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El Ayuntamiento de Sevilla recula y evita reclamar al juez la tala del ficus centenario

Tras autorizar la mutilación del árbol, de 24 metros de altura, el Consistorio subraya ahora los cuidados que le ha procurado. La decisión final está en manos de un juez

Ficus centenario Sevilla
Labores de mantenimiento para el ficus centenario del barrio de Sevilla, tras ser mutilado la semana pasada por la parroquia de San Jacinto.AYUNTAMIENTO DE SEVILLA (AYUNTAMIENTO DE SEVILLA)
Javier Martín-Arroyo

El ficus centenario del barrio de Triana en Sevilla tiene algo más despejado su futuro desde este martes, pero aún no se ha salvado de morir. El Ayuntamiento de Sevilla (PSOE) ha dado marcha atrás para rematar la tala del árbol y hacerlo desaparecer. En un principio el Consistorio autorizó a la parroquia de San Jacinto a que talara el ejemplar, de 110 años de antigüedad y declarado Bien de Interés Cultural (BIC), pero cuando los operarios habían reducido los 24 metros de altura del árbol a la mitad y el gigantesco tronco quedó reducido a un muñón, un juez ordenó detener la tala y dio tres días al Gobierno municipal para que se pronunciara.

Ahora el Ayuntamiento en sus alegaciones ha evitado reclamar al magistrado que la Iglesia culmine la desaparición del ejemplar, tal y como autorizó el pasado mayo, y se ha limitado a subrayar que el riesgo para los peatones por caída de ramas ha desaparecido. Como parte demandada, el Consistorio ha eludido así pronunciarse y no pide al juez que dé vía libre o detenga la tala, sino que pasa la pelota a otro tejado y deja la decisión en manos del titular del Juzgado de lo Contencioso-Administrativo 9 de Sevilla, que decidirá, tras leer los argumentos de los técnicos arboristas y la Asociación Multisectorial de la Jardinería Andaluza, que reclamó una medida cautelarísima para salvar al ficus en el último momento.

El biólogo Tomás García se ha reunido este jueves con el alcalde, el socialista Antonio Muñoz, y ha contado en sus redes sociales el viraje del regidor: “El Ayuntamiento, en un ejercicio de responsabilidad, rectificará su dudosa actuación con respecto a este polémico tema y propondrá en breve la conservación del ficus (…) El magnífico árbol de Triana, de amplia historia y emblema del barrio, seguirá viviendo y en pocos años recuperará su vigor y fortaleza. Ésa es mi clara conclusión después de mantener una fructífera reunión con Antonio Muñoz”. El alcalde guarda silencio desde que hace una semana definió como “un día triste” el inicio de la tala, que ha segado el 70% de la estructura del árbol, plantado en 1913.

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Antes y después del ficus centenario de Sevilla. Paco Puentes

La movilización de los ecologistas y los vecinos, con continuas protestas para impedir la desaparición del ficus, así como la amplia cobertura mediática de la polémica, han pesado para que el Ayuntamiento declinara alinearse de nuevo con la Iglesia para eliminar el ejemplar, catalogado como árbol monumental. Las alegaciones de la Gerencia de Urbanismo sevillana entregadas al juez son llamativas y dedican cuatro de sus seis páginas a justificar que acató el auto judicial de suspensión de la tala, después de que los ecologistas y vecinos de Triana denunciaran que estaba incurriendo en desobediencia al juez.

A pesar de que la resolución motivada para detener los trabajos se notificó a las 11.00 horas del pasado jueves, la Policía Local permitió a la parroquia trocear las ramas cortadas —de un metro de diámetro― y llevárselas en un camión hasta las 18.15, cuando finalmente los agentes precintaron el patio donde se ubica el ficus. Además, el Consistorio subraya los cuidados procurados al ejemplar y cómo al día siguiente de permitir la tala procedió a un “copioso riego” del árbol y protegió con arpillera los cortes y la corteza, para así evitar una excesiva insolación.

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Un párrafo para la medida cautelar

Su razonamiento sobre la medida cautelar de suspender la licencia municipal concedida a la parroquia, el Ayuntamiento lo despacha en un párrafo sin mojarse apenas y subraya que el tronco talado ya no es un peligro para los peatones: “Tras inspección del ejemplar, a corto plazo no presenta riesgo para personas o edificaciones cercanas, no siendo necesaria ninguna actuación de forma inmediata (…) en caso de dilatarse en el tiempo la medida adoptada [la suspensión de la tala] habría que prologar las medidas inmediatas [los cuidados procurados al tronco] incorporando inspecciones periódicas”.

Después de la mutilación del árbol y la paralización del juez, el Ayuntamiento encargó un informe de urgencia a la empresa especializada Tecnigral, que mandó un técnico a revisar el tronco el pasado viernes y este descartó riesgos de seguridad: “Al haber perdido la mayoría de su capacidad fotosintética actual, se prevé que el árbol invierta sus reservas en volver a regenerar copa mediante la emisión de reiteraciones de emergencia tras la movilización y consumo de sus reservas de carbohidratos, en un intento de poder volver a activar su ciclo fotosintético vital. Esto implica un estancamiento del crecimiento”, consideran el arborista Andrés Septién y Mario Gutiérrez, coordinador municipal del plan de gestión de riesgo de arbolado, que firman el informe elaborado de urgencia.

Estado original del ficus en una imagen incluida en el informe de la parroquia de San Jacinto.
Estado original del ficus en una imagen incluida en el informe de la parroquia de San Jacinto.

Para autorizar la tala y la desaparición del hábitat de cientos de aves, así como descartar medidas alternativas como una pérgola, el Ayuntamiento alegó dos argumentos principales: la seguridad de los peatones —tras el accidente en el que una rama dejó herida grave a una mujer en 2021— y la afectación a la parroquia, porque las raíces dañaban la estabilidad del edificio. Para la primera premisa, el Consistorio encargó un informe al director general de Medio Ambiente del Ayuntamiento, Fernando Mora-Figueroa, quien concluyó que “no es posible garantizar al 100% la seguridad del árbol”, pese a que los arboristas siempre repiten que la seguridad total respecto a la estabilidad de los ejemplares no existe. Además, ignoró el informe previo de los técnicos de Parques y Jardines que denunciaba que la Iglesia había descuidado al ficus y que por eso la caída de ramas era periódica.

Para el segundo razonamiento, el Consistorio primó el informe que el arquitecto Miguel Ángel López realizó para la parroquia —la parte demandante—, en el que justificaba la tala por el “desplome de la fachada y los daños sobre la bóveda del cañón y el muro” que ocasiona el crecimiento del árbol. En cambio, obvió las conclusiones del informe independiente que encargó el pasado noviembre a Tecnigral, que descartaba que las raíces causaran los daños del edificio: “A pesar de que se han detectado raíces en toda la zona analizada, incluso en el interior de la parroquia, cabe suponer que aquellas detectadas en el límite del edificio y en su interior son raíces de menor calibre y cuya función es meramente fisiológica y no biomecánica (…) Las raíces detectadas se encuentran principalmente en los primeros 40 cm de profundidad”.

Mientras, la parroquia de San Jacinto, impulsora de la tala, ha convocado a sus fieles a guardar un minuto de silencio la semana próxima por “las personas dañadas y en agradecimiento al árbol que nos ha cobijado durante tantos años”.

El juez decidirá en los próximos días si salva o condena al ficus. Mientras, el sabor para los ecologistas y expertos es agridulce tras desaparecer la copa y el 70% del ficus centenario. “La ciudadanía ha respondido mucho. Hacía tiempo que no veía una respuesta tan contundente en la calle por un árbol, lo que indica conciencia”, resalta el catedrático de Ecología de la Universidad de Sevilla, Enrique Figueroa.

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Sobre la firma

Javier Martín-Arroyo
Es redactor especializado en temas sociales (medio ambiente, educación y sanidad). Comenzó en EL PAÍS en 2006 como corresponsal en Marbella y Granada, y más tarde en Sevilla cubrió información de tribunales. Antes trabajó en Cadena Ser y en la promoción cinematográfica. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y máster de EL PAÍS.

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