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El Museo del Arte Prohibido abre sus puertas en Barcelona con más de 200 obras censuradas

El espacio, promovido por el empresario Tatxo Benet, está ubicado en la casa Garriga Nogués y abrirá al público el próximo jueves

Museo del Arte Barcelona
Tatxo Benet posa junto a la obra "Shark", de Davic Cerny, una de las obras que se muestra.Quique García (EFE)

Unas pequeñas cajas de fósforos del colectivo argentino Mujeres Públicas, la pieza de Ines Doujak, Not dressed for conquering/HC04, con una figura masculina que se puede identificar con Juan Carlos I, o la icónica Shark del checo David ÄOern son algunas de las obras que alberga desde este martes el Museo del Arte Prohibido.

Promovido por el empresario Tatxo Benet, el centro, que abrirá al público el día 26, se presenta como una rareza a nivel internacional, y se ha creado a partir de la colección de más de 200 obras que el también periodista ha adquirido desde 2018 y que tienen en común que han sido censuradas, prohibidas o denunciadas por motivos políticos, sociales y religiosos en algún momento de la historia.

Ubicado en la céntrica casa Garriga Nogués, del arquitecto Enric Sagnier, en unos 2.000 metros cuadrados se pueden ver obras que van desde el siglo XVIII hasta la actualidad, desde algunos de los Caprichos de Goya o un dibujo de Gustav Klimt a la Suite 347 de Pablo Picasso, así como fotografías de Robert Mapplethorpe, el Mao, de Andy Warhol, Always Franco, de Eugenio Merino, o McJesus, de Jani Leinonen.

En total, en esta primera exposición, se exhibe un conjunto de 42 piezas, entre las que destacan, asimismo, Filippo Strozzi in lego, del artista chino Ai Weiwei; Cartel de Roland Garros, de Miquel Barceló; La civilización occidental y cristiana, de León Ferrari, y Smiling Copper, de Bansky.

Benet, junto a la directora Rosa Rodrigo y el comisario artístico Carles Guerra, ha rememorado que todo empezó con la adquisición de la obra Presos políticos en España, de Santiago Sierra, que fue retirada de ARCO en 2018, y que, sin embargo, no puede verse en ninguna de las estancias del inmueble porque se encuentra cedida al Museo de Lleida.

Posteriormente, Benet adquirió tres obras más que habían sido censuradas, pero “no tenía en la cabeza empezar una colección”, simplemente, con aquellas compras, ha aseverado este martes, “me sentía buena persona, creía que había hecho lo que debía”.

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Sin embargo, empezó a navegar por internet y se topó con Silence rouge et bleu, de Zoulikha Bouabdellah, una instalación escultórica que la artista había realizado para una exposición colectiva en el Pavillon Vendôme, a partir de treinta alfombras de plegaria islámica, con una treintena de pares de zapatos de aguja, y que fue retirada ante el miedo a reacciones adversas por parte de la comunidad musulmana.

Fue entonces cuando sí se planteó seguir adquiriendo obras que hubieran sido censuradas, en un momento en el que “desconocía que no había colecciones o museos dedicadas a ellas. Pensaba que era algo que existía”.

“Me encontré con que no había nada y empecé a comprar, a hablar con expertos que me decían que una colección así sería algo muy único, diferente y que debería buscar la manera de enseñarlo”, ha desvelado.

La colección la ha juntado en poco tiempo, mientras que “el museo ha costado mucho hacerse, acabarse y abrirse”, y ha indicado que la casa Garriga Nogués la alquiló hace ya tres años.

Después de todo este tiempo y de ir diseñando su estructura y cómo mostrar las piezas, Benet cree que el “museo hace honor a la circunstancia de ser único en el mundo, con una presentación muy original y muy al alcance de todo el mundo”.

A la vez, ha sostenido que se ha “conseguido el objetivo de que la gente pueda entender que las obras no son solo importantes por sí mismas, sino por toda la historia que llevan detrás”.

La directora del centro, Rosa Rodrigo, ha remarcado que se exhibirán obras que han sido “apartadas del diálogo con la sociedad, que es el principal objetivo de la obra artística” y que el nuevo espacio buscará “amplificar voces, generar relatos”, con un programa expositivo continuado y que irá variando cada doce, quince meses, para poder mostrar todas las piezas de la colección.

Otro objetivo es “conseguir llevar a los jóvenes a las salas”, con lo que se dará mucha importancia al programa educativo.

Con la intención de que el museo sea de “visita indispensable” para residentes y para visitantes de la ciudad, las entradas serán a precios de “franja media baja”, a doce euros si se compran en línea, pero, además, las habrá reducidas a 9 euros y otras serán gratuitas.

Carles Guerra, que no ha escondido que al principio era escéptico con la idea de que la censura podía centrar un museo, ha aseverado que abre puertas “una institución muy necesaria” que deberá “continuar trabajando en un futuro inmediato, atentos a las nuevas formas de censura, porque es difícil imaginar un mundo sin ella, sin sus espectaculares transformaciones”.

Este martes, el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, así como los expresidentes Artur Mas y Quim Torra, han sido algunos de los invitados a visitar el centro, igual que varios de los artistas con obra exhibida.

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