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ELECCIONES GENERALES 23-J
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Los “hechos comprobables” de Sánchez hasta ahora

Hay un gran problema de desconfianza, pero Puigdemont, que pedía este miércoles “hechos comprobables” en la recta final de las negociaciones por la Mesa del Congreso, sabe que Sánchez está dispuesto a arriesgar con indultos y cambiando el Código Penal

Los presos del 'procés', al salir de prisión en junio de 2021 tras la concesión de sus respectivos indultos por parte del Gobierno de Pedro Sánchez.
Los presos del 'procés', al salir de prisión en junio de 2021 tras la concesión de sus respectivos indultos por parte del Gobierno de Pedro Sánchez.Quique García (Efe)
Carlos E. Cué

Hace tres semanas, la última vez que Pedro Sánchez reunió a su ejecutiva, al día siguiente de las elecciones, la sensación que se vivía era de euforia, según varios de los presentes. Contra pronóstico, una vez más, el líder del PSOE había logrado un resultado extraordinario, mejorando en votos y escaños, y sobre todo la derecha no sumaba. La Moncloa estaba de nuevo a tiro. Ya entonces, los que más conocen a Junts dentro del PSOE avisaban: ojo que va a ser muy difícil. Pero el inesperado éxito lo tapaba todo.

Tres semanas después, el ambiente ha pasado de la euforia a una evidente incertidumbre que se respiraba en los círculos del poder socialista y en la propia ejecutiva, aunque con la confianza en que al final se encontrará la salida. Carles Puigdemont podría hacer saltar todo por los aires y facilitar que la presidencia del Congreso sea del PP, algo que casi inexorablemente conduciría a nuevas elecciones porque parece imposible que Sánchez pueda gobernar en minoría, con mayoría absoluta del PP en el Senado, dependiendo de Junts para cada votación y con la Mesa del Congreso en contra, que puede bloquear muchas iniciativas. Ya por la noche, las sensaciones que se trasladaban eran más optimistas, pero sin certezas hasta que Junts decida.

Los negociadores se han encontrado con un problema de fondo que se refleja en el mensaje del expresident catalán prófugo en X, la red social antes conocida como Twitter: la enorme desconfianza que tiene él con los socialistas. Durante estos seis años, mientras el PSOE construía muchos vínculos a todos los niveles con ERC, nadie del entorno de Pedro Sánchez estableció contacto alguno con Puigdemont, mientras sus diputados fieles votaban en contra de casi todo. Reconstruir esos puentes rotos parece mucho más difícil de lo que se logró con ERC en 2019, cuando el PSOE negoció con los republicanos con su líder, Oriol Junqueras, en la cárcel y recién condenado a 13 años. Difícil, sí, pero no imposible. Y en las últimas semanas, con gran discreción, se está intentando construir esos puentes.

Puigdemont habla de desconfianza y exige “hechos comprobables”. En la retórica de Junts está la idea de que ERC ha vendido sus votos al PSOE por nada. Pero lo cierto es que en estos cuatro años Sánchez ha tomado varias decisiones de calado de las que se publican en el BOE, hechos comprobables relevantes, tanto que han estado a punto de costarle el Gobierno, porque, según las encuestas y él mismo admitió en la campaña, son las que más votos pudieron hacerle perder. La más evidente es la de los indultos a los presos del procés, después de cuatro años en prisión. Durante toda la campaña, Sánchez repitió que sabía que había muchas personas que habían votado al PSOE en 2019 y que estaban dudando hacerlo de nuevo porque no entendieron los indultos, en junio de 2021. Estos, de hecho, también beneficiaron a Junts, ya que entre los perdonados estaba Jordi Turull, su secretario general actual, y Jordi Sànchez, su antecesor en el cargo.

Pero después Sánchez fue más lejos, y cambió el Código Penal para beneficiar a los independentistas —también a los de Junts— con la derogación del delito de sedición y la reforma del de malversación, en diciembre pasado, que reducía a un tercio las posibles penas de cárcel. Una decisión que provocó un terremoto político, con el Tribunal Constitucional impidiendo una votación del Senado por primera vez en democracia, y que supuso un enorme desgaste para el Gobierno. De hecho, uno de los beneficiados por esa reforma es el propio Puigdemont, que ya no está acusado por sedición —el delito ha desaparecido— y tampoco por el nuevo delito de desórdenes públicos agravados, porque el Tribunal Supremo interpreta que no vale para el procés. Así que su posible condena se ha reducido sensiblemente.

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Además de estas grandes decisiones, las más polémicas, el Gobierno ha tomado otras muchas favorables a los intereses de los independentistas, en especial con las posiciones de la Abogacía del Estado, que se retiró de la causa abierta por el Tribunal de Cuentas ante la supuesta malversación de fondos públicos en los gastos ilegales para promover el procés en el exterior; o que no ha pedido la detención de Puigdemont tras la sentencia del Tribunal General de la Unión Europea que resolvió retirar la inmunidad parlamentaria del expresidente catalán. El propio Gobierno renunció a recurrir al Tribunal Constitucional el decreto de lenguas aprobado in extremis por el Ejecutivo catalán para no cumplir con la sentencia que le obliga a impartir al menos un 25% de clases en castellano.

Pero Puigdemont insiste en que quiere “hechos comprobables” y no promesas vagas, y es eso lo que está encima de la mesa de negociación no ya para la mesa del Congreso, sino sobre todo para la investidura. Allí serán necesarios avances concretos en cuestiones muy sensibles, sobre todo la llamada amnistía, que tiene un enorme problema: el anterior movimiento, con un importante cambio del Código Penal, fue rechazado de plano por el Supremo, que lo consideró una chapuza legal. Pero el expresident, al margen de la retórica y la desconfianza después de años sin contacto con el PSOE, sí sabe que Sánchez está dispuesto a arriesgar mucho políticamente para darle una salida política al destrozo del procés, como ha demostrado estos años.

Entre los problemas de una negociación complejísima, hay otro de pura competencia política que es muy importante: Puigdemont quiere demostrar que él consigue cosas que ERC nunca pudo lograr. Y ese es uno de los puntos más complicados de la negociación. La tensión entre Junts y ERC hace muy difícil contentar a los dos en un mismo trato. Ambos quieren ser los artífices de cualquier avance. La unidad de acción entre ellos sigue siendo una quimera. Y el Gobierno necesita los votos de ambos. No le sobra ni uno. Por eso en el PSOE y en Sumar contienen la respiración ante la primera prueba de fuego de la nueva mayoría: la votación de la mesa. Si caen en esta, la repetición electoral se convertirá en lo más probable. Pero incluso si no lo hacen, queda muchísimo camino para evitar esa repetición que sería una enorme segunda oportunidad para Alberto Núñez Feijóo de sumar la mayoría de derechas que esta vez no logró por cinco escaños.

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