El gran viñedo catalán se seca
Los viticultores del Penedès auguran una producción baja si no llegan las lluvias: “Como no caiga un temporal, estamos jodidos”
Las raíces de los viñedos catalanes están deshidratadas y apenas han notado el efecto de las lluvias de comienzos de marzo. En el Penedès (Barcelona) se encuentra una de las Denominaciones de Origen más destacadas de España y una de las mayores producciones de vino y cava del país. Pero la incertidumbre de las lluvias y la falta de soluciones de la Generalitat contra la sequía abocan a este sector, con una alta demanda de exportación, a un horizonte incierto, como cuenta Joan Pons (64 años), viticultor en La Granada del Penedès y presidente de Cevipe, la principal productora de cava en Cataluña, que integra 17 cooperativas de Lleida, Tarragona y Barcelona. “Si no llueve y la administración no se mueve, la gente va a decir hasta aquí”, asegura en una de sus explotaciones con viñas jóvenes que agonizan por la escasez de agua. “Como no caiga un temporal, estamos jodidos”, afirma.
El cambio climático no entiende de épocas de poda, de sarmiento o de cepas resecas que mueren sin florecer. Tampoco de viticultores que se asoman al abismo mientras lo fían todo a unas precipitaciones que no llegan. Han pasado tres años sin que las 92 hectáreas de viñas de Pons, que empezó a cultivar con su padre, hayan recibido una buena dosis de agua. Ahora, a escasos meses de jubilarse, pelea contra la sequía con su hijo de 30 años, el heredero de esta bodega que ha pasado por varias generaciones de la familia desde hace más de 250 años. “No sabemos qué cosecha vamos a tener”, cuenta resignado el viticultor mientras implora al cielo que llueva para salvar la producción del año que viene. La actual, que debería recogerse a finales de marzo, se antoja deficitaria.
Mauro Sirvent, responsable de viticultura de Bodegas Torres, explica que en las tres últimas campañas ha habido un notable descenso de la producción: “Este año sucederá previsiblemente lo mismo”, afirma. Esta importante firma vinícola tiene 1.100 hectáreas con diferentes denominaciones en toda Cataluña, aunque la gran mayoría se encuentran en el Penedès. “Hay algunas variedades que están más afectadas por la sequía, como es el caso de la merlot. La garnacha o la forcada son más resilientes”, detalla Sirvent. Bodegas Torres perdió el pasado año entre un 30% y un 50% de la producción con respecto a una temporada normal en las explotaciones de esta comarca. La situación fue similar en las viñas tarraconenses de la Conca de Barberà o del Priorat. Solo mantuvieron los niveles de producción en la denominación de origen de Costers del Segre y la zona de Tremp, en Lleida.
En 2023, las precipitaciones no dejaron ni la mitad de los 500 litros anuales que suelen caer en la comarca del Penedès. “Teníamos contratos de siete millones de litros y hemos servido tres”, explica Pons. Trabaja con alrededor de 80 compañías, entre las que hay grandes marcas como García Carrión (Jaume Serra), Henkell (Freixenet) y Juvé & Camps (Brut). Entre los 2.200 trabajadores y las 7.000 hectáreas que conforman Cevipe, produjeron 30 millones de kilos de uva, la mitad que antes de la crisis hídrica. “Hemos caído en picado”, sentencia el viticultor.
La preocupación no es el descenso de las cosechas, sino la viabilidad de las plantaciones. “Si continuamos con esta situación, acabaremos arrancando los viñedos que no hayan podido soportar la sequía”, relata el responsable de Bodegas Torres. El presidente del Instituto Agrícola Catalán de San Isidro, Baldiri Ros, anticipa por teléfono que este año no habrá reservas de existencias que salven la producción de vino espumoso, como ocurrió la pasada temporada. “Perderemos cerca de 60 millones de botellas de los 300 millones que elaboramos”, detalla el presidente.
En lugar de las nubes, lo que planea sobre los viticultores son las dudas de la planificación y gestión del agua que ha hecho la Generalitat. No solo durante esta sequía, sino desde 2008, cuando la anterior crisis hídrica se resolvió con un temporal de lluvias que recargó los embalses de las cuencas internas y salvó al sector agrícola. Reclaman un riego de apoyo que salve no solo la producción, sino el trabajo de miles de familias. “No es normal que en toda la zona del mediterráneo haya 700 desaladoras y en Cataluña solo dos”, comenta Pons, quien remarca que el agua depurada se podría utilizar para regar los viñedos. Ros también solicita soluciones inmediatas para salvar las cosechas, sin esperar a que finalicen en 2030 todas las inversiones en infraestructuras hidrológicas que ha hecho el Govern para que Cataluña no dependa de las lluvias, como la planta regeneradora de agua del Besòs. “¿Y qué hacemos mientras tanto con las 24.000 hectáreas de esta región de vino espumoso?”, cuestiona el presidente.
La compensación económica que dará la Generalitat al sector viticultor, 450 euros por hectárea hasta un máximo de 40, no son suficientes. “Con 20.000 euros no tengo ni para empezar. ¿Cómo pago a los trabajadores?”, exclama con sorna Pons mientras sostiene una fina rama podada. “Es un desastre”, afirma. El cobro de la indemnización de la Agrupación Española de Entidades Aseguradoras de los Seguros Agrarios Combinados (Agroseguro) tampoco alivia la angustia creciente entre los viticultores. Lo describen como la frustración que un usuario puede sentir cuando se reclama a una aseguradora el siniestro de un coche. “Si la uva vale diez euros en el mercado, te pagan cinco”, afirma Pons, quien este año tiene asegurada el 80% de la producción. La cobertura económica disminuye un 10% conforme los viticultores van registrando cada año las pérdidas que hayan podido tener, hasta que finalmente la indemnización es muy reducida y no compensa las pérdidas. De hecho, el Govern estudiará la aplicación de un seguro independiente de la aseguradora estatal.
Las ayudas del Ejecutivo catalán, que preside Pere Aragonès, tampoco son suficientes para cubrir los efectos de la sequía en los viñedos de Bodegas Torres, donde ya reutilizan el 45% del agua tratada en la explotación del Penedés. “Las soluciones no llegan con la celeridad que deberían. Habría que acordar medidas que faciliten la aplicación de este agua para regar, por ejemplo”, detalla Sirvent.
La sequía, la gestión de la Generalitat y la competencia extranjera, que ocupan las estanterías que los viñedos catalanes no pueden llenar por la falta de agua, crean un caldo de cultivo que espanta a los más jóvenes del sector. “Cuando mi hijo ve todo esto me dice: papá, ¿Dónde me he metido?”, relata Pons. La respuesta más lógica es, para este viticultor del Penedès, abandonar las tierras y buscar otro oficio: “Algunos ya lo han hecho. Otros ya han advertido que lo harán si no salvamos la cosecha”.
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