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Condenados a más de 11 años de cárcel cuatro jóvenes por matar a un hombre que se negó a darles tabaco

Issam Haddour, de 34 años, murió tras recibir una brutal paliza y quedar a la intemperie en un parque de Logroño

Patricia Ortega Dolz
El joven asesinado en Logroño, Issam Haddour, en una imagen reciente facilitada por su familia.
El joven asesinado en Logroño, Issam Haddour, en una imagen reciente facilitada por su familia.EL PAÍS

La noche del 6 de abril de 2021, un grupo de seis jóvenes, cuatro chicos y dos chicas (menores de edad), se acercaron a Isam Haddour, un repartidor marroquí de 34 años, que descansaba en el Parque del Ebro de Logroño junto a la bicicleta con la que se ganaba la vida repartiendo hamburguesas. Le pidieron unos cigarros y él no se los dio. Aquella negativa le costó la vida, ya que el grupo la emprendió con él a golpes hasta dejarlo inconsciente, tirado a la intemperie. Al día siguiente, murió. Era época de pandemia, con poca presencia de gente en la calle y nadie vio la agresión. Pero las cámaras la registraron por completo. Aunque la voz que quienes lo conocieron calificaban de alegre de Haddour ya no volverá a escucharse, este jueves cuatro de esos jóvenes violentos, los dos mayores de edad en el momento de los hechos, han sido condenados a más de 11 años de cárcel por aquel asesinato. Todos reconocieron los hechos.

El presidente Magistrado del Tribunal del Jurado en el caso del Crimen del Parque del Ebro ha dictado sentencia y condena a los cuatro acusados a 10 años de prisión a cada uno de ellos por el delito de asesinato y por el delito de robo con violencia condena a tres de ellos a un año y seis meses de cárcel y a seis meses de prisión al cuarto acusado al que reconoce la atenuante de alteración psíquica, ha publicado la Audiencia de La Rioja.

Issam Haddour cantando y tocando la guitarra, en un vídeo facilitado por su familia.

A todos los condenados, que ya acumulaban una larga retahíla de antecedentes penales cuando cometieron el crimen, les aplica la eximente incompleta de grave adicción al alcohol y a sustancias tóxicas y el atenuante de reparación del daño al haber sido satisfechas las indemnizaciones que se solicitaban para los familiares de la víctima —300.000 euros— y también por haber abonado los gastos sanitarios al Servicio Riojano de Salud, 6.271 euros.

La sentencia considera probado que los acusados, tras dejar inconsciente y malherido a Haddour, le arrebataron sus pocas posesiones, “una cartera con dinero, la documentación, el tabaco, un teléfono móvil, la bicicleta y una cazadora que llevaba puesta”. Y, posteriormente, lo abandonaron agonizante y a la intemperie aunque eran plenamente conscientes de que su vida corría peligro y de que no iba a poder ser auxiliado por nadie, ya que había toque de queda a causa de la pandemia por el covid entre las 11 de la noche y las 7 de la mañana.

Haddour fue encontrado tirado en el suelo con la cabeza ensangrentada por un viandante a las 7.30 de la mañana siguiente. “Inmediatamente avisó a los servicios de emergencia, que encontraron a la víctima en un estado de coma profundo”. Además del traumatismo craneoencefálico, sufría, a causa de las bajas temperaturas de la noche, “una hipotermia grave y severa que le produjo arritmias malignas, aptas para provocar un fallo cardiaco, asistolia y la muerte”, detalla la sentencia. Los esfuerzos de los sanitarios fueron inútiles: Haddour murió a las 19.20 horas del 7 de abril a causa de la hemorragia cerebral que se extendió a gran velocidad y resultó inoperable, recoge la sentencia.

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La resolución judicial argumenta que “hubo en los acusados ánimo de matar”, pero no hay ninguna mención a que pudiese tratarse de un crimen xenófobo o racista, relacionado al origen o el color de la piel de la víctima, algo que también descartaron en su día los investigadores.

Los agentes de la Policía Judicial tardaron solo dos días en atar todos los cabos y detuvieron a los seis presuntos autores del crimen de inmediato. Primero, a un chico colombiano, de 22 años, que lucía sin escrúpulos el abrigo de plumas que le habían quitado a la víctima. Después, al resto, todos españoles, uno por uno, casa por casa, en los dos días sucesivos. Las dos chicas menores fueron las últimas. En los registros de los domicilios encontraron las prendas manchadas de sangre de Haddour que les incriminaban.

La hermana de Haddour lo describía entonces desde la localidad alavesa de Oyón —a apenas cinco kilómetros de Logroño—, donde ella y su hermano vivían, como una personas a la que “le encantaba cantar, tenía una voz prodigiosa, aterciopelada, tocaba todos los instrumentos: el piano, la guitarra, la darbuka [un tipo de tambor de copa]. Era una alegría, siempre sonriendo, todos le querían, nunca tuvo problemas con nadie”.

Issam Haddour fue enterrado en Oyón, donde ha trabajado su familia desde hace más de una década. “Aquella noche, le llamábamos al teléfono, pero no daba señal”, recordaba su hermana, desde la casa de sus padres, con quienes vivían junto a otro hermano pequeño. “Pensamos que, como otras veces, se habría quedado en casa de algún amigo: ¿Cómo íbamos a imaginar algo así?”, se preguntaba.

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".
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