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exposiciones

José Guerrero, un pintor entre dos mundos

La galería Mayoral de Barcelona expone una docena de obras del creador de Granada influidas por la abstracción norteamericana

'Rojo y Negro', de José Guerrero (1964-1986), que puede verse en la galería Mayoral de Barcelona.
'Rojo y Negro', de José Guerrero (1964-1986), que puede verse en la galería Mayoral de Barcelona.Albert Garcia (EL PAÍS)
José Ángel Montañés

José Guerrero (Granada, 1914- Barcelona, 1991) revolucionó la pintura española en 1980 cuando en Madrid se inauguró la primera antológica de su pintura; una obra influida por la abstracción norteamericana que sorprendió y acabó inspirando a pintores que se abrían camino en los primeros años de la Transición, como Alfonso Albacete, Jordi Teixidor, Miguel Ángel Campano, José Manuel Broto y Carlos Alcolea. “Aquí es donde comienzan a hacer gritos mis cuadros, aquí es donde la pintura y la ansiedad me abren un camino”. Ese aquí era los Estados Unidos y, más concretamente, Nueva York, a donde Guerrero viajó en 1949, la ciudad que se convirtió, tras desbancar a París, en la nueva meca del arte y donde se instaló a vivir hasta 1965.

La galería Mayoral de Barcelona lleva años realizando una importante labor en la recuperación de artistas de la posguerra española. Tras Antonio Saura, Joan Miró, Alexander Calder, Eduardo Chillida, Manolo Millares, Antoni Tàpies y Juana Francés, entre otros, le toca a José Guerrero, del que se expone una docena de obras producidas en esta etapa americana en José Guerrero. La influencia de los Estados Unidos (1959-1967). La muestra, comisariada por el crítico de arte y museólogo Juan Manuel Bonet (hasta el 19 de diciembre), supone el arranque de la temporada de esta galería que busca, como todo el sector, recuperar los niveles de actividad y venta de antes de la pandemia.

'El paño de la Verónica', de José Guerrero (1966) que puede verse en la exposición de la galería Mayoral de Barcelona.
'El paño de la Verónica', de José Guerrero (1966) que puede verse en la exposición de la galería Mayoral de Barcelona. Albert Garcia (EL PAÍS)

En Nueva York Guerrero conoció, se codeó y expuso sus obras en exposiciones colectivas junto a los máximos representantes del arte abstracto norteamericano como Robert Motherwell, Jackson Pollock, Mark Rothko, Willem De Kooning y Franz Kline y en galerías como las de la mítica Betty Parsons, marchante de casi todos ellos, que le organizó su primera individual en 1954 y trabajó con él hasta 1963.

Guerrero, “un exiliado cultural en busca de la pintura”, como a él le gustaba definirse, había nacido en el seno de una humilde familia granadina y que había sobrevivido a base de becas, “consiguió ser uno más de la Escuela de Nueva York y sus trabajos estuvieron totalmente consolidados en los circuitos artísticos de los Estados Unidos”, explica Bonet, como demuestran que museos como el Guggenheim, que posee pinturas suyas en su colección permanente, expusieron su obra. En España se redescubrió, sobre todo, tras la exposición de 1980, pero le costó ser popular “porque se le acusaba de ser muy americano y poco español”, algo que, según el comisario, ocurría al contrario en Estados Unidos. “Guerrero fue un puente entre dos mundos. Al ideario del expresionismo abstracto le sumó otra capa, su memoria española”, prosigue Bonet, que destaca “el redondeo de las formas y el uso de grandes superficies coloreadas, la gestualidad de las pinceladas alargadas, gruesas y vibrantes que atraviesan algunos de sus cuadros”.

El carácter dual de Guerrero lo remarca Jordi Mayoral, director de la galería: “Sobre todo por la presencia de colores áridos de los paisajes del sur, pero también el azul del Mediterráneo y el blanco de la cal; aunque en casi todas está presente el negro”. Como en Negro y amarillo (1959), Los seguidores (sobre 1960), Azul y negro (1962) y El paño de la Verónica (de 1966), en la que el color rojo, amarillo y morado remiten, visualmente, a una bandera republicana. “Unos colores que mantienen el recuerdo de Granada y de Lorca”. Fue este poeta el que en 1935 le dijo a Guerrero: “Marcha de Granada y vete a Madrid”. Y le hizo caso. Primero se fue a la capital española y luego a Roma, París y Nueva York.

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Guerrero vivió los últimos años de su vida en Barcelona y falleció en esta ciudad en 1991. Su familia, yerno y nietos, no quisieron perderse la inauguración de la exposición la semana pasada de Barcelona; una ciudad donde pudo verse en 2015 (tras inaugurarse en Granada y Madrid) una gran exposición sobre su pintura norteamericana que acogió la Fundació Suñol con motivo del centenario de su nacimiento.

La mitad de las obras de José Guerrero expuestas en la galería Mayoral están a la venta. Se pueden adquirir por entre 100.000 y 200.000 euros cada una.

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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