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El demorado ‘vis a vis’ entre un preso y su perro antes de ser sacrificado

Dos meses después de que el juez autorizase el encuentro, el recluso sigue sin aportar el certificado veterinario sobre el supuesto sacrificio inminente del animal

Óscar López-Fonseca
Imagen del exterior del Centro Penitenciario de Zaballa (Álava), dependiente del Gobierno vasco.
Imagen del exterior del Centro Penitenciario de Zaballa (Álava), dependiente del Gobierno vasco.

La resolución judicial que el pasado 1 de agosto autorizó la celebración en prisión de un encuentro de convivencia (con contacto físico y conocido como vis a vis) entre un recluso y su perro, supuestamente a punto de ser sacrificado, aún no se ha ejecutado. El motivo: el interno no había cumplido hasta este martes una de las condiciones que había impuesto el titular del Juzgado de Vigilancia Penitenciaria número 1 del País Vasco, con sede en Bilbao, para que la mascota pudiera entrar en la cárcel. En concreto, la presentación de un certificado veterinario sobre la situación terminal del animal, según señalan fuentes penitenciarias y confirma a EL PAÍS el Departamento de Justicia del Gobierno vasco.

La entrada de animales en las prisiones españolas es un hecho excepcional y, casi siempre, se produce por orden judicial, según recalcan diferentes fuentes penitenciarias. El artículo 225.2 del Reglamento Penitenciario establece que, “como regla general, por razones higiénicas no se autorizará la presencia de animales en los establecimientos penitenciarios y, en ningún caso, en las celdas”. La ley de bienestar animal, que entrará en vigor el próximo 29 de septiembre, no afecta a esta prohibición, que se mantendrá, aclaran fuentes penitenciarias.

La petición para que la mascota entrara en prisión la hizo el recluso la pasada primavera, cuando se encontraba recluido en el Centro Penitenciario de Martutene (Gipuzkoa). La dirección de la prisión lo rechazó en primera instancia al considerar que la normativa penitenciaria no ampara la celebración de vis a vis con animales de compañía, por lo que el interno presentó el 23 de junio ante el juez de Vigilancia Penitenciaria un “queja contra la intervención de las comunicaciones”, en la que alegaba que su mascota iba a ser sacrificada por su mal estado de salud. El 1 de agosto, el magistrado, tras pedir un informe al psicólogo del centro penitenciario sobre la conveniencia para el preso de dicho encuentro, dio la razón a este ―que para entonces ya había sido trasladado a la cárcel de Zaballa (Vitoria) tras haber sido sancionado por otros hechos en la prisión guipuzcoana― y autorizó la celebración del encuentro con el animal.

No obstante, el juez impuso al interno cuatro condiciones para que el vis a vis tuviera lugar. Entre ellas se encontraba, precisamente, que aportase un certificado veterinario sobre el inevitable sacrificio de la mascota. Además, el perro debería ser llevado a la prisión por un familiar al que también se le hubiera autorizado participar en el encuentro y durante “el trayecto desde la entrada del Centro Penitenciario hasta la dependencia de vis a vis [el animal] debe ser [conducido] con bozal y atado con correa”. Por último, el magistrado insistía en que, en caso de que la mascota ensuciase la zona de encuentro, “el interno limpiará las dependencias”.

Aunque la legislación penitenciaria no contempla la entrada de mascotas a la cárcel, en estas sí entran animales y, en concreto, perros, aunque en circunstancias muy distintas a la planteada por el juez en su resolución de agosto. Además de las unidades caninas que el Ministerio del Interior puso en marcha en 2019 para detectar e impedir la entrada de droga en las prisiones, desde hace años se utilizan canes en la llamada Terapia Asistida Con Animales (TACA), un programa penitenciario destinado principalmente a internos con carencias afectivas o falta de autoestima. El cuidado de mascotas dentro de las prisiones busca que estos reclusos mejoren sus relaciones con otras personas y alcancen cierta estabilidad emocional dentro de un plan más amplio de reinserción.

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Sobre la firma

Óscar López-Fonseca
Redactor especializado en temas del Ministerio del Interior y Tribunales. En sus ratos libres escribe en El Viajero y en Gastro. Llegó a EL PAÍS en marzo de 2017 tras una trayectoria profesional de más de 30 años en Ya, OTR/Press, Época, El Confidencial, Público y Vozpópuli. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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