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De Valladolid a California y al espacio: así se desarrolló el polarímetro que mide las partículas del aire

Un grupo internacional de científicos de la empresa Grasp, con sede en la Universidad de Valladolid (UVa), pone en órbita un satélite único

Proyecto del Parque Científico de la Universidad de Valladolid que se está aplicando en investigaciones punteras. De izquierda a derecha: Claudia Torres, David Fuertes, Juan Carlos Antuña y Alejandro García.
Proyecto del Parque Científico de la Universidad de Valladolid que se está aplicando en investigaciones punteras. De izquierda a derecha: Claudia Torres, David Fuertes, Juan Carlos Antuña y Alejandro García.Emilio Fraile
Juan Navarro
Valladolid -

El parque científico de la Universidad de Valladolid (UVa) es un moderno edificio que acoge iniciativas punteras, una de las cuales se ha puesto en órbita recientemente. Se trata de un satélite de la empresa GRASP que lleva al espacio un polarímetro para medir las partículas del aire. El lanzamiento, efectuado desde California, ha sido todo un éxito para David Fuertes, vallisoletano de 37 años, cofundador de la compañía y responsable ahora de un equipo variado, especializado y entusiasta, un equipo con sede en Valladolid, pero con delegaciones en Francia y Estados Unidos. Fuertes es un joven con talento que necesitó emigrar para emprender. Fue en 2021 cuando logró cerrar el círculo y estar de vuelta en su ciudad desarrollando una actividad científica y, también, talento local, como es el caso de Claudia Torres.

Torres empezó a interesarse por la ciencia tras una visita a su colegio de la bioquímica Margarita Salas (Madrid, 1939-2019). Ella tenía cinco años y hoy, con 22, cuenta en su currículum con experiencia en proyectos espaciales. La vallisoletana participa en la empresa GRASP, un equipo internacional con una importante base en el parque científico de la UVa. Desde allí y en coordinación con las delegaciones de Francia o Estados Unidos han desarrollado un polarímetro multiangular puesto en órbita para medir las partículas aéreas que influyen en la calidad de vida humana. El grupo, rodeado de pantallas que monitorizan los datos que recaba un satélite emitidos el pasado sábado desde California (Estados Unidos), reivindica el talento español: “Se le da más bombo a lo de fuera que a lo de aquí”.

Maqueta de una de las piezas incluida en el satélite meteorológico que ha desarrollado la empresa.
Maqueta de una de las piezas incluida en el satélite meteorológico que ha desarrollado la empresa.Emilio Fraile

La conversación transcurre junto al campus de Ciencias de la UVa, donde decenas de estudiantes disfrutan de la primavera entre apuntes y terraceo. David Fuertes, responsable de GRASP desde 2015, estudió hace no mucho en esas aulas y tras un periplo que lo llevó por Lille instaló la sede vallisoletana en 2021. “Es una forma de poder volver, son motivos personales y de talento”, argumenta el ingeniero informático, doctorado en Física y experto en Física Atmosférica mientras juguetea con una réplica del carísimo aparato que ahora sobrevuela la Tierra impulsado por una tecnología y unos algoritmos inimaginables cuando él se formaba. Ahora ese aparato, “del tamaño de un estuche de dos botellas de vino y de dos kilos”, reporta casi en tiempo real información minuciosa sobre las partículas aéreas repartidas por el cosmos.

Los mapas sobre los que sintetizan estos datos plasman con distintos colores la tipología de polvo escrutado por este sistema “único” en Occidente; poco se sabe sobre qué trama China en materia espacial. Fuertes relata que durante el desarrollo de la empresa han ido trabajando con la Agencia Espacial Europea o la NASA y que en los próximos años aspiran a lanzar “una constelación” de 10 satélites para medir la polución atmosférica, causante de siete millones de muertes anuales en el mundo. Para ello manejan un presupuesto de unos tres millones de euros, dos cosechados tras una ronda de financiación. El gerente ensalza la internacionalización del grupo, con 16 personas de 13 nacionalidades en Lille, y celebra una digitalización que estimula el talento y da oportunidades en Valladolid o en lugares, al menos en apariencia, menos sofisticados o punteros tecnológicamente. “El lanzamiento fue muy emocionante aunque hay riesgos, si hubiese explotado habría sido un aprendizaje”, aprecia sobre el hito del pasado 15 de abril, grabado y donde puede verse cómo el satélite sale propulsado hacia el espacio.

Los resultados permitirán tomar decisiones sobre zonas sin emisiones y brindarán detalles más concretos que los actuales, pues esos medidores son muy “locales” y no ofrecen radiografías generales de regiones o países como sí hacen esas pantallas, donde se ven aspectos tanto de Suiza como de Sudáfrica dividiendo al planeta en franjas verticales. “El espacio es sexy”, sintetiza Fuertes sobre la atracción de esta clase de iniciativas. “Queremos estar aquí, tenemos un equipazo y en Francia quedan vallisoletanos que quieren volver”, resuelve. Bien lo sabe Claudia Torres, que pasó por allí tras un Erasmus en Burdeos y ahora desempeña su formación en Física en la ciudad donde creció. “En mi círculo pensaban que el espacio era inaccesible, ahora me dicen que es muy chulo”, afirma la pucelana, que junto a sus jóvenes compañeros aprende de “referentes” con más de 30 años de experiencia en la élite científica, con desempeño en la NASA o con 500 publicaciones reconocidas. Torres lamenta que en su carrera apenas había “un 20% de chicas” y desea que las mujeres salten hacia estas ramas del conocimiento y la ciencia que ella descubrió de pequeña en el colegio.

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Alejandro García, de 23 años y de Arévalo (7.900 habitantes, Ávila), creció curioseando entre ordenadores y siempre agitado por los libros de Isaac Asimov. Así este informático sorteó las contrataciones en consultorías y saltó al ámbito científico, un mundillo que cree “difícil de explicar” pero apasionante porque despierta mucho interés. Ambos tienen en cuenta que los futuros astronautas Sara García y Pablo Álvarez, de León, demuestran que existe mucho talento más allá de las grandes metrópolis. “No está reñido, mis colegas flipan con esto y agradezco no acabar en Madrid como todo el mundo”, zanja el ingeniero. A su lado, el también ingeniero informático y doctor en Física Juan Carlos Antuña, cubano de 35 años, observa qué pasa en los cielos, a miles de kilómetros. “Creemos que la ciencia solo se hace en EE UU o en los países nórdicos, se le da más bombo a lo de fuera que a lo de aquí”, reivindica.

Alejandro García trabaja en un ordenador en la Universidad de Valladolid.
Alejandro García trabaja en un ordenador en la Universidad de Valladolid.Emilio Fraile

David Fuertes ensalza que el interés juvenil hacia el cambio climático anima a que pronto puedan tener a nuevos becarios aprendiendo sobre las enseñanzas del cosmos y recalca que ante la complejidad del gremio se debe combinar la capacitación con el interés. De las prácticas del grado pueden pasar a la tesis y volver a ser reclutados para descifrar esos códigos insondables para los profanos que ven el espacio demasiado lejano.

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Sobre la firma

Juan Navarro
Colaborador de EL PAÍS en Castilla y León, Asturias y Cantabria desde 2019. Aprendió en esRadio, La Moncloa, en comunicación corporativa, buscándose la vida y pisando calle. Graduado en Periodismo en la Universidad de Valladolid, máster en Periodismo Multimedia de la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo EL PAÍS.

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