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Rodalies cierra su mejor año en Barcelona desde 2006 pese a las constantes incidencias

El servicio de corta distancia de Renfe en Cataluña cerró con 130 millones de pasajeros, un 19,5% más

Rodalies Renfe Barcelona
Un tren de Rodalies de Renfe circula por Castelldefels (Barcelona).Albert Garcia

El de 2023 fue un buen año para el servicio de corta distancia de Renfe en Cataluña, Rodalies, pese al cúmulo de incidencias y a las afectaciones por obras que sufrió. La operadora cerró el ejercicio con 120 millones de pasajeros transportados por sus trenes en su servicio de Barcelona, un 19% más que el año anterior y la cifra más alta desde 2006. En el caso de los trenes regionales, con 10,1 millones de viajeros registrados, se trata del número más alto desde 2011.

“Los abonos gratuitos han fomentado la movilidad de los ciudadanos de una forma eficiente y sostenible, además del ahorro económico que supone esta medida del Gobierno”, ha destacado un portavoz de la compañía estatal. Efectivamente, la gratuidad del servicio permitió acelerar la recuperación de los usuarios perdidos durante el parón de la pandemia y ahora ha impulsado los números de la compañía hasta las cifras más altas en casi dos décadas.

La cifra récord llega en un año complejo, en el que el servicio de Rodalies ha estado en boca de usuarios y medios de comunicación por dos cuestiones: por un lado, las averías de sus trenes y de las infraestructuras por la que se mueve, que gestiona Adif; por el otro por el foco de la negociación política en la que se ha convertido, después de que PSOE y ERC alcanzaran un pacto de investidura en el que se incluía el traspaso de algunas líneas del servicio, superando los límites de las transferencias cerradas hace una década por el Gobierno central y la Generalitat. La mala salud del servicio se puso en evidencia en plena negociación, cuando entre agosto y octubre hubo más de 50 días con alguna incidencia con retrasos de más de 15 minutos en un tren. Antes, en mayo, el incendio en un sistema de señalización en Gavà (Barcelona) provocó afectaciones durante semanas en las líneas del sur de Barcelona.

Carmen (77 años) utiliza a diario la línea R-2 para volver a su casa de Torredembarra (Tarragona) desde hace más de 20 años. Acaba de perder el tren que le llevaba a casa y tiene que esperar una hora para coger el siguiente. “Pasan con muy poca frecuencia. Es una vergüenza”, se queja, escéptica también con las mejoras que se puedan conseguir con el traspaso de las competencias que negocia la Generalitat con el Gobierno central: “No ha cambiado en 20 años, va a cambiar ahora”. Su resignación coincide con Álvaro (34 años), que también coge el tren todos los días para volver a su hogar en Lleida. “Deberían mejorar la frecuencia y la seguridad. Todos los días pasa algo o roban cobre”. Tanto Carmen como Álvaro se sorprenden de que haya aumentado el número de usuarios por los reiterados problemas de la red, aunque es normal porque “no hay otra forma de llegar a Barcelona” desde sus residencias.

En todo caso, Renfe subraya que el volumen de pasajeros transportados solo ha sido superada por la cosechada los años 2005 y 2006, cuando se subieron a sus trenes de Rodalies 121,5 y 122,8 millones de pasajeros, respectivamente. El aumento de usuarios sigue la senda marcada por el conjunto del transporte público, que en octubre pasado (a falta de los datos definitivos de diciembre) ya cerró con un acumulado anual récord en Barcelona: 895 millones de validaciones en los diez primeros meses del año, según datos de la Autoridad del Transporte Metropolitano (ATM). Esa cifra suponía un aumento del 18%. Los distintos operadores tenían un objetivo para el pasado año, que era recuperar la demanda que tenían antes de la irrupción de la pandemia. Lo han conseguido incluso teniendo en cuenta la irrupción del teletrabajo, que teóricamente habría reducido la movilidad de una parte de la población.

El peso de las incidencias

Los reiterados retrasos y los frecuentes problemas de seguridad lastran un servicio de transporte que, para muchos usuarios, es la alternativa más rápida para llegar a sus puestos de trabajo o para regresar a casa. Dejarían de utilizar los trenes de Rodalies si las conexiones de los autobuses se implementaran o si coger el coche no implicara soportar los grandes atascos que se forman a diario en los accesos de Barcelona.

Cristina (18 años), estudiante en la Universidad de Barcelona (UB), coge a diario el tren para asistir a las clases. "Todas las semanas tengo que esperar más de una hora porque ha habido algún retraso en algunas de las líneas", explica. Esta universitaria cree, además, que los trenes dejan mucho que desear: "Muchos vagones tienen los asientos rotos y están llenos de graffitis". Guillermo lleva 10 años cogiendo la R-4, que conecta Sant Vicenç de Calders con Barcelona, corrobora esta versión: "Si no se hacen las inversiones necesarias, siempre se prestará un servicio pésimo".

Ninguno de estos viajeros tiene esperanza de que el traspaso de competencias, que permitirá a la Generalitat gestionar estos trenes, vaya a revertir la situación. "Se seguirá utilizando porque al final es la mejor forma de llegar a Barcelona, pero no cambiará nada", explica Guillermo.

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