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Los farmacéuticos rurales de Navarra: “Estoy aquí porque tengo ayudas. Si me las quitan, me voy”

El reciente cambio en la normativa nacional permitirá a Navarra apearse del liderato de comunidades con más farmacias VEC, de viabilidad económica comprometida

A la izquierda, Mari Carmen de Carlos, farmacéutica de Aribe y, a su lado, Naia Alduntzin, farmacéutica sustituta en Burguete, en Navarra.
A la izquierda, Mari Carmen de Carlos, farmacéutica de Aribe y, a su lado, Naia Alduntzin, farmacéutica sustituta en Burguete, en Navarra.PABLO LASAOSA
Amaia Otazu

Irati Alduntzin (Pamplona, 25 años) se define como dominguera, es decir, del pueblo de Abaurrea Alta, en el Valle de Aezkoa (Navarra), un lugar en el que siempre quiso vivir. Cuando terminó la carrera de Farmacia, probó a trabajar en locales de la capital, pero no terminó de encontrar su hueco y decidió probar suerte en el Pirineo navarro. Tras una primera experiencia en Burguete, conoció lo mejor y lo peor de la farmacia rural y, cuando la sustitución terminó, se recorrió “todas las farmacias del Pirineo, desde Erro hasta Roncal con mi currículum”. Entre sus motivos están que en la ciudad, los clientes tratan diferente al personal. “Aquí, los pacientes son los de siempre, te tienen un poco más de respeto, hablas con el centro de salud todos los días y estás en contacto directo con la médico para hablar del tratamiento”.

No obstante, si tuviera la oportunidad de ser titular de una de estas farmacias, no sabe si daría el paso: “Las farmacias rurales tienen que tirar de ayudas del Estado, y si un día se las quitan, desaparecerán. El problema es que ya no son un negocio, sino un servicio. Si a mí ahora me proponen coger una farmacia de la zona, me lo pensaría mucho”, reconoce. Por ahora, ha logrado una solución intermedia. Gracias a Gu Pirinioa —Somos Pirineo y la Fundación Emplea- ha trabajado como sustituta en tres farmacias que se han coordinado para elaborar un calendario conjunto. Todos salen ganando: Irati tiene trabajo suficiente para vivir allí y los titulares pueden permitirse contratar a una persona que les cubra durante sus libranzas, bajas y vacaciones.

La idea surgió en el marco de un proyecto del Plan del Pirineo. También denominado Gu Pirinioa, afecta a un total de 32 municipios, que suponen el 14,7% del territorio de Navarra, pero donde solo viven censados en núcleos dispersos poco más de 5.400 habitantes. Este plan, impulsado por la Mesa del Pirineo, Parlamento y Gobierno forales, la empresa pública Lursarea-Nasuvinsa y el grupo de acción local Cederna Garalur, está basado en un sistema de cogobernanza en el que se implican empresas y ciudadanía. Así lo detalla Naia Sánchez, miembro del equipo técnico, que subraya la relevancia que han adquirido en los últimos años los proyectos relacionados con el emprendimiento. Entre ellos, el programa “Lekukoa, Pirineo mentor”, que se ideó con el objetivo de fomentar el relevo generacional y mejorar la calidad de vida de los oficios tradicionales.

Entre las iniciativas, han creado un ecosistema de emprendimiento, un grupo de personas “que actúan como núcleo de bienvenida para acoger a quienes vienen al territorio con un proyecto y que al principio siempre se sienten un poco perdidos tanto en un ámbito técnico como social”. Al inicio del programa contrataron a Fundación Emplea que, en un análisis inicial, detectó la escasa calidad de vida de los profesionales farmacéuticos. Fue el germen de un proyecto en el que ha sido clave Irati Alduntzin, que ya trabajaba en la zona.

La iniciativa tiene sus limitaciones porque Alduntzin no llega a cubrir a todas las farmacias de la zona, pero tampoco hay una carga de trabajo suficiente para dos personas. A ello hay que sumarle la delicada situación económica de las propias farmacias. Prácticamente, todas están calificadas como VEC (de Viabilidad Económica Comprometida). Los factores fundamentales que lo explican son la bajada de precios, la despoblación y la abundancia de licencias. Hasta finales de noviembre, Navarra era una de las comunidades autónomas con más farmacias VEC. Ahora, con el cambio en la legislación nacional, se va a reducir su número, aunque por una cuestión técnica, ya que se endurecen las condiciones para ser calificadas como tal.

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El Gobierno es el responsable de que exista este servicio en los pueblos y son ellos los que tienen que estar por delante de nosotros
Mari Carmen De Carlos, farmacéutica de Aribe

Las subvenciones son esenciales para la supervivencia de las farmacias rurales. Lo asevera David García, farmacéutico de Valcarlos (358 habitantes en 2018). “La situación es precaria, no, lo siguiente. Yo estoy aquí porque tengo ayudas. Si me las quitan, cierro. No puedo pagar ni el alquiler, ni la luz, ni nada”. García detalla que cuando llegó al pueblo hace 21 años, tenía un margen de beneficio de unos 3.000 euros al mes. Hoy “no hay beneficios realmente porque están sujetos a ayudas. De tenerlos, sería mileurista”.

Las principales dificultades con las que se encuentra en su día a día son la bajada de precio de los medicamentos: “Baja el precio, baja el margen y te quedas sin dinero”, la despoblación y la necesidad de contribuir al fondo del paro con un 7% de la facturación. “En mi caso son casi 500 euros mensuales”, añade. Hay otro problema más, la dificultad para encontrar sustitutos. El último se ha marchado porque ha encontrado algo más estable y solo con Alduntzin, asegura, es imposible cubrir todas las farmacias.

Mari Carmen De Carlos, farmacéutica de Aribe (36 habitantes en 2018) desde hace 35 años opina lo mismo. Nacida en Pamplona y criada en Navascués, demanda que se endurezcan las condiciones para poder abrir una farmacia, puesto que es más sencillo en Navarra que en el resto del territorio nacional. Desde el Colegio Oficial de Farmacéuticos, Marta Galipienzo confirma que la Comunidad foral es la única “donde se permite abrir una si hay hueco, mientras que en el resto de comunidades salen concursos”. Es decir, en el resto, cuando se registra un incremento de habitantes, se analiza en qué localidades se ha dado y si es necesario abrir un nuevo local farmacéutico en ellas. Dicha licencia se adjudica al profesional con más méritos (experiencia en farmacias rurales, estudios, etc.). No obstante, “en Navarra no hace falta concursar”. Basta con cumplir las condiciones: que haya al menos una farmacia en los municipios de más de 700 habitantes (se permite abrir una aun cuando no se llegue a ese número de censados) y que exista una distancia mínima entre establecimientos de 150 metros. “Si cumples esas condiciones y encuentras el local, pides la licencia y te la autorizan”, detalla Galipienzo.

Por su parte, De Carlos lleva años pidiendo al Ejecutivo foral que adopte medidas para garantizar la supervivencia de estos negocios porque son “un servicio esencial”. En especial, para las personas de mayor edad que no pueden conducir para desplazarse a otras localidades. De Carlos ha superado ya la edad de jubilación y reconoce, por testimonios cercanos, que es complicado traspasar la farmacia, aunque todavía no se lo plantea. “Puedo jubilarme cuando quiera, pero sigo porque creo que estoy en condiciones”. Tiene claro que, cuando decida vender la farmacia, tratará de conseguir un relevo y contactará con el Gobierno de Navarra. No quiere dejar al pueblo sin este servicio, que da cobertura a los nueve pueblos del Valle de Aezkoa. “No me voy a ir a la tremenda”, asevera. En cualquier caso, concluye, “el Gobierno es el responsable de que exista este servicio en los pueblos y son ellos los que tienen que estar por delante de nosotros, sabiendo los problemas que hay y que pueden ocurrir”.

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