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Un diálogo imposible entre quien pretende “derogar el sanchismo” y quien acusa a su adversario de “insolvencia y mala fe”

Sánchez y Feijóo afrontan su tercera reunión en 15 meses tras acumular múltiples encontronazos en citas y debates parlamentarios

Reunion Sanchez Feijoo
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (a la derecha), reunido con el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en La Moncloa para abordar la situación de crisis que se abre en el CGPJ tras la formalización de la dimisión del presidente del Tribunal Supremo y del CGPJ, Carlos Lesmes en octubre del año pasado.Eduardo Parra (europa press)
José Manuel Romero

Pedro Sánchez (PSOE) y Alberto Núñez Feijóo (PP) se enfrentan este miércoles a una de las representaciones más complejas de sus carreras políticas. Son adversarios irreconciliables, pero a las diez de la mañana no tendrán que dibujar una sonrisa cuando vuelvan a encontrarse con mucha luz aunque sin taquígrafos. Ambos líderes políticos se reunirán en una sala discreta del Congreso de los Diputados, terreno neutral para la cita principal de la ronda de contactos que el líder conservador ha puesto en marcha como candidato a una investidura que está, en principio, abocada al fracaso.

Sánchez y Feijóo han demostrado en los últimos 15 meses sobradas condiciones para el desacuerdo. El diálogo entre quien presume de querer “derogar el sanchismo” y quien acusa a su adversario de “insolvencia o mala fe” parece imposible. Y, sin embargo, el líder del PSOE aceptó la invitación de Feijóo para una investidura, a pesa de que su partido la considera una “pérdida de tiempo”.

El presidente en funciones quiso demostrar respeto hacia este trámite a sabiendas de la inutilidad de la cita. Y el candidato popular a la investidura pidió la entrevista a Sánchez para demostrar que intenta un diálogo y busca un acuerdo.

Lo que sigue resume algunos de los choques principales entre ambos dirigentes políticos en los últimos meses.

Abril de 2022. La primera reunión ya salió mal. El presidente Pedro Sánchez felicitó a Alberto Núñez Feijóo cuando el 2 de abril de 2022 fue elegido presidente del PP por una mayoría apabullante. El 98,3% de los delegados le apoyó para sustituir a Pablo Casado, decapitado por denunciar la supuesta corrupción de la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso.

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Sánchez dedicó entonces al nuevo líder del PP un tuit de buenas intenciones: “En estos tiempos complejos, trabajar con unidad y responsabilidad por el bien común de la ciudadanía debe ser una prioridad de todos y todas”.

Lo siguiente fue una reunión en el Palacio de la Moncloa, donde Sánchez y Feijóo mostraron la esencia de un diálogo de sordos. El presidente puso a Feijóo algunos deberes que la formación conservadora no había sido capaz de aprobar en los tres años anteriores. Le ofreció pactos de Estado sobre 11 materias y le dibujó una fecha límite, junio de 2022, para renovar el Poder Judicial —tres años bloqueado por el PP de Pablo Casado—. Feijóo también llevó propuestas sobre bajada de impuestos y otras medidas económicas contra la crisis que Sánchez desoyó.

El dirigente gallego no ocultó su decepción al salir de aquella primera cita: “No tengo ninguna buena noticia para la economía familiar, ni para los trabajadores, ni para las rentas medias y bajas, ni para las empresas”. Feijóo lamentó que el presidente no aceptará ninguna de sus propuestas y pese a que anunció que negociarían la renovación del Poder Judicial, ese compromiso acabó en el mismo callejón sin salida donde se encontraba.

Unos meses después, Feijóo sacó una conclusión sobre Sánchez: “El desprestigio de las instituciones no había ocurrido antes; Sánchez las ocupa con un desparpajo difícil de superar”, declaró a mediados de agosto en la primera y única, entrevista concedida a EL PAÍS durante todo su mandato. Se refería Feijóo a los nombramientos del presidente para la Fiscalía General del Estado (su exministra de Justicia) o para el CIS (un veterano militante socialista). En esa misma entrevista, Feijóo descalificaba a Sánchez por pactar con Bildu, un partido que no había denunciado los casi 1.000 asesinatos de ETA.

Octubre de 2022. Segunda y última reunión a la fuerza. Un pacto efímero roto por teléfono. La segunda reunión entre Sánchez y Feijóo vino forzada por el bloqueo que el PP de Feijóo mantenía sobre la renovación del Gobierno de los jueces. El presidente del Consejo del Poder Judicial y del Supremo, Carlos Lesmes, dimitió como protesta por la falta de acuerdo entre los partidos políticos. Ese movimiento forzó a Sánchez a negociar una reunión con Feijóo para resolver la crisis. Hablaron unos días, se intercambiaron nombres y propuestas y los equipos de ambos parecían dispuestos a resolver el grave problema de la falta de renovación del Gobierno de los jueces. Pero Feijóo rompió el diálogo por teléfono cuando confirmó con Sánchez que se iba a reformar el Código Penal para derogar el delito de sedición. El líder conservador acusó a Sánchez de traición, y el presidente del Gobierno denunció a Feijóo por incumplir la Constitución.

Debates parlamentarios, insultos mayores. Los debates del Senado agravaron la relación entre ambos dirigentes en los primeros meses de 2023. En uno de esos debates, Feijóo acusó a Sánchez de ser “más generoso con los verdugos [de ETA] que con las víctimas [del terrorismo]”. El presidente sugirió que el PP no quiso nunca el fin de ETA y recordó la infamia que supuso la teoría de la conspiración del 11-M que airearon los dirigentes conservadores contra el PSOE.

Sánchez recordó a Feijóo sus coqueteos con el narcotraficante Marcial Dorado, y el líder del PP acusó al presidente en funciones de la quiebra de Cajamadrid porque durante años fue miembro de la Asamblea General, un órgano sin ninguna responsabilidad en la gestión. Uno y otro se acusaron durante la campaña electoral de mentir a los ciudadanos y siguen haciéndolo después, cuando las urnas han dejado un parlamento tan fragmentado que la formación de un Gobierno amenaza con ser el ejercicio más difícil de la reciente etapa democrática.

Sánchez y Feijóo no fueron capaces de sellar un acuerdo importante en 15 meses de relación institucional. Hoy regresan a lo que previsiblemente será un nuevo diálogo de sordos condenado al fracaso.

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