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Día Santos Inocentes
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

‘Llufes’ y verdades

Quizás haya llegado el momento de convertir el día de los Santos Inocentes en una jornada para decir grandes verdades y dejar la picaresca a un lado, para compensar

Día Santos Inocentes
El día de los Santos Inocentes, 28 de diciembre.ANA BELEN GARCIA SANCHEZ (Getty Images/iStockphoto)

En el Evangelio según Mateo (un recaudador de impuestos del siglo I) se cuenta la Matanza de los Inocentes. Ya saben la historia: el rey Herodes mandó asesinar a todos los niños menores de dos años en Belén y comarca para acabar con el recién nacido Jesús, anunciado mesías y futuro rey de Israel. No obstante, es curioso que el día de los Santos Inocentes, 28 de diciembre, se conmemore la masacre herodiana mediante chanzas y falsificaciones. Dicho de otro modo, es inimaginable algo similar en recuerdo de otras matanzas y genocidios. ¿Qué ha pasado entonces?

Cuando yo era niño, hace menos de medio siglo, los chavales disfrutábamos mucho con el día de las bromas. Nos reíamos de familiares y vecinos y les colgábamos la llufa, el nombre que recibe en Cataluña el muñeco de papel enganchado en las espaldas de los incautos. Recuerdo, es un placer, acercarse por detrás a la pescadera o al estanquero del pueblo y marcar-los con la llufa, una especie de cancelación momentánea de los adultos, y ver cómo se alejaban, pobres inocentes, aún a sabiendas de que la mayoría se dejaban hacer, y los demás se reían. Los medios de comunicación daban noticias insólitas, embustes descomunales y, a pequeña escala, los mayores nos contaban patrañas. Una vez hicieron creer a un amigo mío que era adoptado.

Se cree que la relación entre las burlas y la leyenda de los niños degollados nace de las tretas que sus padres se inventaron para protegerlos de los asesinos. Se non è vero, è molto ben trovato, pero el salto cultural que va de esos inocentes a los actuales ingenuos es un hecho maravilloso. También es verdad que, durante el ciclo de fiestas hibernales, bromas y gamberradas estaban y están al orden del día. En este sentido, el 28 de diciembre es una celebración del desbarajuste más.

A mí lo que me llena de melancolía es que el humorismo del día de los Santos Inocentes ha perdido músculo en un relativo poco tiempo. Hace años que no veo cuadrillas de chavales armados con las llufes y la cinta adhesiva, merodeando, a la caza de los despistados. Hace años, también, que las inocentadas de los medios de comunicación tienen visos bastante casposos. Tiempo atrás, hasta poco antes de la hegemonía de lo digital, el contacto con el mundo dependía de la radiotelevisión y los periódicos. Era por lo tanto posible que nos convencieran de las noticias más inverosímiles. ¡Y nos reíamos!

Hoy el mundo ya dio el vuelco. Redes sociales y medios digitales inundan nuestras pantallas con memes y fakes, colgando llufes a todas horas y a todo hijo de vecino. Buena parte de lo político y lo económico se sustentan en la mentira estructural. Lo difícil es no picar. Etcétera. Por todo esto, quizás haya llegado el momento de convertir el día de los Santos Inocentes en una jornada para decir grandes verdades y dejar la picaresca a un lado, para compensar.

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