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IN MEMORIAM
Tribuna
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Alejandro Nieto: se va un maestro

La obra de este estudioso del Derecho público y expresidente del CSIC, que ha fallecido a los 93 años, es inmensa en cantidad, pero sobre todo en calidad

Alejandro Nieto, en una imagen tomada en 1997.
Alejandro Nieto, en una imagen tomada en 1997.Bernardo Pérez

El catedrático de Derecho Administrativo Alejandro Nieto (Valladolid, 1930-Madrid, 2023), expresidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, falleció en Madrid este martes, 3 de octubre, a los 93 años. Había nacido en Valladolid en 1930, estaba viudo y tenía tres hijos: Julia, Matías y Bárbara.

Era miembro de la Academia de Ciencias Morales y Políticas, Premio Nacional de Ensayo, fue vicerrector, decano; doctor Honoris Causa por las Universidades Carlos III y de Buenos Aires. Su producción es inabarcable, sus méritos objetivos son enormes. Pero hoy toca hablar de otras cosas.

Con Alejandro se va un universitario, crítico, con una gran vocación. Su sentido crítico del conocimiento nos ha obligado a sus discípulos a dar siempre un paso más, a cuestionar mitos sin sustrato actual y a analizar los argumentos en función de su valor y no de quien lo exponía.

Huía del ego universitario típico. De hecho, su conciencia crítica sobre el conocimiento se muestra bien en su seminario, que empezó en la Universidad de la Laguna y que se continúa hoy en la Universidad Complutense de Madrid, donde hace más de un cuarto de siglo que se viene realizando. El secreto es sencillo: los estudios y análisis se someten a debate y del debate aprendemos todos. El diálogo, la discrepancia y el reconocimiento de la crítica siempre fue un valor para Alejandro. Hoy todos los que participamos en él, tenemos un sentimiento de orfandad y tristeza.

Su obra es inmensa, en cantidad, pero sobre todo en calidad. Un estudioso del Derecho público, donde dejó su impronta en los temas que trató: bienes públicos, derecho local, inactividad administrativa, arbitrio judicial, Derecho autonómico…. Y así un largo elenco de temas analizados con la precisión de un microcirujano. Un pionero en el estudio del Derecho extranjero ya fuera el alemán, el francés o el estadounidense. Un analista de la Administración y sus dificultades de funcionamiento, y un crítico de los problemas de corrupción de nuestro país. Un historiador que analizó el siglo XIX español con gran detalle y que reconocía en la historia el impacto en el presente: la captura del Derecho administrativo por los abogados, como herramienta en detrimento del interés general, es una idea tremendamente actual. Un adelantado en el uso de las nuevas tecnologías y en el valor de la pluma para pausar la escritura y mejorar la calidad.

Un docente excepcional que sabía llegar al alumnado, incluso en la aridez del Derecho urbanístico. Un orador excepcional, que me recordó cómo a hablar en público también se aprende.

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Se va un maestro. Un maestro de cómo investigar, de cómo cuestionar y de cómo resolver los problemas. Y que tenía, sobre todo en los últimos años, un punto central de preocupación en el Derecho practicado, esto es, alejar la distancia del derecho a la realidad.

Para mí, además, se va un amigo con el que tuve numerosas conversaciones sobre todo y nada. Un amigo que me acompañó en momentos bonitos y en otros más tristes. Un amigo que me aconsejó que no me dedicara a la Universidad y que hiciera oposiciones a notario. La alegría de lo vivido con él no la hubiera tenido si le hubiera hecho caso. Pero los amigos también están para no hacerles caso.

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