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Sin perder el norte

La Real Filharmonía de Galicia interpreta piezas de Rautavaara y Sibelius y estrena una obra de Aarón Siebert

Concierto de la Real Filharmonía de Galicia en Santiago, en una imagen cedida.
Concierto de la Real Filharmonía de Galicia en Santiago, en una imagen cedida.Xaime Cortizo (Real Filharmonía de Galicia)

La Real Filharmonía de Galicia (RFG), dirigida por Paul Daniel y bajo el epígrafe general Pájaros y orquesta, ha celebrado este jueves en Santiago en el Auditorio de Galicia su octavo concierto de abono. Como todos los que celebran las dos grandes orquestas gallegas las últimas semanas, solo pudo ser escuchado por 30 aficionados en el recinto compostelano; y por todos quienes tienen una conexión a Internet en el resto del mundo. Daniel lo tuvo bien en cuenta en su breve charla inicial y a todos nos hizo partícipes de sus presentación y dedicatarios del concierto.

Este se inició con el estreno absoluto de Memorias dun neno labrego, obra de Aarón Siebert (1996) que responde a un encargo de la propia RFG en celebración del Xacobeo 2021. Tras esta obra, la orquesta gallega interpretó Cantus Articus, op. 61 de Einojuhani Rautaavara (1928-2016), y el Concierto para violín y orquesta en re menor, op. 47 de Jan Sibelius (1865-1957), que intepretó como solista Mathieu Arama.

Estreno de un joven compositor gallego afincado en Nueva York y dos de las obras más reconocidas de estos destacadísimos compositores finlandeses. Dos obras maestras que nos muestran la debilidad de algunos tópicos sobre la calidez o frialdad de la música según el lugar de nacimiento de su autor. Obras en las que uno puede sentir grandes emociones sin perder el norte

Efectivamente, en Cantus articus, Rautavara pone en pentagramas, con una idónea fusión de música sinfónica y electrónica, toda la espléndida naturaleza de Finlandia a través del diálogo de ambas técnicas. La versión de Daniel y la Filharmonía fue soberbia, completando y acrecentando la más que sugerente aportación de la cinta pregrabada.

Fue una versión creciente de emociones, especialmente vívidas en la serenísima Melancolía central y en la suntuosa parte final, La migración de los cisnes. Gran aportación de los más que notables solos de chelo, clarinete y trompeta. El dúo de flautas inicial constituyó una firme roca sobre la que Daniel construyó todo el gran arco de su versión. La oscuridad ambiental del Concierto para violín de Sibelius fue el firmamento sobre el que Mathieu Arama encendió la chispa de la profunda emoción que iluminó toda la gran versión que realizó, espléndidamente secundado por Daniel y la Real Filharmonía,

Todo el virtuosismo desplegado en su primer movimiento, Allegro moderato, tuvo una proyección más allá de la pirotecnia de mecanismo –tal como una aurora boreal es infinitamente más hermosa que un simple relámpago- y tanto Arama como Daniel y la RFG profundizaron en expresión hasta extraer toda la honda emoción de la partitura de Sibelius.

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Esta creció aún en el Adagio di molto central hasta llegar al ritmo inicial, entre étnico y telúrico, del Allegro ma non tanto final. Una fuerza de la naturaleza hecha música que fue magníficamente domeñada y desarrollada por solista y orquesta. La brillantez orquestal -y las escalas del violín, como ráfagas de viento polar- condujeron a un final afilado como el acero y a un gran aplauso del, aunque obligadamente escaso, fiel púbico compostelano.

Aarón Siebert ha ganado varios concursos internacionales y su trabajo se extiende hacia muy diversos géneros, desde la música de cámara a la de videojuegos. Becario de excelencia tras recibir el premio de fin de grado en piano en Vigo en 2015, estudió un doble grado en piano y composición en el Nazareth College of Rochester con Octavio Vázquez, y un máster en la Eastman School of Music con Mark Watters,

Memorias dun neno labrego es la visión sonora de Siebert sobre la novela homónima de Xosé Neira Vilas. Una partitura que el joven compositor gallego declara basada en las raíces rurales de Galicia, que cuando se escucha resulta casi costumbrista y cuyas melodías traen al oyente recuerdos sonoros y ambientales surgidos del terruño mismo.

Siebert construye muy bien su música, domina la orquestación y sabe administrar los climas. Por otra parte, esta obra revela claramente esa orientación de Siebert hacia la música cinematográfica que denotan sus estudios y su formación en este género concreto. Se puede decir en este sentido que Siebert tampoco pierde el norte. Ni el noroeste. Benvido á terra.

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