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Colmados y supermercados 24 horas: focos de explotación laboral

Una reciente operación de la policía y la Inspección del Trabajo evidencia un problema creciente de condiciones de trabajo en pequeños supermercados

Alfonso L. Congostrina
Explotacion laboral supermercados 24 horas
Rustem Iqbal, propietario del mini supermecado Pim Pam de la Calle Girona de Barcelona.MASSIMILIANO MINOCRI (EL PAÍS)

La Policía Nacional, en un operativo conjunto con la Inspección del Trabajo de Cataluña, desmanteló el pasado junio una organización dedicada a la explotación laboral de ciudadanos paquistaníes en situación irregular que trabajaban en condiciones de semiesclavitud en supermercados —todos ellos de una franquicia de Condis— de Barcelona. Los agentes identificaron a 86 trabajadores, algunos menores de edad, de los que 43 no tenían papeles, registraron 14 supermercados y dos naves. Aquella operación ha acabado con una sanción de 729.370 euros para los dueños de las franquicias, también paquistaníes. Ninguno de los supermercados ha sido clausurado.

Condis, cuando se hizo pública la investigación, afirmó que se ha obligado al franquiciado a regularizar la situación de sus empleados. Pero el caso no es único en un negocio que, a diferencia de otras comunidades, está mayormente regulado por empresarios de origen paquistaní. La proliferación de supermercados de 24 horas ha ido aparejado, en demasiadas ocasiones, a unas precarias situaciones laborales con horarios interminables los siete días de la semana a cambio de un plato de comida y un colchón donde dormir.

Hay 54.571 paquistaníes empadronados en los diferentes municipios catalanes (la quinta nacionalidad con mayor presencia). La mayoría de empadronados lo están en Barcelona (22.728) seguidos de Badalona (6.653), L’Hospitalet de Llobregat (4.096) y Santa Coloma de Gramenet (2.584). Pero solo constan 20.466 afiliados a la Seguridad Social (de los que 4.950 son autónomos) y otros 8.494 menores con edad de estudiar.

El inspector de la Policía Nacional José Peiró fue uno de los que investigaron el operativo de junio, denominado Fassat: “Todo surgió de la inspección de un supermercado en Granollers. Todos los trabajadores, de origen paquistaní, estaban en situación irregular. Trabajaban de lunes a lunes entre 14 y 16 horas al día, pero ellos mismos no entendían aquello como una explotación laboral. Vivían en régimen de semiesclavitud con la promesa de que el jefe, también paquistaní, les arreglaría los papeles”.

Todos los trabajadores, de origen paquistaní, eran ilegales. Trabajaban de lunes a lunes entre 14 y 16 horas al día”
José Peiró, inspector de la Policía Nacional

Carmen González, inspectora de la Unidad Central de Redes de Inmigración Ilegal y Falsedad Documental (UCRIF) de la Policía Nacional, investigó junto con Peiró al empresario. “No todas las empresas estaban a su nombre. Utilizaba testaferros y llegamos a acreditar que tenía 16 empresas. En un local de 30 metros cuadrados dormían más de 15 trabajadores. Les retiraba el pasaporte bajo falsas promesas y les decía que debían trabajar gratis porque tenían una deuda con él. Al cabo de dos años el jefe, bajo cualquier excusa, ampliaba la deuda”, recuerda González.

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Los policías aseguran que la manera de proceder de estos empresarios era similar al de la trata de mujeres. “Les captan, les dan comida, residencia y trabajo pero no les pagan nada. Con los años, empiezan a cobrar, pero cantidades de 300 a 600 euros al mes”, lamenta la inspectora. “El problema es que el 100% de las veces que realizamos este tipo de inspecciones de trabajo, sea en un supermercado, franquicia o colmado, nos encontramos con vulneraciones de los derechos laborales. Trabajan de lunes a lunes sin descanso y, en el mejor de los casos, por salarios muy por debajo del salario mínimo interprofesional”, denuncia Peiró.

2.444 supermercados

El número de “autoservicios y supermercados” (donde se enmarcan la mayoría de epígrafes de estos negocios) solo hacen que crecer. En 2019 había 2.407 establecimientos en la ciudad mientras que este 2021, con decenas de comercios cerrados después de la crisis económica, el consistorio ha contabilizado 2.444. Desde enero hasta principios de noviembre la Guardia Urbana ha impuesto 445 sanciones a estos negocios, la mayoría (247) por vender alcohol fuera del horario establecido.

Berta Güell, investigadora en el área de migraciones del Cidob, lleva años estudiando a la comunidad paquistaní. “La gran oleada migratoria es del año 2000 con el boom económico y sigue creciendo hasta 2011 cuando, por la crisis, hay un retroceso. Ahora se han vuelto a recuperar”, destaca. Huma Jamshed, de la asociación cultural, educativa y social de mujeres paquistaníes tiene muy claro por qué esta comunidad opta por abrir su propio negocio: “Nadie nos da trabajo cuando llegamos aquí. Nuestro lenguaje es distinto, no sabemos ni como pedir empleo. Lo fácil es alquilar un local y empezar”.

Güell confirma que la apertura de un negocio es la “vía rápida” de estos migrantes para comenzar a trabajar. “Se dejan dinero entre ellos. Una vez que abren los negocios la mano de obra también es paquistaní y siempre sigue el mismo esquema. El trabajador acaba pagando un precio con unas condiciones laborales que no serían asumibles desde el punto de vista occidental pero que tiene contraprestaciones por parte del empleador: empadrona, proporciona tarjeta de salud…”, destaca la investigadora.

Se dejan dinero entre ellos. Una vez que abren los negocios la mano de obra también es paquistaní y siempre sigue el mismo esquema”
Berta Güell, investigadora del Cidob

Güell clasifica a los empresarios originarios de Pakistán en tres tipos: “El más numeroso es el que tiene una tienda o dos y algún trabajador. En segundo lugar, se encuentra el mediano empresario con más de dos tiendas y la posibilidad de expandirse. Tanto uno como otro se caracterizan por tener establecimientos que son muy poco innovadores, donde se copian unos a otros los modelos de negocios. El tercer tipo es el gran empresario que adquiere franquicias como Condis, Suma, Caprabo… han abierto un nicho de mercado y crean empleo. Aquí sí que son muy cuestionables las condiciones laborales de los trabajadores”.

Uno de esos pequeños empresarios es Rustem Iqbal, de 36 años, propietario del supermercado Pim Pam del Eixample. Durante la pandemia, Iqbal empezó a publicar vídeos de su supermercado en TikTok. Hoy tiene 540.000 seguidores, es cajero y estrella en las redes pero con un pasado común al de sus compatriotas. “Acababa de cumplir 18 años cuando intenté salir de Pakistán por primera vez para ir a Italia. Intenté llegar en dos ocasiones en avión y no lo conseguí. La tercera vez llegué a Dubai. Estuve un año y cuatro meses en el desierto hasta que conseguí subir a una patera y llegar a España”, recuerda Iqbal.

Dicen que los paquistaníes no nos integramos pero es que solo trabajamos”
Rustem Iqbal, propietario de un supermercado

La vida le llevó a Barcelona, olvidó Italia y aquí comenzó a trabajar —sin papeles— en la obra, en limpieza y en un colmado. Desde hace siete años tiene su propio negocio: el supermercado Pim Pam. “Trabajo de lunes a lunes todos los días del año de 13.00 a 00.00. Por las mañanas viene mi hermano. Dicen que los paquistaníes no nos integramos, pero es que solo trabajamos. Tampoco viajamos, ni vamos a la playa (ironiza). Yo estoy casado y ahora voy a tener a mi tercera hija. Mi mujer y yo nos conocimos el día de la boda. En mi país es normal”, lamenta Iqbal. El empresario advierte que “solo cuatro o cinco” compatriotas tienen franquicias de supermercados: “La mayoría de empresarios solo tenemos una tienda porque tener empleados no sale a cuenta. Con nuestros negocios no te haces de oro, por eso trabajamos tantas horas”.

En la operación Fassat los empresarios que controlaban supermercados Condis sabían cómo hacer beneficios y desde su sede de Sant Adrià controlaban a empleados desde una sala de control y videovigilancia conectada a más de cien cámaras.

Pocas excepciones en un modelo consolidado

Mientras otros empresarios paquistaníes siguen abriendo negocios idénticos, algunos han optado por la especialización. En el barrio de Sant Antoni de Barcelona destaca el B.H.G. Supermercat del Mon. Lo abrieron Mahfooz Hussein y sus hermanos en plena crisis en 2012. “El comercio había bajado muchísimo. Vimos que muchos de nuestros vecinos eran italianos y apostamos por importar esos productos. Así nació nuestro supermercado, ahora ofrecemos muchas más cosas: comida sin gluten, vegetariana, vegana, halal, ecológica pero también de Austria, de Alemania…”, destaca. “Un súper normal vende agua, pizza, cerveza y patatas fritas. Muchos de los supermercados 24 horas solo viven del turismo. Yo creo que no salen las cuentas si hay que pagar alquiler, luz, trabajadores…”, explica Hussein. 
Es un modelo antagónico al del resto de supermercados que se han expandido. Como el de Coaliment, una de las empresas que ha franquiciado sus supermercados a empresarios paquistaníes. 
David Lapuente es el director de recursos humanos del grupo Covalco, del que forma parte la marca Coaliment: “Fuimos el primer distribuidor en el sector de la alimentación que desarrolló un modelo de franquicia. Entonces, los empresarios paquistaníes apostaron por nuestra marca y por este sector y la relación mercantil se ha mantenido y consolidado”. Lapuente destaca que estos empresarios son “colectivos que tienen un peso cada vez mayor en compañías” que operan el modelo de “franquicia comercial” en el sector de la alimentación.



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