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El anticuario Artur Ramon al presentar su nuevo libro ‘Aún aprendo’: “El dibujo es lo más íntimo del artista”

El escritor e historiador y Josep Cuní han brindado en la librería La Central de Barcelona una intensa y animada conversación sobre arte

Jacinto Antón
El anticuario e historiador del arte Artur Ramon, en una foto de la página web de su galería.
El anticuario e historiador del arte Artur Ramon, en una foto de la página web de su galería.

Como una de las entretenidísimas charlas habituales que tenían en la SER Cataluña sobre arte (y todo lo demás) ha sido la conversación que han mantenido la tarde del miércoles el anticuario Artur Ramon y el periodista y locutor Josep Cuní. Lo han hecho en la presentación del último libro de Ramon, Aún aprendo, quince episodios sobre dibujo (Elba, 2023), que ha tenido lugar en la librería barcelonesa La Central de la calle Mallorca, en un espacio habilitado en la planta superior que se ha quedado pequeño dada la cantidad de público asistente. Ante la celosía de la terraza, que parecía dispuesta por Juan de Til a fin de ofrecer un fondo a la altura de la charla, Ramon y Cuní se han sumergido en un intenso y animado diálogo en el que el periodista ha hecho de partero socrático para ir extrayendo el conocimiento que atesora el anticuario y, ha recalcado, amigo.

“En este libro de referencia Artur nos enseña no a mirar sino a observar, a ir más allá, y nos habla de episodios personales como no lo había hecho antes”, ha señalado Cuní. Aún aprendo es una reivindicación a la vez cerebral y apasionada (vamos, como es Artur Ramon) del dibujo entendido como episodio esencial y primero del arte. En un viaje desde las cuevas de Altamira hasta Miquel Barceló, y tomando como título la inscripción en uno de los últimos dibujos de Goya (“aún aprendo”), el autor conduce a los lectores por los secretos y entresijos del considerado un arte menor pero que según recalca Ramon “condensa la idea del creador a lo fundamental y constituye la prueba irrefutable de su calidad como artista”.

Artur Ramon (Barcelona, 56 años) ha señalado que el libro nace de su interés personal (de hecho su fascinación) por el dibujo pero también de su relación profesional con una manifestación artística que le ha llevado a ver algunas obras excepcionales y a estar en las ferias más importantes del mundo de la especialidad. Ramon ha subrayado varias veces la calidad de “primera idea” del artista que tiene el dibujo y por tanto su interés para observar ese momento prístino en que tal idea se manifiesta. Ha recordado que, desde el punto de vista de su profesión, el dibujo presenta dificultades superiores a la de los cuadros. “El camino que va del anonimato a la atribución es mucho más complicado”, ha reflexionado.

Ha justificado su sintonía con el “aún aprendo” de Goya y el “ancora imparo” (que significa lo mismo) de Miguel Ángel mediante su interés por el neoplatonismo (que ya es justificar), y ha reivindicado la curiosidad como motor de ese continuar aprendiendo. “La cultura es una conquista”, ha proseguido y ha enumerado la citada curiosidad, la pasión y el rigor, el esfuerzo intelectual, como los caminos para acceder a esa cultura. “La cultura no se compra, se adquiere”, ha subrayado arremetiendo contra las nociones superficiales actuales de cultura “en las que dejamos de ser propietarios para ser inquilinos” y contra el cacareado chatGTP, el chatbot de Inteligencia Artificial, que ha comparado, en una erudita floritura (y valga la palabra), con “el boom de los tulipanes” (la locura de la tulipomanía holandesa del siglo XVII que produjo una grave crisis económica y en el curso de la cual se llegó a vender un solo bulbo por el equivalente al precio de 25 toneladas de trigo). “El tiempo coloca todo en su sitio”, ha advertido el anticuario e historiador del arte, que no ha dejado de mencionar los tiburones en formol.

Como no podía ser de otra manera, y azuzado por Cuní en su función mayéutica, Ramon ha arremetido contra los “energúmenos” que el pasado día 6 atacaron a martillazos La venus del espejo de Velázquez en la National Gallery de Londres. Se lo ha tomado como algo personal, lo que es lógico porque además de ser anticuario e historiador del arte, ese es su cuadro favorito.

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“Ha sido una bestialidad”, ha explotado, recordando que los museos han tenido que colocar cristales para impedir actos vandálicos como ese, con lo que se perjudica la visión de las obras, y “van a acabar convertidos en aeropuertos, con las mismas medidas de seguridad”.

Cuní ha ido leyendo pasajes seleccionados del libro, en el que ha encontrado “un fetichismo digno del de Flaubert por los botines de su amante”

Cuní ha ido leyendo pasajes seleccionados del libro, en el que ha encontrado “un fetichismo digno del de Flaubert por los botines de su amante”; aquí Ramon ha levantado educadamente una ceja, aunque se ha reconocido luego un gran apreciador de los objetos, que “son memoria y encapsulan el tiempo” y ha puesto sobre la mesa una de las frases de la velada: “Una colección es una biografía”, vamos que coleccionas lo que eres (ya sean dibujos, animales disecados o serpientes) y lo que queremos poseer es lo que nos define.

Le ha gustado a Cuní la idea de que el dibujo “es el principio de todo, como el bíblico Verbo”. Ha señalado la dimensión crítica de Aún aprendo, en la que ha encontrado al Artur Ramon polemista sin tapujos de los programas radiofónicos, que parte del milieu artístico escuchaba a veces con verdadero temor. Ha apuntado que Ramon deplora el poco aprecio que hay por el dibujo en España, “donde se considera que es sólo un boceto preparatorio y que lo que vale es la tela”. Entrando al trapo, el autor ha recalcado que el dibujo es “lo más íntimo, el gesto más esencial del artista, porque no tiene ningún compromiso previo”. Es, ha continuado “su expresión más libre”, y “de ahí sale todo lo demás”. Yendo aún más allá, ha enfatizado que el dibujo es “la probidad en el arte, lo más honesto”, y ha recordado que los grandes artistas han sido todos grandes dibujantes. Ha explicado asimismo la dificultad de conservación que presentan los dibujos, a los que la luz perjudica mucho, y que grandes coleccionistas internacionales convierten sus casas en lugares oscuros para preservarlos.

“No podrían haber existido cuadros como Las señoritas de Aviñón o el Gernika sin muchos dibujos previos”, ha dicho y ha meditado melancólicamente sobre los que se han perdido en el curso de la historia. Ha apuntado que por ejemplo de Caravaggio no se conserva ninguno. Cuní ha señalado cómo en el libro Ramon fantasea genialmente con una visita al taller de Miguel Ángel en el que este empieza un dibujo. El autor ha puntualizado que no es fantasía, sino que lo tomó de las Vidas de Vasari, nada menos. Ramon ha reivindicado finalmente el papel de los anticuarios, a los que, ha lamentado, se suele convertir en “sospechosos habituales” y “protagonistas de crónica amarilla” cuando “muchas veces somos los que protegemos el patrimonio y traemos aquí obras importantes, mientras que las Administraciones cometen grandes actos de negligencia”. Cuní lo ha dejado ahí, en todo lo alto, y con el gesto magnífico del Próspero de Shakespeare ha cerrado simbólicamente los micrófonos. Mientras todos esperábamos que entraran las noticias de las doce (ahora el informativo 24 horas en RNE), ha empezado un animado coloquio.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.
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