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Cráneos trepanados, armas asesinas y un garrote vil de ejecuciones: el gabinete de curiosidades del profesor Reverte Coma

La colección de piezas que reunió a lo largo de su vida el que fuera director de la Escuela de Medicina Legal de la Universidad Complutense de Madrid es lo más parecido a un museo del crimen que hay en España, pero cerró sus puertas en la pandemia y no volverá a abrir

Museo Reverte Coma en la facultad de medicina de la Complutense.
Museo Reverte Coma en la facultad de medicina de la Complutense.Luis Sevillano
Patricia Peiró

Los crímenes de Jarabo, un niño bien de Madrid, están escritos a fuego en la historia criminal española. No podía ser menos teniendo en cuenta que al juicio acudió hasta Sara Montiel. Este hombre de buena planta y vida alegre asesinó a tiros en 1958 a dos prestamistas, a la mujer y la asistenta de uno de ellos. Todo en su vida delictiva fue objeto de las crónicas periodísticas, incluida su ejecución en el garrote vil. Su fuerte complexión hizo que tardara 20 minutos en morir, un final agónico que hizo a las autoridades replantearse el sistema y que provoco que Jarabo fuera el último condenado a muerte en España por la justicia ordinaria. El instrumento de la muerte, ese garrote vil, uno de los pocos originales que se conservan, preside una de las salas del museo Reverte Coma, en la facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid.

Esta especie de gabinete de curiosidades oculto tras la puerta de un anodino pasillo de la universidad es fruto de los viajes por el mundo, la curiosidad insaciable y los contactos del profesor José Manuel Reverte Coma, fundador, en 1981, del primer laboratorio de antropología forense de España. Solo unos carteles con caras de asesinos nacionales e internacionales y otro con primeros planos de diferentes heridas mortales pemiten adivinar que estas dependencias han jugado un papel importante en la historia criminal de España. Reverte Coma, nacido en 1922 y fallecido en 2017, es tildado por muchos como un hombre del Renacimiento. Él se definía como un “loco de los huesos”.

Sin haber cumplido 30 años, fue enviado por la Organización Mundial de la Salud a Panamá en los años 50 a una comunidad que no había visto un médico en su vida. después viajó a Egipto a analizar momias y recorrió Siria e Irak en una expedición para estudiar ruinas, viajó en el Transiberiano y en su libreta de viajes no faltan Australia y Nueva Zelanda. No es difícil imaginar cómo fue para este profesor conocer culturas tan lejanas como fascinantes. De ellos recopiló una decena de momias que ya reposan para la eternidad en el campus madrileño y casi un millar de calaveras. “Reunió una impresionante colección de piezas de todo tipo relacionadas con la antropología, algunas se las traía y otras se las mandaban. En el museo también hay una gran parte de elementos de la antigua facultad de Medicina, antes de que se trasladara desde Atocha”, explica Bernardo Perea, director de la Escuela de Medicina Legal de la Universidad Complutense de Madrid y del museo. En medio de su lista de viajes exóticos, le dio tiempo a ser alcalde de Benidorm en los años setenta.

El garrote vil en el que fue ejecutado, entre otros, Jarabo.
El garrote vil en el que fue ejecutado, entre otros, Jarabo.Luis Sevillano

Entre los cráneos trepanados, una calavera decapitada en Filipinas en la época colonial, un precioso maletín con el instrumental antiguo de las Escuela de Medicina Legal de Madrid, herramientas de autopsias de principios del siglo XX y mandíbulas que aún conservan dientes de leche, destaca una máscara que imita la cara de un hombre con bigote y que impacta por su realismo. Es un trampantojo que fabricó un preso de la prisión Modelo de Barcelona con miga de pan para engañar a los funcionarios y fingir que dormía cuando se estaba escapando. La máscara está rodeada de pistolas caseras, navajas con coloreadas empuñaduras, punzones y un libro con huecos entre sus páginas para colar elementos prohibidos en la cárcel. “Son donaciones de instituciones penitenciarias, todas armas reales usadas en delitos y crímenes sobre todo de los años 30”, resume el director del museo. A lo largo de su trayectoria, Reverte Coma colaboró con la Policía y la Guardia Civil en centenares de peritajes y, en más de una ocasión, permitieron al profesor conservar los restos analizados.

Bernardo Perea, actual director del museo Reverte Coma.
Bernardo Perea, actual director del museo Reverte Coma.Luis Sevillano
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Algunas de las piezas que un día estuvieron expuestas, hoy se conservan en una habitación cerrada en otro pasillo de la Complutense donde duermen muchas de las víctimas que un día estuvieron en la mesa del profesor Reverte Coma. “Hay cientos de piezas y harían falta órdenes judiciales para poder acceder a cada una de ellas”, advierte Perea. En uno de esos estantes, la imaginación permite visualizar dos calaveras. Las de las víctimas del legionario Santiago Sanjosé Pardo, el asesino de la taberna del Lobo Feroz. En 1989, cuando un albañil estaba picando una pared para empezar una reforma en un mesón cercano al Palacio Real de Madrid, se espantó al ver lo que parecía un cuerpo humano. A su lado, otro esqueleto emparedado. La policía, que por entonces ya sabía de la valiosa ayuda de Reverte Coma, envió al profesor los restos. Su aportación fue fundamental para establecer un perfil del autor, el modo de la muerte y el arma empleada, un cuchillo jamonero de 25 centímetros.

Armas de la vitrina de criminalística del museo.
Armas de la vitrina de criminalística del museo.Luis Sevillano

El espacio que legó Reverte Coma es lo más parecido a un museo del crimen en España, pero sus puertas cerraron con motivo de la pandemia y es casi imposible que vuelvan a abrir. “Es una tendencia genralizada que los restos humanos no sean objeto de exposición al público, queremos evitar el morbo, solo va a quedar accesible para investigadores o alguien con un motivo justificado para ver la colección”, señala Perea. El debate sobre la fascinación por el mal y quienes lo ejercen ha resurgido con motivo de la celebración anglosajona de Halloween, después de que varias tiendas tuvieran que retirar el disfraz del asesino en serie Jeffrey Dahmer. En Estados Unidos, donde de casi todo se puede hacer negocio, la antigua cárcel de Alcatraz inspira un museo en el que se puede ver desde el rosario de Al Capone, hasta el coche que utilizaba Ted Bundy para acechar a mujeres, así como conocer la historia de algunas de las víctimas de los criminales más mediáticos y las técnicas de policía científica que se usan para resolver crímenes.

Decía Reverte Coma que los huesos hablan. A él, una simple pieza dental podía indicarle la profesión de una víctima de asesinato. La Complutense custodia el impresionante legado de este sabio de los huesos, una colección que quedará reservada para ojos expertos.

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Sobre la firma

Patricia Peiró
Redactora de la sección de Madrid, con el foco en los sucesos y los tribunales. Colabora en La Ventana de la Cadena Ser en una sección sobre crónica negra. Realizó el podcast ‘Igor el ruso: la huida de un asesino’ con Podium Podcast.

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