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Madrid celebra un Orgullo masivo contra la regresión: “Hay más odio que antes”

Más de 600.000 personas, 300.000 más que en 2019, marchan en Madrid en la gran manifestación del Orgullo bajo el lema ‘Frente al odio: Visibilidad, Orgullo y Resiliencia’

Manuel Viejo

A veces, todo lo que pasa en Madrid está en la hermosa fuente de Cibeles. También el Orgullo. Hace unos días le preguntaron al alcalde, José Luis Martínez-Almeida, si tenía previsto acudir a la manifestación de este sábado. Necesitó una repregunta para contestar: “No, como tampoco fui los años anteriores y no pasó absolutamente nada”. La frase más utilizada esta semana por gran parte de sus concejales ha sido siempre la misma: “El Orgullo se celebrará como todos los años [...], el edificio del Ayuntamiento y la fuente de Cibeles se iluminarán con los colores de la bandera arcoíris”. Pero el viernes, mientras Isabel Pantoja ponía patas arriba la plaza de España, las luces de Cibeles fueron azules. No hubo colores. El Ayuntamiento publicó un mensaje en Twitter donde explicaba la decisión: “Iluminamos la fuente de azul con motivo del Día Mundial de las alergias”. Sí, el 8 de julio existe un Día Mundial de las Alergias.

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Poco ha importado que dos años después la gran marcha del Orgullo saliera a las calles este sábado, de nuevo. Entre 600.000 y 700.000 personas, según la Delegación de Gobierno, se han congregado por el centro de Madrid bajo el lema Frente al odio: Visibilidad, Orgullo y Resiliencia. Había muchas ganas de Orgullo. Las previsiones de los organizadores rondaban el millón. Con las cifras en la mano, eso sí, son 300.000 más que la última gran marcha de 2019. Con todo, la única cuenta oficial de la capital que ha lanzado un mensaje sobre la manifestación ha sido la de Emergencias, que ni siquiera ha sido compartida por el Ayuntamiento de la capital, tampoco por la Comunidad de Madrid, en el que se indicaban los cuatro puestos médicos con los que contaba el recorrido.

Sí han acudido, en cambio, los ministros socialistas de Interior, Fernando Grande-Marlaska; y de Educación, Pilar Alegría, así como las responsables de Igualdad, Irene Montero, y de Derechos Sociales, Ione Belarra, de Unidas Podemos. Montero ha asegurado a la comunidad LGTBI+ que “jamás va a volver a haber un país sin ellos, sin ellas y sin elles”. “Va a haber leyes para reconocer todos sus derechos, y la ley trans y LGTBI antes de que acabe este año va a ser ley”, aunque después ha matizado que el plazo dependerá de la tramitación parlamentaria de la norma. “Vamos a estar a la altura para que todas las personas LGTBI puedan ir a su trabajo, pasear de la mano, ser quienes son sin culpas y sin miedo”, ha prometido. “Nuestra diversidad es nuestro mayor orgullo. Reivindiquémosla; celebremos lo que somos, el derecho a ser quien queramos ser”, ha escrito el presidente, Pedro Sánchez, en su cuenta de Twitter.

Para entender cómo ha cambiado el país con las manifestaciones LGTBI basta con mirar una foto de 2017. Aquellos días de junio, la capital fue sede mundial con más de un millón de personas en las calles. Cristina Cifuentes, por entonces presidenta de la Comunidad por el PP; Manuela Carmena, alcaldesa por aquella época de Ahora Madrid; Albert Rivera, que lideraba Ciudadanos; y Pablo Iglesias, que dirigía Podemos, acudieron a la manifestación. La hemeroteca conserva como oro en paño un vídeo de todos ellos haciendo una conga en el escenario principal. Hay que frotarse los ojos y repetirlo de nuevo: todos los partidos ―del PP a Podemos, Vox apenas cosechaba un puñado de votos y no tenía cargo institucional― reivindicaron de la mano los derechos sociales de este colectivo. Bailaron de un lado a otro del escenario, agarrados de la cintura. Chapurreaban a capela el ya himno tradicional de Alaska tan repetido estos días: “Yo soy así, y así seguiré, nunca cambiaré...”.

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Cinco años después de esa unidad política... no quedan ni las cenizas. Isabel Díaz Ayuso, como Almeida, no ha acudido a la marcha. Tampoco ha dejado mensaje alguno en sus redes sociales, donde es siempre muy activa. La realidad es que todo ha cambiado muy rápido en los últimos cinco años en Madrid. La última vez que se colgó la insignia del arcoíris en el Ayuntamiento y en la Comunidad fue en 2019. El PP madrileño justifica ahora su negativa basándose una sentencia judicial que ha dejado abiertas muchas lagunas. Esto ha provocado que, sumado a que tampoco se han aumentado los niveles de ruido para los conciertos como otros años, los organizadores hablan de “boicot institucional” en sus reivindicaciones.

La presidenta de la Federación Estatal de Gays y Lesbianas, Uge Sangil, dijo hace unas semanas que Almeida no era el alcalde de todos si no colgaba la bandera arcoíris. Al escuchar estas palabras en directo, dos concejales del PP se levantaron inmediatamente de sus asientos. “La bandera se lleva por dentro”, dijo uno de ellos. Desde 2019, el PP madrileño no está nada cómodo con el Orgullo. Los populares de Zaragoza, por ejemplo, sí la ondean este año. Hasta la vicealcaldesa de Madrid, Begoña Villacís, de Ciudadanos, que sí ha acudido a la marcha, presionó a los populares hasta última hora para ondearla, sin éxito. Lo mismo ha sucedido en el edificio principal de la Puerta del Sol. A finales de mayo, eso sí, se colgó una pancarta en el balcón felicitando al Real Madrid por el reciente título de la Liga de Campeones.

A veces, sí, todo lo que pasa en Madrid está en Cibeles. Hace una semana, cinco banderas del símbolo de la OTAN ondeaban en la fuente. Ahora, sin embargo, es turno para las de Ucrania. El Orgullo ha cambiado tanto que se ve hasta en la forma de retransmitirse. Telemadrid, que venía haciendo programaciones especiales durante estas marchas, ha optado este sábado por recortar la retransmisión. En su lugar ha emitido una corrida de “toros jóvenes”.

Todo, en definitiva, ha virado muy rápido desde 2019. La entrada de Vox ―con cuatro concejales en el Ayuntamiento― aupó a Almeida hasta el bastón de mando. Desde este momento, la extrema derecha ha ido señalando al colectivo LGTBIQ+ como un lobby en casi todos los plenos mensuales. Rocío Monasterio, la líder del partido en la región y que aupó también a Ayuso en 2019, defiende abiertamente las terapias para dejar de ser homosexual, denostadas por la Asociación Mundial de Psiquiatría por su ineficacia y por el daño y los efectos adversos que provocan. Contra todo esto y, sobre todo, contra la regresión global que acecha estos días los principales rincones del planeta, se han congregado cientos de miles ciudadanos de todas partes del mundo por los alrededores de la Cibeles.

“Sí, ahora hay más odio ahora que antes. La gente se está cerrando más”, cuentan Álvaro Gabriel, madrileño de 39 años, y José Nadal, malagueño y 38, con su hija, Yadira, de cuatro, de la mano. Es su primera gran manifestación del Orgullo con la pequeña. “La derecha se cree que estamos ocupando un lugar que no nos corresponde”, dice Gabriel. “Yo pago los impuestos igual que el resto. Es sencillo: tengo que tener los mismos derechos. Mi hija no es más que nadie, pero tampoco menos”. Uno es enfermero, el otro, teleoperador. La niña, con dos coletas muy coquetas, sonríe y salta y salta. Algún día entenderá por qué salió este 9 de julio con sus dos padres.

Ahí están los datos: los delitos de odio en España han aumentado un 45% desde 2013, un 10% en el último año. El miedo a denunciar también ha crecido. Solo una de cada diez víctimas denuncia ante la policía, según reveló una encuesta realizada por el Ministerio del Interior en 2021. La marcha contra todo y, pese a todo, ha sido alegre, reivindicativa, llena de pancartas. “Vive y deja vivir”. “Folla, no jodas”. “No distingue el amor, ni sexo, ni color”. “España es de todos. Sin exclusión”. También batucadas, muchas batucadas. Y cánticos: “Almeida, te irás y el orgullo seguirá”.

Muchos manifestantes no olvidan que la última vez que salieron a la calle, Vox les propuso que deberían irse a la Casa de Campo. Manolo Rosado, de 39 años, viene de Sevilla con un manto arcoíris similar al que lució María del Monte hace unas semanas. “La llamamos la bandera LGTBI andaluza”. Rosado es presidente de la Red de Estatal de Municipios Orgullosos:

―¿Cómo ve al municipio de Madrid?―.

― Bastante gris a nivel institucional, pese a la diversidad de su ciudadanía.

―¿Y a La Pantoja?―.

―Todo lo que se muestra, bienvenido sea.

En el cierre de la marcha en la plaza de Colón, activistas del colectivo han leído un manifiesto en el que han advertido de que pararán “el odio que ya está aquí”, no solo contra ellos sino también contra otros grupos vulnerables, y han prometido que seguirán luchando por la libertad y la igualdad. “Gritan desde las instituciones terribles discursos de odio: nos estigmatizan, señalan, nos culpan de problemas reales e inventados, nos presentan como personas con privilegios o peor, como amenazas”, alerta el documento, que recuerda la lucha del colectivo durante 30 años, en los que se han “conquistando con uñas y dientes” derechos como el matrimonio igualitario o las leyes autonómicas LGTBI+. También reivindica la aprobación definitiva de la Ley Trans y LGTBI+. “No nos conformamos con gestos, ni con palabras, ni con promesas. No nos sirven leyes que castigan en manos de jueces que no las aplican”, advierte el texto que termina reclamando “igualdad y libertad para toda la diversidad sexual, de género y familiar”.

Una pareja se besa durante la marcha del Orgullo en Madrid.
Una pareja se besa durante la marcha del Orgullo en Madrid.OSCAR DEL POZO

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Manuel Viejo
Es de la hermosa ciudad de Plasencia (Cáceres). Cubre la información política de Madrid para la sección de Local del periódico. En EL PAÍS firma reportajes y crónicas desde 2014.

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