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Divorcio del sueño: ¿Qué es mejor, dormir juntos o separados?

Tener habitaciones separadas, como antiguamente hacían las clases altas, o compartir cama solo los fines de semana son nuevas formas de interpretar el deber conyugal de compartir lecho; que ya no es una obligación, sino una opción

DIVORCIO DEL SUEÑO
LEANDRO BAREA

Cuenta una historia oriental que un luchador de sumo muy reputado y que acumulaba muchos trofeos se casó con una joven y empezó a dormir con ella en la cama matrimonial. Tras uno o dos meses, el deportista empezó a sufrir una transformación. Se sentía cansado, sin fuerzas, cada vez le costaba más entrenar y empezó a perder en los torneos. Acudió al médico que, tras varias sesiones en las que lo examinó cuidadosamente y estudió su caso a fondo, llegó a la conclusión de que la pérdida de energía procedía de dormir acompañado. Inconscientemente, el luchador de sumo, que no quería aplastar a su delicada y pequeña esposa, limitaba los movimientos que hacía dormido y que le ayudaban a relajarse y a descargar tensiones. Así, se le prescribió que, después de mantener relaciones sexuales con su mujer, cada cónyuge durmiera en camas separadas. Tras seguir estos consejos, recuperó su energía y volvió a ser el gran luchador que siempre había sido.

Dormir juntos o separados empieza a ser tema de debate entre las parejas, que ya no se ven obligadas al deber conyugal de compartir cama. Especialmente, si se ha pasado la fase de enamoramiento, si la pareja ha alcanzado ya la edad madura, con lo que la conciliación del sueño se vuelve un asunto cada vez más delicado, o si las costumbres nocturnas de ambos son incompatibles. Pero, partiendo de que la salud es lo primero, ¿qué es mejor para un sueño reparador?, ¿dormir solo o acompañado?

En principio, si de lo que se trata es de dormir y no de tener sexo (cosas muy distintas), lo óptimo sería contar con el mayor espacio posible. Una cama para uno solo en la que no haya barreras ni bultos en nuestro camino hacia el descanso, pero no siempre es así. “Existen muchos estudios que demuestran el beneficio emocional de dormir acompañado. Cómo el abrazo o el contacto físico con el otro favorecen el sueño y la producción de serotonina y dopamina”, sostiene la neuróloga Cristina Guijarro, responsable del departamento de Neurología de la Clínica DKF, en Madrid, y especialista en trastornos del sueño. “Pero, además”, continúa, “el contacto estrecho con el otro, a todos los niveles, piel y órganos genitales, beneficia a nuestra microbiota intestinal, que se recambia y enriquece; y a nuestro sistema inmune, que debe trabajar y ponerse en funcionamiento para neutralizar todo tipo de microorganismos no deseados. Evidentemente, esto funciona si en la pareja hay atracción, afecto, confianza. Es como los niños pequeños, que cuando duermen con sus padres se sienten seguros y protegidos”.

El sueño tiene varias etapas, algunas más dinámicas que otras. “En la primera fase del sueño el cuerpo no está relajado, sino que hace unos movimientos fisiológicos, totalmente normales, excepto en aquellas personas que tienen alguna patología, como el llamado trastorno de movimientos periódicos de las piernas. En la fase REM, sin embargo, hay relajación muscular pero mucha actividad cerebral. Es cuando aparecen los sueños”, apunta esta neuróloga.

Pernoctar juntos puede intensificar los sentimientos de amor e unión, pero también puede perturbar el sueño; lo que, a la larga, puede afectar negativamente a la relación de pareja.
Pernoctar juntos puede intensificar los sentimientos de amor e unión, pero también puede perturbar el sueño; lo que, a la larga, puede afectar negativamente a la relación de pareja.SeventyFour (Getty Images/iStockphoto)

Si nos movemos cuando dormimos, la ecuación de más espacio igual a mejor sueño no parece descabellada. Sin embargo, Guijarro argumenta que tener una cama king size no garantiza, necesariamente, que se vaya a dormir mejor que la pareja protagonista de la serie Cuéntame, en su estrecho y casi claustrofóbico lecho matrimonial. “Diría que es algo cultural. Hay tribus que duermen en pequeñas hamacas, colgados de los árboles. A lo largo de la historia los lechos han variado. Algunas camas eran realmente estrechas, y no por eso la gente dormía peor. Es cuestión de acostumbrarse; aunque claro, el que duerma en cama grande, si luego se le pasa a una pequeña, pues lo va a notar”. Según apunta, el sueño reparador depende más bien de lo que se llama la higiene del sueño: “Una serie de condiciones necesarias para un buen descanso que, básicamente, son: oscuridad, silencio, una temperatura adecuada, tirando más a fresca que a caldeada. Además de no comer ni hacer ejercicio antes de ir a dormir; ni beber mucho, porque nos despertaremos para ir al baño”.

¿Será que nos queremos menos?

Sara, 44 años, Madrid, vivía hasta 2021 con una pareja con la que ya no está, y dormían en habitaciones separadas. Por aquel entonces, ella era defensora acérrima del sleeping apart together o de lo que se ha dado en llamar “divorcio del sueño”. “Nos era muy difícil dormir juntos; pero esto empezó ya antes de dejar de tener relaciones sexuales. Recuerdo que íbamos a un hotel y podíamos tener sexo, pero luego, a la hora de dormir, se hacía complicado conciliar el sueño juntos, por eso solíamos pedir habitaciones de dos camas. Él fue el que propuso dormir en habitaciones separadas (afortunadamente el piso nos lo permitía) y a mí, al principio, me sentó mal (¡Ya no me quiere!), pero luego respiré aliviada. Cuando por fin nos separamos, yo seguía con mi síndrome de pernoctar sola hasta el punto de que, si tenía alguna relación esporádica, me era difícil compartir luego el lecho si se quedaba a dormir. Pensaba que estaba condenada a pasar las noches en soledad, hasta que conocí a mi actual pareja. Como por arte de magia, todas mis manías e incomodidades desaparecieron y ahora dormimos siempre juntos, abrazados. Me encanta levantarme y tener a alguien al lado; o despertarte, descubrir que el otro también está despierto, y tener una charla transcendental en mitad de la noche”. La conclusión de Sara es tajante: “El cuerpo expresa nuestras emociones mucho antes de que nosotros nos hayamos dado cuenta de ellas. Nos volvemos exquisitos, quisquillosos y antipáticos a la hora de dormir porque ya no nos gusta la compañía. Yo tengo muy claro que en mi caso fue así”.

Parece, pues, que, en parejas bien avenidas dormir juntos refuerza la relación y las microbiotas. Otra cuestión es cómo se pernocta cuando no se tiene ese grado de complicidad o enamoramiento; lo que tampoco indica necesariamente que haya que solicitar el divorcio. En este caso, poner un poco de tierra de por medio al llegar la noche puede evitar problemas en la relación. Esta es la conclusión a la que llegó un estudio, Sleep and Partners Research 2023, llevado a cabo por The Better Sleep Council, que indicaba que, si bien la mayor parte de las parejas sostienen que duermen mejor si lo hacen juntos, una cuarta parte afirma que descansa más a solas. Pernoctar juntos puede intensificar los sentimientos de amor y unión, pero también puede perturbar el descanso; lo que, a la larga, puede afectar negativamente a la relación de pareja.

Dormir juntos, una idea reciente

La realeza y las clases altas de los siglos XVII y XVIII lo sabían y cada cónyuge tenía su propia alcoba. Eran las clases bajas las que dormían juntas por falta de espacio en las casas. Como consecuencia de las plagas y epidemias que azotaron Europa, para los habitantes del siglo XIX, la higiene se convirtió en una prioridad. Así que muchos expertos de aquella época creyeron que la clave para combatir las enfermedades era eliminar la suciedad en los hogares y mantener las distancias para evitar el contagio de los miasmas que emitían los cuerpos. Así, las camas gemelas se vieron como una visión de futuro para solucionar estos aspectos en las parejas de clase media.

El insomnio no es contagioso, pero no cabe duda de que las perturbaciones en el sueño de uno afectan al compañero de cama.
El insomnio no es contagioso, pero no cabe duda de que las perturbaciones en el sueño de uno afectan al compañero de cama.Westend61 (Getty Images/Westend61)

Pero, la idea sobre el matrimonio cambió después de la Segunda Guerra Mundial o, tal vez, había que repoblar las bajas de los soldados fallecidos y se necesitaba mano de obra. La cuestión es que dormir separados empezó a interpretarse como signo de un matrimonio distante o fracasado; y nadie quería dar esa impresión a sus vecinos cuando se les invitaba a cenar y se les enseñaba la casa. “Todavía muchas parejas mantienen ese prejuicio”, observa Gloria Arancibia Clavel, psicóloga y sexóloga con consulta en Madrid, “o piensan que durmiendo separados van a perder esa conexión física y la oportunidad de tener relaciones sexuales. Tal vez esa ‘relación piadosa’ de cuando uno quiere y el otro no, porque está muy cansado y al final accede, no sea tan frecuente. Pero, no necesariamente por dormir juntos va a haber una mejor vivencia sexual. A veces es bueno echarse de menos y que la calidad prime sobre la frecuencia. Además, el estar separados puede dar pie a numerosos juegos, visitas o asaltos al lecho del otro”.

Para Arancibia todo depende de la las fases de la propia pareja: “Al inicio de una relación siempre hay más deseo de contacto permanente; pero una buena relación de pareja se basa en dos independencias que se unen y negocian cosas. No hay por qué soportar ronquidos o determinadas patologías que impiden el buen descanso en aras del amor; porque, finalmente, eso va a pasar factura a la relación. Hay, además, modalidades intermedias como dormir separados entre semana y juntos las noches del viernes y sábado, que pueden ser muy interesantes”, comenta esta sexóloga.

Cristina Guijarro recuerda al refranero que nos avisa: “Dos que duermen en un colchón se vuelven de la misma condición; lo que no quiere decir que el insomnio sea contagioso, pero no cabe duda de que las perturbaciones en el sueño de uno afectan al compañero de cama”. También se dice que cómo pasemos la noche determinará cómo va a ser nuestro día. Hay, pues, que buscar el menú nocturno que más se adapte a las necesidades y apetencias; y no olvidar que también se puede tener sexo a la luz del día.

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