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Militares y bomberos luchan por frenar el incendio en Tenerife: “Es como una chimenea”

La escasa humedad y la orografía de la zona dificultan las labores de extinción

El coordinador de Eirif, Abraham Hernández, trabaja en las labores de extinción del fuego en el paraje de Las Raíces (El Rosario) Foto: RAFA AVERO | Vídeo: EPV
Mariel Delgado

Decenas de bomberos luchaban desde primera hora de la mañana de este viernes contra el incendio de Tenerife en el entorno de Las Raíces, un paraje situado en el municipio de El Rosario (17.750 habitantes). En esta zona al noreste de la isla canaria lo peor ya ha pasado. Apenas se observa fuego, tan solo algunos puntos calientes que desprenden chasquidos y montañas de cenizas que han enterrado completamente el suelo del bosque. “Aquí lo que estamos haciendo es tratar de rematar para poder avanzar hacia La Pista del Rayo, en Tacoronte”, explica entre ascuas Abraham Hernández, uno de los coordinadores del Equipo de Intervención y Refuerzo de Incendios Forestales (Eirif) del Gobierno de Canarias.

El paraje se encuentra en un bosque de eucaliptos y pinos canarios del Monte de la Esperanza, una de las zonas carbonizadas por el incendio, pero que ya “está controlada”. La prioridad, sostiene Hernández, es impedir que el incendio avance. El coordinador recuerda que este incendio tienen cosas en común con el de La Palma “porque es una zona muy escarpada” y es difícil acceder por tierra. Este ha tenido mucha carga térmica: “Es como una chimenea”. Además, la fuerza del viento ha hecho que haya ido avanzando con más rapidez “hacia delante”. El fuego, declarado el pasado martes, ha consumido una superficie de 5.000 hectáreas y un perímetro de 50 kilómetros, y abarca a los municipios de Arafo, Candelaria, El Rosario, La Victoria, La Matanza, Tacoronte, Santa Úrsula, El Sauzal y La Orotava.

Tres aviones anfibios sobrevuelan la zona y de vez en cuando descargan una tromba de agua. “Tienen capacidad de 6.000 litros”, cuenta Hernández. También trabajan en las labores de extinción varios helicópteros bambi con capacidad de 900 litros que repostan algo más cerca —los aviones lo hacen en Santa Cruz de Tenerife— y se centran en las zonas de barranco.

Mientras, en tierra, el equipo de Hernández junto con los bomberos del consorcio de Tenerife y el personal del Cabildo limpian la maleza del bosque para evitar que el incendio se propague. A pesar de que no se aprecia fuego cercano, las temperaturas son altas y el ambiente es totalmente seco. “Ni una gota de humedad”, dice uno de los operarios, mientras se seca una gota de sudor de la frente.

A unos pocos kilómetros de Las Raíces reina una calma aparente a media tarde. Así define la situación Angel Fernández, comandante y jefe de operaciones del segundo batallón de la Unidad Militar de Emergencias (UME) que detalla que a esa hora —sobre las 17.30— las condiciones meteorológicas son favorables pero que se prevé que mañana pueda haber un cambio. “Nuestra principal preocupación es que entren vientos alisios y empuje las llamas hacia zonas que aún no se han quemado, como Los Realejos”, señala Fernández desde el cuartel de la UME en Tenerife, donde tienen su puesto de mando.

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Su batallón aterrizó a mediodía del jueves tras recibir el aviso de que en la isla necesitaban refuerzos. En total hay 205 militares trabajando en las tareas de extinción de las llamas —desde Sevilla llegaron 93— y 45 vehículos. Esta noche los trabajos realizados han surtido efecto, se ha conseguido contener alguna de las zonas —no estabilizar—, pero se ha frenado un poco el avance. “Hay zonas contenidas, pero las previsiones meteorológicas no son muy buenas”, señala Fernández.

El comandante también menciona la baja humedad como dificultad para extinguir el incendio. “Nosotros trabajamos a 1.500 metros y ahí hay una masa de aire seco que se ha quedado anclado”, comenta. Otro de los principales retos a los que se enfrentan los efectivos que luchan contra las llamas es la propia orografía del terreno, que se caracteriza por zonas abruptas que resulta “imposible” acceder a ellas, los barrancos y la boina de humo que se pega a las zonas más altas, que impide a los medios aéreos acercarse. Estas complicaciones provocan que se pierda mucho tiempo en una carrera a contrarreloj para acabar con el fuego. El comandante añade que favorecería la extinción del incendio que cambiasen las condiciones meteorológicas: más humedad o algo de lluvia, aunque sean leves chubascos.

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