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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La victoria de la desafección

Se mire como se mire, la única victoria realmente indiscutible de la noche del 14-F fue de la abstención. Y es muy probable que no toda la abstención se pueda atribuir a la pandemia

Una mesa del colegio electoral del mercado de la Sagrada Familia el 14 de febrero.
Una mesa del colegio electoral del mercado de la Sagrada Familia el 14 de febrero.Albert Garcia (EL PAÍS)
Albert Branchadell

La noche del 14 de febrero fue pródiga en victorias electorales. El PSC se impuso en votos. ERC ganó su duelo con JxCat, tanto en votos como en escaños. JxCat se felicitó porque el llamado “bloque independentista” había logrado superar el 50% de votos. La CUP mantuvo la llave que le permite enviar gente a la papelera de la historia o encumbrarla a la presidencia de la Generalitat. En Comú Podem logró aguantar el tipo y evitar el fiasco de sus correligionarios vascos y gallegos. Y Vox consiguió dar no solo la sorpresa sino también el susto.

Todas estas victorias tienen un pero, especialmente las de los tres primeros clasificados. El PSC no logró superar a ERC en escaños y en cualquier caso el controvertido veto independentista elimina todas sus posibilidades de gobernar. La victoria de ERC sobre JxCat no fue por KO, al contrario de lo que pronosticaban los sondeos no hace tanto tiempo. (Torra se equivocó echando a Chacón del gobierno, pero hizo un gran favor a Puigdemont retrasando las elecciones hasta que el artefacto JxCat estuviese a punto). Los puigdemontistas perdieron estrepitosamente el “plebiscito entre Junts y ERC” que una irreflexiva Laura Borràs proclamó desde las páginas de El Punt Avui dos días antes de las elecciones. Y en cuanto al presunto consuelo que supone la victoria del bloque independentista, hay que reconocer que el mayor porcentaje de votos independentistas de la historia se ha conseguido con el menor número absoluto de votos desde el techo de 2.079.340 sufragios cosechados en 2017.

El mayor porcentaje de votos independentistas de la historia se ha conseguido con el menor número de votos

Se mire como se mire, la única victoria realmente indiscutible de la noche del 14-F fue de la abstención. Sin duda, la pandemia hacía previsible una bajada de la participación, pero es muy probable que no toda la abstención se pueda atribuir a la pandemia. En Galicia y el País Vasco se celebraron elecciones en julio, en fase de relajación pero dentro de la pandemia al fin y al cabo. Pues bien: en Galicia la participación bajó un poco menos de 5 puntos y en el País Vasco, un poco más de 9, mientras que en Cataluña la caída ha sido de 26 puntos (del 79 al 53,5%). Tiene que haber alguna explicación más. Y los primeros interesados en hallarla deberían ser los partidos del bloque independentista: si en las elecciones gallegas el PP perdió 54.388 votos y en las vascas el PNV retrocedió 48.208, el tridente independentista —cuando se suponía que la represión era más intensa, etcétera— se ha dejado por el camino nada más y nada menos que 600.000 papeletas.

En las elecciones catalanas de 2006, una participación del 56%, ligeramente superior a la del 14-F, hizo saltar todas las alarmas. Se constituyeron grupos de reflexión, se elaboraron informes. Poco tiempo después de que el presidente José Montilla denunciara en Madrid la “desafección” emocional de Cataluña hacia España, los expertos catalanes formularon su diagnóstico sobre lo que había sucedido: desafección de los catalanes respecto a su propio sistema político.

La desafección, que en su versión juvenil inflama ahora las calles, se palpa desde hace tiempo en las encuestas
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La desafección, que en su versión juvenil más descarnada ahora inflama las calles, se palpa desde hace tiempo en las encuestas. En los barómetros del CEO se pregunta a los encuestados si están muy, bastante, poco o nada satisfechos con el funcionamiento de nuestra democracia. En la última ola del barómetro (octubre de 2020) la respuesta más frecuente es “poco satisfecho”, y la suma de “poco satisfecho” y “nada satisfecho” se encarama al 74%. Tres de cada cuatro catalanes dudan de nuestra democracia.

Lo de “nuestra democracia” es una expresión ambigua: no queda claro si se refiere a la democracia española o a la catalana. Pero poco importa: el CEO también pregunta a los encuestados por el grado de confianza que les merecen los políticos “catalanes”. En una escala del 0 al 10, el 22% de los encuestados elige el 0, mientras que un exiguo 0,9% opta por la puntuación máxima. En conjunto, más de la mitad de los encuestados suspende a los políticos locales. Y hay más: el 80% cree que los políticos no tienen en cuenta lo que piensa la gente y que solo buscan el beneficio propio. Así como en 2007 la desafección se atribuyó en parte a la sensación de inestabilidad provocada por el primer tripartito, la de 2021 no se puede desligar del show permanente que ha sido la XII legislatura. Recemos para que el próximo gobierno catalán no contribuya a empeorar la calidad de la democracia en Cataluña.

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