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Lluvia contenida para despedir al escritor Josep Maria Espinàs: “Ha sido el narrador de nuestra vida cotidiana”

El Saló Sant Jordi del Palau de la Generalitat acoge la capilla ardiente del también periodista, uno de los prosistas más populares de las letras catalanas. Entre los asistentes, el expresidente Jordi Pujol

Capilla ardiente de  Josep Maria Espinàs en el Palau de la Generalitat . En la imagen familiares de Espinàs con Jordi Pujol.  Massimiliano Minocri
Capilla ardiente de Josep Maria Espinàs en el Palau de la Generalitat . En la imagen familiares de Espinàs con Jordi Pujol. Massimiliano MinocriMASSIMILIANO MINOCRI
Gonzalo Moncloa Allison

Con una lluvia discreta, como él mismo, se posó a primera hora el féretro de Josep Maria Espinàs en el Saló Sant Jordi del Palau de la Generalitat, este martes en Barcelona. Todo dispuesto para la despedida. Uno de los escritores más populares de las letras catalanas de las últimas décadas falleció este domingo, a los 95 años. “Una gran pérdida”, dijo uno de los primeros asistentes, Pere Juveras, dejando atrás el libro de condolencias. “Pero no desaparece el que muere, sino el que olvida. Y no olvidaremos su gran labor”, continuó. El clima adverso moderó la afluencia de asistentes. Pero muchos llegaron, paraguas en mano. Querían darle el último adios al escritor de una generación.

“Piensa que fue tantas cosas para nosotras”, dijo María Nogueres, de 75 años: “Él es la Canço catalana, los artículos del diario, sus novelas, sus libros de viaje… ayer volví a revisarlos”, prosiguió, en referencia a la profusa obra del autor (¡más de 90 títulos! ¡Cerca de 12.000 artículos! Además de sus entrevistas de referencia a diferentes personajes en el programa de TV-3 Identitats, entre 1985 y 1986). A su lado, Gloria Recolons, de 77, expresó con una sonrisa que no evitó quebrarse por un momento: “Le queríamos dar las gracias, darle un homenaje: es una persona que ha dejado un gran testimonio de vida”, deslizó a la salida del Palau de la Generalitat, donde ya se empezaban a ver algunos paraguas avanzando entre la lluvia.

Más arriba, subiendo las escaleras, de camino al Saló Sant Jordi, dos guardias flanqueaban la puerta con solemnidad. Los asistentes iban llegando, iban firmando el libro de condolencias. Detrás del féretro, se elevaba una fotografía del escritor, sonriente, con la Olivetti en la que escribió gran parte de sus obras. La máquina de escribir también estaba presente, en una pequeña mesa dispuesta junto al ataúd, con algunos libros y el busto del narrador. Sobre una silla, la camiseta del F.C. Barcelona con su nombre, el club de cuyo himno fue coautor Espinàs. “Una capilla austera, sin estridencias, como le hubiera gustado a él”, describió Jordi Solà, otro seguidor que quiso despedirse.

Sobre el féretro también destacaba, además de las rosas y la bandera catalana, la Medalla d’Or que se le concedió en 2015. Fue colocada inmediatamente después del mensaje institucional que brindó el president de la Generalitat, Pere Aragonès, antes de abrir la puerta a la ciudadanía. “Ha sido el narrador de nuestra vida cotidiana”, sintetizó Aragonès tras mostrar sus condolencias a la familia del escritor. No fue la única intervención institucional. Al espacio también se acercarón la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau; el jefe de la oposición en el Parlament, Salvador Illa, o ex presidentes del Govern, como Artur Mas y Jordi Pujol, entre otros.

“Un canon Espinàs”

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Entre aquellos que se acercaron al Palau de la Generalitat, no fueron pocos los que llevaban libros de Espinàs entre manos, muchos de los cuales habían sido galardonados en el pasado, como su primera novela, Com ganivets o flames, que recibió el Joanot Martorell en 1953. “Recuerdo cuándo lo conocí por este libro, que me firmó en el año 88″, mostró Cristina Crespo, de 63 años, que evoca cómo conversó durante mucho tiempo con el autor “sin tener conciencia de lo importante que era”. Crespo, que cuenta que tiene problemas de movilidad, señaló que “no quería dejar de venir, para decirle gracias por todo lo que ha hecho”. La proximidad a la ciudadanía del escritor, eterno vecino del Eixample barcelonés, es uno de los aspectos más destacados en las últimas horas; así como su capacidad para retratar la ciudad.

“Debe quedar un canon Espinàs”, defendió Eric del Arco, presidente del Gremio de Libreros de Cataluña. Después de acercarse al Saló Sant Jordi, el también librero de la Documenta pidió que los homenajes continúen: “Espinàs nos ha acompañado mucho tiempo, y nos debería seguir acompañando mucho más. Debemos hacer una pequeña colección, hacerlo más fácil para aquellos que lo quieren recuperar”.

Entretanto, por el pasillo que se abría tras las puertas del Palau, las personas seguían yendo y viniendo de buena mañana. Por momentos, la lluvia cedía. Montserrat Serrano, una mujer de 53 años que también conoció al escritor, que lo saludaba “siempre que podía por su cumpleaños”, pese a no ser muy cercanos, sintetizó el sentimiento de muchos de los asistentes: “Fue una persona increíble, un gran referente para la cultura catalana, para todos nosotros. Lo vamos a echar de menos”.

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