado una fortuna secreta a sus hijos depositada en cuentas en el extranjero. El grueso del patrimonio lo constituían tres cuentas domiciliadas en Suiza: una en Ginebra y dos en Lausana. En total, 728 millones de pesetas, unos 7,85 millones de euros. A Juan Carlos I le tocaron 375 millones, unos 2,25 millones de euros. La Casa del Rey salió al paso afirmando que las cuentas de Don Juan habían sido canceladas antes de 1995 y que el jefe del Estado ya no tenía dinero en el extranjero. Zarzuela también dijo que tenía el convencimiento, aunque no los documentos que lo probaran, de que los albaceas del testamento habían pagado los impuestos correspondientes y que los millones habían sido empleados para cancelar las deudas del conde de Barcelona.

Los reyes de España en una visita a Zúrich, Suiza, en el año 2011.
Los reyes de España en una visita a Zúrich, Suiza, en el año 2011.Harold Cunningham (Getty Images)

Durante varios meses de 2013, Zarzuela juró y perjuró que el rey ya no tenía ninguna cuenta en Suiza. Poco después se supo que las finanzas privadas del monarca seguían pasando por ese país. Su accidentada caída durante una cacería en Botsuana no solo echó luz sobre su relación extramarital con Corinna Larsen, sino también sobre sus bienes e intereses económicos fuera de España. Tras la ruptura sentimental, Larsen lo acusó de cobrar comisiones y tener cuentas en el país helvético. La Fiscalía de Ginebra investigó y destapó una red de cuentas bancarias secretas, sociedades pantalla, testaferros, comisiones, donaciones multimillonarias y fundaciones turbias… El escándalo precipitó el fin del reinado de Juan Carlos de Borbón y su exilio en Abu Dabi, pero todos los caminos le siguen conduciendo a Suiza.

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Sobre la firma

Martín Bianchi
Martín Bianchi Tasso es coordinador de Estilo de Vida en El País Semanal y además colabora con la sección de Gente de EL PAÍS. Fue redactor jefe de la revista ¡Hola!, jefe de Sociedad en Vanity Fair y jefe de Gente y Estilo en Abc.

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