Miscelánea artística
La llamada atonía de la vida artística barcelonesa tiene más que ver con la falta de apoyo institucional, tanto de la Generalitat como del Ayuntamiento y del Ministerio de Cultura, que con la iniciativa del sector
Este año funesto que hemos dejado atrás no ha sido malo en exposiciones, lo que ha sucedido es que las muestras —como en todo el mundo y debido a la pandemia— se han prolongado mucho. La llamada atonía de la vida artística barcelonesa tendría algo más que ver con la falta de apoyo institucional, tanto de la Generalitat como del Ayuntamiento y del Ministerio de Cultura del Gobierno central. Que una institución como la Fundación Miró —sin duda el mejor pintor catalán de las vanguardias del siglo XX— haya tenido que pedir desesperadamente ayuda es más que preocupante: por suerte el mecenas Antoni Vilacasas respondió con un millón de euros y finalmente la Generalitat y el Ayuntamiento han contribuido con 850.000 euros y 500.000 euros, respectivamente. La Fundación Tàpies, por su parte, está en una situación de penuria similar y aún sin director.
Que una institución como la Fundación Miró haya tenido que pedir desesperadamente ayuda es más que preocupante
Pero una buena noticia es que el Premio Ciutat de Barcelona se ha convertido en 225 becas, de las cuales 155 son para ayudas a la creación. También el Ayuntamiento ha decidido dedicar una partida presupuestaria para comprar obras en galerías que serán destinadas al Macba. Lo importante sería que estas ayudas no fueran circunstanciales —por la situación creada por la pandemia— sino algo habitual.
En el Macba pudimos ver la excelente retrospectiva Takis y sobre todo la obra de la artista conceptual Fina Miralles, una muestra aún abierta. En el Museo Picasso, dadas las circunstancias de crisis económica, decidieron dinamizar la colección (ahora mismo puede verse Picasso. Los cuadernos) y hacer pequeñas muestras exquisitas, como lo fue Jamais, sobre un objeto del artista surrealista Óscar Domínguez. Tecla Sala ofreció una magnífica monográfica de Àngels Ribé. La Virreina fue uno de los centros con mejor programación, de la que destacaríamos la exposición de Daniela Ortiz, la de Daniel G. Andújar, la de Manolo Laguillo y la de Helios Gómez, estas dos últimas aún visitables. Y la Fundación Miró mostró Arte sonoro, igualmente interesante. Pero sobre todo han sido algunas galerías las que han ofrecido buenas exposiciones, y en ellas hay que destacar las dedicadas a las vanguardias históricas. Mayoral nos deleitó con Zóbel-Chillida y ahora con José Guerrero, todos ellos grandes representantes de la abstracción de postguerra en España. Artur y Mónica Ramon se mudaron a una magnífica nueva sede y alternaron mobiliario u obra clásica con autores contemporáneos (Piranesi-Humberto Rivas). Y Marc Domènech expuso a Jaume Sans, uno de los integrantes del grupo Logicofobista, de quien siempre se veían tan solo cuatro o cinco obras. Ahora hay una exposición inolvidable, que se prorroga, dedicada a las obras en madera de Moisès Villèlia. También muy poco exhibidas, las realizó durante toda su vida, y en todas sus etapas son excelentes, desde las orgánicas de los años cincuenta, que evocan olas o pájaros, la espectacular Montajes de 1964 y los personajes semejantes a tótems de los años setenta, hasta la gran Sense títol de 1980, con un insólito cromatismo rojo y verde. En las fundaciones, la Vilacasas tuvo una excelente idea: mostrar la obra del escultor Ángel Ferrant junto a obras de sus contemporáneos y explicando su amistad con el coleccionista Xavier Vidal de Llobatera. La galería A34 hizo un homenaje a la revista D’Ací i d’Allà con obras de Gargallo, Miró y Picasso, pero también de Frederic Amat o Ramiro Saus y documentación sobre la mistad entre Paco Rebés, La Chunga y Miró.
La proliferación de galerías en L’Hospitalet y la emergencia continua de jóvenes mujeres artistas son dos buenas noticias
Hay un fenómeno interesante en el arte contemporáneo en Barcelona: la aparición de nuevas galerías y la presencia de muchas de ellas en L’Hospitalet de Llobregat, donde los espacios industriales tienen alquileres más bajos que en Barcelona. A las ya existentes en Barcelona, como Joan Prats, Àngels, ADN, Senda o Projectes SD, se ha añadido Bombon Projects, llevada por Bernat Daviu y Joana Rodà, que ahora mismo muestran una colectiva con obras de Richard Hamilton, Meret Oppenheim o Joseph Kosuth reunidas en una caja por el artista William Copley. En L’Hospitalet conviven la galería Ana Mas, la galería Et Hall, la galería Alegría (que desde Madrid se ha trasladado a Barcelona) y la Nogueras Blanchard. Esto hace que cuando uno se desplaza hasta allí pueda ver varias exposiciones a la vez, como antaño sucedía con la calle Consell de Cent.
Y aún, para acabar, otro fenómeno interesante: la continua emergencia de jóvenes mujeres artistas, como Patricia Dauder, Núria Güell, Lúa Coderch, Teresa Solar, Blanca Casas Brullet, Julia Spínola o Mercedes Mangrané, hacen pensar que la paridad está ya mucho más cerca. Son buenas, exponen, y ojalá reciban la misma atención y éxito comercial que sus colegas varones. Aunque el arte contemporáneo, ay!, merecería un mayor apoyo también en la prensa escrita.
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