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Del romántico al líquido, y ahora ¿qué hay de nuevo en nuestro concepto del amor?

Acompañado de numerosos adjetivos a lo largo de la historia, este sentimiento universal es también una construcción cultural que cambia con los tiempos y que adopta nuevas formas, porque Cupido también quiere estar al día. La lección pendiente estaría en desligar al amor de la felicidad

Los amantes Rene Magritte
El cuadro 'Los amantes', de René Magritte.MoMA (Herscovici, Brussels / Artists Rights Society, New York)

Entre las miles de canciones que hablan del sentimiento universal del amor se podría escoger una en concreto, The Glory of Love, con la versión interpretada por Clyde McPhatter, porque habla de los claroscuros de ese estado que identificamos con el séptimo cielo. “Tienes que dar un poco, tomar un poco y dejar que tu pobre corazón se rompa un poco. Así es la historia. Así es la gloria del amor. Tienes que ganar un poco, perder un poco y llevar siempre dentro un poco de tristeza. Así es la historia. Así es la gloria del amor”, reza el tema musical.

Pero el amor, tan antiguo y por el que nunca pasa el tiempo, debe reinventarse continuamente para seguir siendo el mismo. Por eso ha tenido tantos adjetivos a lo largo de la historia: cortés, romántico, libre, consciente. El sociólogo Zygmunt Bauman creó el término “amor líquido” para definir las relaciones interpersonales de la postmodernidad, caracterizadas por la falta de solidez y con tendencia a ser superficiales, fugaces, etéreas y sin compromiso. ¿Seguimos en el paradigma del amor líquido o este ha pasado ya a ser gaseoso?

“Ahora mismo estamos en el amor narcisista”, cuenta Joan Garriga, psicólogo, cocreador del Institut Gestalt de Barcelona y autor de numerosos libros, entre ellos El buen amor en la pareja y Bailando juntos. La cara oculta del amor en la pareja y en la familia (ambos de la editorial Destino, 2013 y 2020). “Lo que hoy preside nuestras vidas es el yo personal, aunque, al mismo tiempo, nuestro cerebro límbico, de mamíferos, sigue buscando el vínculo. Por lo tanto, se llega a un híbrido de amor narcisista. Buscamos a otro que confirme la idea que tenemos de nosotros mismos. Hay una frase en una canción de Joan Manuel Serrat que ilustra muy bien esto y que dice: ‘Podías tener el detalle de ser tal y como te imaginé”, afirma Garriga.

Marisol Delgado, psicóloga y especialista en psicoterapia por la European Federation of Psychologists Associations (EFPA), con consulta en Avilés, no se atreve a buscar un solo adjetivo para el amor de ahora mismo, porque cree que conviven muchos modelos al mismo tiempo. “Estamos en un momento de cambio. Una sociedad se desmorona y nace otra nueva; así que convergen muchas tendencias a la vez. Hay nuevos tipos de relación: poliamor, parejas abiertas, LAT (Living Apart Together —algo así como vivir juntos estando separados—), estar juntos pero vivir separados y, a la vez, perviven patrones de antes, como el del amor romántico, que vuelve con fuerza entre algunos sectores de la juventud (celos, pruebas de amor, etcétera). A esto se une el hecho de que los nuevos modelos requieren de más comunicación y acuerdos. En una palabra, trabajo, pero todavía tenemos instaurada la idea de que el amor se encarga de todo. En el amor todo fluye y lo único que tenemos que hacer es dejarnos llevar. Por si fuera poco, a toda esta ensalada se une el hecho de que ponemos muchas expectativas en el amor, somos muy exigentes, y toleramos muy poco la frustración. Así que la gente está muy perdida”.

Años de amor líquido, Tinder y promiscuidad aséptica han hecho que muchos se replanteen sus relaciones. Francisca Molero, ginecóloga, sexóloga, directora del Instituto Iberoamericano de Sexología y presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología, afirma: “Seguimos en el modelo de Bauman, pero ya hay mucha gente que busca el amor sensual y de vínculo. Se huye de conocer a mucha gente y tener muchas relaciones sexuales para buscar más intimidad emocional, que no tiene nada que ver con el amor romántico, sino que se quieren relaciones más sentidas. Se anhela la conexión y la intimidad”.

La pulsión entre la aspiración a ser independientes y la necesidad biológica de amar y ser amados perfila las relaciones sentimentales porque, además, el amor es la parcela de la vida donde casi todo el mundo espera encontrar la felicidad. Podemos permanecer en un trabajo mediocre y aburrido, con un jefe miserable, y nadie nos instará a abandonarlo; pero en cuanto contamos que nuestra relación de pareja tiene goteras, la mayoría aconsejará zanjarla y acabar cuanto antes. El reciclaje, el arreglar algo para seguir utilizándolo, conceptos tan de moda en tiempos ecosostenibles, no parecen poder aplicarse al amor, que exige un reemplazo a la primera de cambio.

“La pareja es la relación donde llevamos, con más fuerza, quienes somos y donde más arriesgamos nuestro corazón, por eso hay tantos conflictos, fricciones y se sufre tanto”, cuenta Joan Garriga. “Pero, además, a la pareja llevamos el escenario infantil, la manera en cómo aprendimos a vincularnos de pequeños. Por eso, todos los problemas no resueltos se verán reflejados en la relación. Si tuvimos un apego seguro eso facilitará las relaciones amorosas, y viceversa. Finalmente, la pareja está muy exigida actualmente, porque antes la gente repartía sus relaciones entre la familia, los compañeros de trabajo, los amigos, los vecinos; pero ahora muchas de esas conexiones fallan. Falta red y sentimiento de comunidad, así que la pareja es la tabla de salvación, el único proveedor de amor, cariño, protección y amistad”, señala el psicólogo y escritor.

Se huye de conocer a mucha gente y tener muchas relaciones sexuales, para buscar más intimidad emocional, que no tiene nada que ver con el amor romántico. Se anhela la conexión y la intimidad
Francisca Molero, ginécologa, sexóloga y directora del Instituto Iberoamericano de Sexología

A lo largo de la historia, hemos aprendido a separar amor de sexo. Algunos, no todos, han logrado diferenciar entre amor y enamoramiento, ese estado tan fascinante y divertido donde no hay que tomar drogas porque el cuerpo las segrega ya por sí mismo. La lección pendiente estaría en desligar al amor de la felicidad. Pueden tener muchas cosas en común, ser parientes cercanos, pero no son la misma cosa. El papel del amor no es ser un repelente del dolor o los problemas. Mientras permanezcamos vivos, estos seguirán llegando, de golpe o en cómodos plazos mensuales. De hecho, según sostiene Marisol Delgado, “lo que más refuerza una relación sentimental es el hecho de sentir que, aunque haya dificultades, el vínculo no se va a perder a la primera de cambio. Tener la certeza de que la otra persona va a estar a nuestro lado, apoyándonos”.

Los que no han hecho la disociación amor-felicidad vivirán oteando relaciones tóxicas y huyendo de ellas como del mismo diablo. ¡Cuántos artículos se escriben al respecto! Y, ciertamente, hay personajes que llevan escrito en la frente enemigo público número 1. Pero, ¿y si los tóxicos somos nosotros? En palabras de Delgado: “Excepto en casos de maltratadores o psicópatas, siempre digo que la toxicidad está en la interacción; y, además, echar siempre la culpa al otro/a, diciendo que es tóxico, es una actitud muy victimista”.

Si olvidamos la idea de que el amor nos bendecirá con una vida alegre y despreocupada, es probable que perdamos el horror al fracaso, porque, según Francisca Molero, al amor hay que aproximarse sin miedo. “Todo el mundo tiene sus heridas y nadie quiere que le hagan daño, pero no se puede estar a la defensiva, eso no ayuda nada a la hora de disfrutar; porque una relación de pareja no es uno más uno, sino que es un ecosistema nuevo, a menudo, impredecible. Puede durar mucho o poco, pero es difícil que tenga una larga vida si no hay satisfacción sexual e intimidad emocional, porque el amor necesita encarnarse”.

El psicólogo John Gottman y su mujer Julie Gottman han estudiado el amor y las relaciones amorosas durante años y han escrito libros al respecto. Según estos expertos, entre las variantes del fracaso están el desprecio, la actitud defensiva, la crítica frecuente a la personalidad del otro, la falta de comunicación y negociación. Mientras, entre las del éxito contaríamos: la confianza y el compromiso, el respeto a las diferencias, mostrar y expresar cariño, tolerancia, trabajo en equipo e interés por las cosas de otro.

“Haz el amor y no la guerra” era la consigna de los años setenta. Aunque se ve poco antibelicista últimamente, según Joan Garriga: “Aunque vivimos en una cultura guerrera, que promueve el enfrentamiento, la naturaleza del ser humano es amorosa. Las personas donde predominan la bondad y lo amoroso son mayoría, lo que pasa es que no salen tanto en los medios”.

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