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El tren hacia la calidad de vida desahoga Madrid hacia Segovia y Valladolid

La línea que conecta Castilla y León con la capital lidera los pasajes bonificados y permite a miles de trabajadores vivir en su ciudad

Trabajadores que hacen todos los días la linea Valladolid-Madrid para ir a trabajar. Álvaro Ramos-Catalina, Fernando de Pedro, Santiago Villaverde y Carlos Borrego, el 16 de febrero de 2023.
Trabajadores que hacen todos los días la linea Valladolid-Madrid para ir a trabajar. Álvaro Ramos-Catalina, Fernando de Pedro, Santiago Villaverde y Carlos Borrego, el 16 de febrero de 2023.Jaime Villanueva
Juan Navarro

Unos curran. Otros ven series. Aquel dormita sobre la ventanilla. Aquella escucha música. Todos han madrugado. Todos van a Madrid. Todos tienen un bono de alta velocidad. Todos viven en Valladolid o Segovia. Todos salen en estampida en Chamartín. Cada minuto cuenta al trabajar en la capital y dormir en otra ciudad. Miles de personas siguen la misma rutina cada mañana para desplazarse a la capital en apenas una hora y volver tras la jornada laboral. Los números cantan: el corredor Avant Valladolid-Segovia-Madrid copa el 25% de los expedidos desde que el Gobierno cubre la mitad del precio. Ahora Castilla y León subvenciona otro cuarto a los empadronados. Todos coinciden: “Ganamos calidad de vida”. También ojeras, pero salen las cuentas: cada viaje supone 2,80 euros con un bono de 50 trayectos. Un “chollo” que permite escapar de la espiral de precios y estrés capitalinos.

Son las 6.08 en Valladolid. Hace frío y Carlos Borrego, de 51 años, acciona el antivaho del coche que conduce hacia la estación de tren. El salmantino, afincando junto al Pisuerga desde hace 14 años, lleva un lustro yendo y viniendo a diario a Madrid tras “una oportunidad laboral”. Su pareja, sanitaria, y su hijo adolescente trabajan y estudian a 20 minutos de paseo desde casa y él asume el desgaste para asentar la capacidad financiera familiar y, sobre todo, darles la “felicidad” de una ciudad mediana. “Me documenté sobre las opciones para no desplazarnos a Madrid y seguir juntos y empecé estos viajes”, resume el abogado, que asume que “es duro, el cuerpo se cansa”. En 2022 hizo 56.000 kilómetros, pero “compensa cenar en casa, no sacar a mi hijo de su entorno y que mi pareja mantenga su trabajo”. Hace unos meses los 50 viajes requerían 570 euros, equivalente a “una hipoteca más” a la que añadir el coste de moverse en Madrid. Ahora, solo 142,5: “Antes trabajábamos para cotizar y ahora podemos ahorrar”. Estas medidas, ensalza, permiten fijar población, pagar impuestos en el origen y “comprar el pan a la gente de tu tierra”.

Borrego se suma a la enorme cola previa al Avant. Algunos viajeros se saludan tras años coincidiendo; otros se sorprenden al verse en la fila. No hay maletas, sino mochilas o maletines, alguno lleva una bicicleta plegada o patinetes para ir rápidamente al trabajo. Ellos poseen algunos de los 24.000 abonos emitidos el último cuatrimestre de 2022 y de los 6.600 facturados por Renfe en enero, el 25% del total. La línea ha transportado a más de 22 millones de viajeros desde 2009, cifra al alza tras las ayudas públicas. María Mediavilla, de 44 años, lleva seis realizando este recorrido. La empleada de banca residía en la capital hasta que tuvo un bebé y regresó: “La paliza vale la pena porque hay muchas frecuencias, puedo conciliar y la vivienda es mucho más económica”. Ella traduce los descuentos en sus números, pues ha pasado de “mileurista” tras restar el gasto en desplazamientos a poder ahorrar.

El portal inmobiliario Idealista acredita este discurso común entre vagones antes de que la marabunta corra hacia el metro o Cercanías tras colocarse estratégicamente en la zona del tren más cercana a las puertas. El metro cuadrado de un inmueble en Madrid ciudad vale de media casi 4.000 euros; alquilarlo, 16,5 euros por metro cuadrado, más del doble que en las otras urbes. Tal es la popularidad del tren que es imposible coger billetes con dos días de margen en el primero, a las 6.23, porque está todo cogido por usuarias como Elena Blas, de 40 años, que llega pronto a su oficina de Metro de Madrid tras decantarse por “la conciliación y la cartera” cuando en 2016, también al ser madre, regresó a Valladolid tras siete años de éxodo. De perderse los descuentos que permiten un transporte “socialmente asumible”, avisa, no descarta desandar lo andado.

El alcalde pucelano, Óscar Puente (PSOE), valora este corredor ante “la saturación de Madrid y nuestra alta calidad de vida”. Para el regidor, “en Madrid se sobrevive, en Valladolid se vive”. La rebaja contribuyó a que José Luis Arias, de 55 años, pudiera volver a esta ciudad tras 10 años en Madrid. “Alquilo mi casa en Leganés por 740 euros al mes y pago 575 en el centro de Valladolid”, destaca el hombre, que se traslada a cambio de convivir con su hija. La alcaldesa segoviana, Clara Martín (PSOE), aplaude una infraestructura que da opciones laborales y turismo. “Las familias jóvenes ven que allí la vivienda es un problema y deciden volverse por la crianza más amable”, explica, gracias a ser una urbe “accesible, pequeña, segura y de mejores precios”. El respaldo público alivia a Carlos Perfecto, presidente de la asociación de usuarios de alta velocidad en Castilla y León, que lleva años peleando por mejores prestaciones para los 3.500 usuarios que estiman diarios. “El AVE es el Cercanías del siglo XXI”, expone, con el teletrabajo facilitando retornar a quienes acabaron en “el aspirador de Madrid”. El talento migrado, cree Perfecto, puede volver “y pagar impuestos para obtener mejores servicios”. Asimismo, destaca lo ecológico. Renfe cifra que se evita la polución de 1,2 millones de desplazamientos de coche anuales.

El enjambre vespertino de Chamartín pronto acaba en los vagones. Son las siete menos cuarto, muchos ya han regresado a Segovia o Valladolid y solo algunos de los que quedan apuran llamadas laborales mientras algún pasajero opta por ver fútbol o baloncesto, el de delante resuelve unos sudokus virtuales y otro analiza vídeos de espías históricos. También se oyen suspiros. Vidas distintas, aficiones distintas y mismas ganas de volver a casa. Carlos Borrego anuncia sus planes hogareños: quitarse el traje de una vez, repasar la lección con su hijo ante el examen de mañana, hacer la cena y charlar en familia. Otros días le da tiempo a hacer planes sociales con su grupo vallisoletano. Misión cumplida una vez más, pues algún caso conoce de gente que se duerme y despierta en León. “Es un esfuerzo que vale la pena, si viviera en Madrid sería imposible”, insiste el letrado mientras conduce a su domicilio, donde también preparará la ropa de la mañana siguiente para ganar tiempo. El fin de semana volverá a hacer el mismo trayecto, esta vez porque tienen concierto en Madrid: “Parezco masoquista”. El sonido de la cerradura precede un “hijo, ya estoy en casa”. El chasquido de la puerta al cerrarse inicia una nueva cuenta atrás.

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Sobre la firma

Juan Navarro
Colaborador de EL PAÍS en Castilla y León, Asturias y Cantabria desde 2019. Aprendió en esRadio, La Moncloa, en comunicación corporativa, buscándose la vida y pisando calle. Graduado en Periodismo en la Universidad de Valladolid, máster en Periodismo Multimedia de la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo EL PAÍS.

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