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Las 10 de… Manolo Tena

Triunfó con ‘Sangre española’ de rebote, cuando casi nadie recordaba ya Cucharada ni Alarma!!! Y combatió hasta el último suspiro contra los demonios interiores

Manolo Tena, fotografiado en la SGAE, en 1998.
Manolo Tena, fotografiado en la SGAE, en 1998.Ricardo Gutiérrez

Un genio disperso. Un alma atribulada. La sombra de la maldita droga enturbiando siempre una carrera con fases deslumbrantes y una vida que se truncó prematuramente, en abril de 2016, a los 64 años. Fundó dos bandas de culto –de esas que solo se admiran a toro pasado– en el Madrid de la Transición. Escribió para nombres ilustres, triunfó a lo grande cuando nadie lo esperaba, se fue diluyendo en esa lucha desigual contra los demonios más íntimos. Manolo Tena no fue, quizá, tan triste ni solitario como el arquetipo de su admirado Antonio Vega, pero también se le echa mucho de menos.

‘Social peligrosidad’

(Cucharada. De Libertad para mirar escaparates, 1978)

Primer sencillo muy valiente para tiempos convulsos. Una crítica poco velada a la ley franquista de Peligrosidad y Rehabilitación Social (no derogada ¡hasta 1995!) y, por extensión, una encendida declaración de complicidad hacia homosexuales, jipis y prostitutas. La moribunda censura creyó ver en ella una apología de las drogas e impidió que sonara en las radios. Pero la semilla germinaba ya. Tena, que en la época compartió muchos carteles con Leño, confesaría: “Cucharada me salvó de ir al manicomio o a la cárcel”.

‘Frío’

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(Alarma!!! De En el lado oscuro, 1985)

¿Su mejor canción? Quizá. Y una de las más admiradas, como avalan las versiones de Barricada o Los Secretos. Y eso que tardó en prender en la memoria colectiva. “Éramos un grupo heavy para los modernos y moderno para los heavies”, resumía filas. Compuesta en Londres, en el último suspiro de la grabación del álbum, a partir de imágenes que a Manolo le sugerían “estados alterados de conciencia”: camisas de fuerza, cuchillas de afeitar, azulejos blancos de hospital, espejos cegados por el vapor… De la sesión fotográfica, en el Matadero, se encargó Alberto García-Alix con una severa consigna: “Al primero que sonría, le parto la boca”.

‘Marilyn’

(Alarma!!! De En el lado oscuro, 1985)

Asómbrense. Tena leyó una reseña televisiva en el suplemento dominical de EL PAÍS y reprodujo literalmente varias de sus frases para dar forma a la letra. No era la primera vez que hacía uso de técnica tan peculiar: Abarca y devora (Pase, ¡no molesta!), de Cucharada, nació, palabra por palabra, de un catálogo de venta de pisos que llegó a su buzón. Marilyn, dolorida y espléndida, fue una gema oculta hasta que reflotó junto a Ana Belén para aquel celebérrimo álbum en vivo de Víctor y Ana en 1994, Mucho más que dos.

‘De ley’

(Rosario. De De ley, 1992)

El tema que dio título al debut de Rosario nació de la perseverancia de Antonio Flores. Él ya le había compuesto a su hermana Mi gato o Sabor sabor, “pero no paró de darme la brasa para que escribiera alguna canción yo”, recordaba Tena entre risas. Al final, la menor de los Flores telefoneó a Manolo para tararearle una melodía. Dos días más tarde, él devolvió la llamada ¡para dictarle la letra! Recordemos que hubo un tiempo en que no conocíamos el correo electrónico ni el guasap…

‘Sangre española’

(De Sangre española, 1992)

Hubo otra intentona de canción para Rosario, esta ya más metódica. Es más, lo de “Pasión gitana y sangre española” era una alusión metafórica a Lola Flores y “El Pescaílla”. Lo crean o no, Rosario rechazó el tema y, poco después, también Luz Casal (a la que Tena le había entregado en 1984 Tras de tu mirada). A su firmante no le quedó más remedio que grabarlo él mismo, con éxito apoteósico: 17 meses entre los discos más vendidos y un concierto mítico en Las Ventas con chupa roja… y Los Rodríguez en el humilde papel de teloneros. “Al año siguiente, todos los cantautores tenían alguna ‘caracola’ en sus letras”, anotaba Tena con sorna.

‘Llévame hasta el mar’

(De Sangre española, 1992)

Una preciosidad, pese a ser el corte menos divulgado de un elepé del que se extrajeron nueve sencillos. Nació de la obsesión de Manolo por el mar, que no oteó hasta los 18 años gracias a una excursión a Benidorm en la oficina donde trabajaba. Aquel día, nada más pisar la arena, se acercó a la orilla a probar un sorbo de agua salada. Hasta entonces había tenido que conformarse con excursiones al río Alberche y visitas familiares por Extremadura: así eran sus veraneos.

‘La ciudad de nunca jamás’

(De Las mentiras del viento, 1995)

El esperadísimo sucesor de Sangre española acabó en (injusto) descalabro comercial, pese a grabarse entre Los Ángeles y Miami con producción rutilante. Tena siempre lo tuvo como hijo predilecto e incomprendido: “No vendió porque incluía mis mejores versos”. Uno de César Vallejo, “Absurdo, solo tú eres puro”, alumbró esta joya exuberante (ese órgano Hammond, ese acordeón) que urge resarcir.

‘Somos la semilla’

(Ricky Martin. De A medio vivir, 1995)

Pongámonos en situación. Manolo espera a que un puertorriqueño guapo y emergente salga del despacho del director musical Tomás Muñoz. Apenas escucha una música que sale de un reproductor de casete, pero toma un boli y escribe. Cuando Ricky finaliza la reunión, Manolo agita la hoja y anuncia: “Mirad, esta letra pega con lo que estaba sonando…”. Una de sus baladas más roqueras y una alianza apenas conocida, pero afortunada.

‘Siempre y nunca’

(De Insólito, 2000)

Entrega definitiva de la canción incluida en Ese chico triste y solitario, el homenaje colectivo que se brindó en 1993 a Antonio Vega. Los otros 18 participantes optaron por una versión; él prefirió, en cambio, “glosar su figura” con este retrato. “Es que no podría mejorar una canción de Antonio Vega. Es insuperable”, argumentó. En este álbum de rarezas también figura la música para dos poemas de Lorca, Son de negros en Cuba y La aurora.

‘Cuando llegue septiembre’

(De Casualidades, 2015)

El mes que simboliza los exámenes de recuperación; en concreto, de su calvario interior en la lucha contra las drogas. Sabina le había dedicado Conductores suicidas para hablar de la adicción y Tena lamentaba, atormentado, esa asignatura pendiente: “Era el que podía haceros soñar y, al tiempo, el que fastidiaba la noche”. Apenas un año antes de su muerte, aún albergaba esperanzas. “El sol volverá otra vez a amanecer, poco a poco”, escribió aquí.

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