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Seis actitudes para tener mejores relaciones sexuales

Si el órgano sexual por excelencia es el cerebro, la habilidad erótica residirá más en nuestro talante que en nuestro físico. Erotizar el día a día, seguir algunos de los rituales del sexo o mantener una mentalidad de principiante mejora las artes amatorias

Relaciones sexuales
Mantener la mentalidad del principiante o erotizar el día a día son algunas fórmulas para tener una vida sexual más satisfactoria.Jerome Tisne (Getty Images)

Solemos relacionar el sex appeal, es decir, el atractivo sexual, con el físico; lo que no siempre es correcto. Pero nuestro error va más allá al pensar que ser sexy es igual a ser bueno en la cama. Tener el culo de las Kardashian, la cara de Scarlett Johansson, el cuerpo de Emily Ratajkowski o el six-pack de Chris Hemsworth no garantiza triunfar entre las sábanas; lo que es una buena noticia para la mayoría de los mortales, desprovistos de estos encantos. Un buen chasis puede convertirnos en objetos de deseo; pero lo que realmente nos transforma en amantes deseables y experimentados es la actitud, el mobiliario mental con el que abordamos una relación sexual, la manera que tenemos de hacer las cosas. Afortunadamente, la actitud se cultiva, se trabaja, se entrena y no requiere de cirugía estética, gimnasios y largas sesiones de abdominales. He aquí algunas actitudes que comparten los entendidos en las artes amatorias.

Crear un clima de confianza y relajación

Habrá parejas de larga duración que nunca hayan conseguido crear una atmósfera de confianza y relajación y amantes de una sola noche que hayan logrado un nivel de entendimiento y complicidad envidiado por la mayoría. Solemos pensar que esto se debe a la química, y que hay personas con las que conectamos y otras con las que no; lo que sin duda es cierto, pero no podemos contentarnos con pensar que esta sublime sincronía solo nos la puede proporcionar la diosa fortuna.

Una relación sexual es una situación vulnerable en la que, para dejarse llevar —requisito esencial para el disfrute— se precisa de un ambiente donde poder ser uno mismo, donde haya espacio para abrirse, donde no haya recelos para expresar las emociones o preferencias. Solo entonces se pueden explotar al máximo las capacidades de dar y recibir placer. Y esto se consigue con el buentrato, palabra que habría que escribir junta, aunque no existe como tal, en oposición al maltrato.

La empatía y la escucha atenta y activa (no solo de las palabras, también de los ritmos de la otra persona) crean un entorno de confianza y relajación que favorece cualquier experiencia.
La empatía y la escucha atenta y activa (no solo de las palabras, también de los ritmos de la otra persona) crean un entorno de confianza y relajación que favorece cualquier experiencia.Yana Iskayeva (Getty Images)

¿A qué nos referimos cuando hablamos de buentrato en el sexo? “Son determinadas conductas de cuidado erótico, como por ejemplo la empatía, que implica estar atento y abierto a las señales que nos manda la otra persona”, señala Miren Larrazabal, psicóloga clínica, sexóloga, presidenta de SISEX (Sociedad Internacional de Especialistas en Sexología) y miembro del LYX, Instituto de Urología y Andrología, en Madrid. “La escucha es también importante, saber escuchar y no solo con los oídos sino con los ojos, para captar la expresión de emociones, ya sea verbal o no verbal”, continúa Larrazabal. “Y, al mismo tiempo, emitirlas para que el otro/a esté al tanto de lo que estamos sintiendo. Los suspiros, silencios, jadeos no solo expresan un sentir, también ayudan a la pareja a excitarse y a entrar en el juego erótico. Uno debe sentirse bientratado para abrirse al placer y para dar placer al otro”, sentencia esta sexóloga.

Mantener la mentalidad del principiante

Si cada relación sexual es única e irrepetible, incluso con la misma pareja, las reglas fijas dejan de serlo porque hay una infinidad de variantes que dificultan su existencia. Sin embargo, abundan los expertos que creen saberlo todo sobre el arte amatorio. “De hecho, hay más expertos que expertas”, subraya Raúl González Castellanos, sexólogo, psicopedagogo y terapeuta de pareja del gabinete de apoyo terapéutico A la Par, en Madrid, “ya que, es muy común que el hombre haga galantería de su expertise; ya sea porque se ha acostado con muchas mujeres a las que ha dejado plenamente satisfechas o porque está licenciado en pornografía”. “Recuerdo una pareja que tuve en consulta. Él, que era arquitecto, no entendía por qué a su mujer no le gustaba la forma que tenía de acariciarle el pecho, cuando era algo alabado por sus anteriores parejas”, ejemplifica.

En el extremo opuesto al experto debería ir el inexperto; pero yo prefiero llamarlo inseguro. Son los que dicen “pero tú tienes que ir guiándome, diciéndome lo que te gusta y lo que no”, lo que convierte la relación erótica en una llamada a tu proveedor de telefonía móvil, con el interrogatorio previo a cargo de un contestador automático. Cuando hablo de mentalidad de principiante no me refiero a olvidar todo lo aprendido por la experiencia; sino a tener muy claro que toda esa valiosa información puede descartarse en un momento dado. No a todas las mujeres, ni a todos los hombres, les gustan las mismas cosas. Incluso las preferencias de una persona pueden cambiar con el tiempo o en circunstancias determinadas. La filosofía con la que hay que llegar a una relación sexual es la del explorador. Hay que ir bien equipado, con comida, cantimplora, herramientas y estar abierto a cualquier sorpresa o descubrimiento que ocurra.

No tener metas, disfrutar del recorrido

La tradición de dividir la relación sexual entre preliminares y coito ha arruinado y acortado muchas vidas sexuales, que solo contabilizan como válidos aquellos encuentros completos que acaban con orgasmo. Esto crea también una cierta ansiedad. Lo explica Antoni Bolinches, licenciado en Filosofía, Psicología, sexólogo y profesor del máster en Sexología Clínica y Salud Sexual en la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona, así como autor de varios libros sobre sexualidad: “Las preocupaciones del hombre frente a una relación sexual tienen que ver con su control eyaculatorio y el tamaño de su pene; mientras que en la mujer sus inseguridades son más de origen psicoestético (¿me encontrará deseable?) y de respuesta orgásmica”.

Debemos reivindicar todas esas prácticas no coitales y darle el enorme valor que tienen en la vida erótica.
Debemos reivindicar todas esas prácticas no coitales y darle el enorme valor que tienen en la vida erótica.Colin Anderson Productions pty l (Getty Images)

Esto hace que muchos y muchas se enfrenten a un encuentro erótico como si fuera un examen final que hay que aprobar y, por supuesto, llegar al orgasmo. “En el capitalismo sexual tiene que haber rendimiento, competitividad, rentabilidad y cuenta de resultados”, comenta Larrazabal, quien recuerda que, en consulta, una frase muy típica es la siguiente: “Aunque he tenido mucho placer no he llegado al orgasmo”. “Deberíamos desterrar la palabra preliminares, que tanto daño ha hecho. Lo ideal sería disfrutar del viaje y no centrarnos solo en alcanzar la meta, porque esa ansiedad anticipatoria es la que, a menudo, merma nuestra capacidad de disfrute. Besar, abrazar, chupar, lamer, estimular deberían ser metas en sí mismas”. Bolinches aboga por un sexo cómodo, que “sin demasiada inversión de tiempo y energía consigue que los dos satisfagan sus respectivas necesidades. No hay que forzar, ni vivir el encuentro como una prueba suprema, sino reforzar la pareja”. Y Raúl González propone reivindicar todas esas prácticas no coitales y darle el enorme valor que tienen en la vida erótica.

Erotizar el día a día

Decía la psicoterapeuta y escritora belga Esther Perel que “los preliminares empiezan al final de tu último orgasmo”, haciendo alusión a que la dimensión erótica debería desparramarse de la cama para inundar el mundo y el día a día. Porque una característica de la sexualidad del siglo XXI es que está cada vez más desprovista de erotismo. Hollywood hace tiempo que ha suprimido las escenas subidas de tono de sus películas. Ese erotismo para todos los públicos de los taquillazos de los ochenta y noventa. A cambio, tenemos el porno puro y duro y, entremedias, alguna que otra serie a destacar. Algo parecido ocurre con la vida real, que oscila entre el automatismo y el descontrol. “Sociológicamente, ha sido tan fácil todo lo referente a la sexualidad que el sexo se ha deserotizado. Ya lo decía Antonio Gala: ‘La sociedad nos da facilidades para hacer el amor, pero no para enamorarnos’. Se ha perdido la capacidad de seducción y, a menudo, llegamos a la relación desposeídos de un requisito previo: el deseo orientado al sujeto. Es lo que yo llamo una sexualidad atlética, con mucha técnica y poca emoción”, señala Bolinches.

“La sexualidad es algo bio-psico-social, es decir, que todo lo que ocurra en la sociedad también le afecta; por eso acusa los mismos pecados de hoy en día, como la inmediatez”, apunta Larrazabal. Y continúa: “Pasas de estar en la oficina a un encuentro erótico que debe ser perfecto. Ya no hay cabida para el juego erótico o la seducción, que es la incertidumbre. No podemos perder el tiempo con esas cosas, queremos certezas y quedar con alguien sabiendo ya que va a haber sexo, porque el fin se ha puesto por delante. Perdemos así las habilidades de seducción, incrementadas por el abuso de la tecnología, donde no funcionan los mismos códigos que en el cara a cara”.

Ejercitar el sano egoísmo

Entre el egoísta, que solo busca su placer, y el altruista, que vive para satisfacer al otro, está el buen amante, que se sitúa en el medio. “Alguien dijo que la unión de dos personas era la unión de dos deseos y dos egoísmos. Yo lo amplío a cuatro, ya que cada persona tiene dos deseos (el de desear y ser deseado) y dos egoísmos (quiero pasármelo bien y quiero que el otro disfrute conmigo). Y compaginar todos estos elementos no siempre es fácil”, argumenta Raúl González.

Las técnicas de supervivencia enseñan que, primero, hay que estar a salvo para intentar luego salvar a los demás. Con el sexo pasa lo mismo.
Las técnicas de supervivencia enseñan que, primero, hay que estar a salvo para intentar luego salvar a los demás. Con el sexo pasa lo mismo.Westend61 (Getty Images/Westend61)

Las técnicas de supervivencia enseñan que, primero, hay que estar a salvo para intentar luego salvar a los demás. Ese mismo orden de prioridades es extrapolable al sexo, y numerosos estudios confirman que estar atento a las propias sensaciones físicas y emocionales puede mejorar la relación sexual y de pareja. Los objetivos centrados en uno mismo son compatibles con la preocupación por el bienestar y el placer del otro. Esto es lo que predica el mindfulness aplicado a la sexualidad, que propone cambiar la relación desde un trabajo personal.

El sano egoísmo, la persecución del propio placer durante el sexo, hace que uno se vea aliviado de la ansiedad de satisfacer al otro. Sin contar con que ver cómo alguien disfruta puede contribuir a calentarnos aún más. Se ha comprobado que los hombres segregan más testosterona cuando la mujer está excitada y pasándoselo bien.

“Que los malos sean un poco buenos y los buenos un poco malos, y todos se curarán”, sentenció Walt Whitman. Para muchos, tal vez sea hora de dejar de dar tanto y empezar a coger. Porque, además, el que trata de perseguir su bienestar está, en parte, contribuyendo a un mundo mejor. Mientras el altruismo es, en muchas ocasiones, una forma disfrazada de arrogancia.

Observar los rituales del sexo

Algunos relacionan la liberación sexual con la banalización del sexo. Naturalizar la sexualidad es para ellos/ellas abandonar todos y cada uno de los rituales que había en torno a la interacción erótica. Olvidan que una buena relación sexual debe tener sus rituales y su teatralización, que nada tienen que ver con fingir o pretender ser lo que no se es. “A los seres humanos nos encantan los ritos”, puntualiza Larrazabal, “y la sexualidad también tiene los suyos: cuidar el cuerpo, perfumarse, vestirse de una manera especial, seducir al otro, hablarle de una determinada manera... Hay que entrar en el juego e interpretar un papel, práctica que contribuye a crear un clima erótico, excitarse y provocar al otro. En psicología se utiliza mucho una herramienta que llamamos ‘actuar como si’, y que consiste en teatralizar una situación a la que queremos llegar”. Y la psicóloga termina con un ejemplo: “A los depresivos se les suele decir que actúen como si estuvieran alegres y que finjan la risa. La mayoría acaban riendo de verdad. De igual manera, en los casos de anorgasmia proponemos a las mujeres, como parte de la terapia, que finjan orgasmos y que actúen, giman y se muevan como si estuvieran teniendo uno real, porque la conducta puede modificar las emociones”.

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