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La Eiffel del carbón, derribada en Andorra

La chimenea de la central térmica del pueblo turolense era un símbolo de la industria minera de la zona

Derribo de la chimenea de la central térmica de Andorra, a 16 de febrero de 2023, en Andorra, Teruel, Aragón (España).Foto: JAVIER ESCRICHE (EUROPA PRESS) | Vídeo: ENDESA

Tenía 343 metros de altura, 28 metros de diámetro y era la tercera infraestructura industrial más alta de España. De la chimenea de la central térmica de Andorra, en Teruel, se decía siempre que era más alta que la torre Eiffel, pero han bastado este jueves 256 kilos de explosivos para hacerla historia. A las 11.30 de la mañana se cumplieron con precisión los planes de derribo de Endesa y la chimenea que echó humo durante cuarenta años cayó como cuando se tala un árbol, en segundos y mirando al sur. Entre aplausos tímidos y abucheos, se acaba así con el último símbolo de la era del carbón en esta zona minera aragonesa, que durante cuatro décadas vivió de la central térmica, cerrada el 30 de junio de 2020, para hacer frente al proceso de transición energética. Esta demolición ocurre sólo nueve meses después de que también se derribaran las tres torres de refrigeración de la instalación con otra espectacular explosión.

25.000 toneladas de escombros y una tremenda nube de humo y polvo que ha dejado tras de sí la detonación que cambia para siempre el paisaje andorrano y su skyline. La chimenea de la térmica era, hasta este jueves, como el Empire State minero —apenas 40 metros menor que el rascacielos neoyorquino— el faro de una época que significó a partes iguales contaminación y prosperidad; hizo de la Andorra de Teruel uno de los municipios con mayor renta pér cápita de Aragón y España.

Ahora, el futuro se pinta en verde y renovable, y los únicos trazos en negro serán los de las placas solares que se instalarán en el perímetro de la central. Endesa proyecta, cuando acaben las tareas de demolición y desmantelamiento en 2025, cinco plantas de energía solar y cinco eólicas. El nudo mudéjar, como así se bautizó el concurso que ganó Endesa, supone una inversión de 1.500 millones de euros, y la generación de 1.200 megavatios, los que dejó libres la central. Según los planes de la eléctrica, esta reconversión supondrá 370 empleos fijos que, con programas de acompañamiento, pretenden impulsar la industria renovable en el territorio con la colaboración de más de 30 entidades. La térmica supuso, en activo, 400 puestos de trabajo directos.

José Alberto López era uno de ellos. Llegó a Andorra a los cinco años porque su padre encontró trabajo en la misma central en la que luego se empleó él, pero mientras al primero le tocó vivir su esplendor, al hijo le ha tocado su declive y derribo. Ahora trabaja en una subcontrata de las tareas de demolición y vive la desaparición de la chimenea con “tristeza e indignación”. “La central —dice en declaraciones a La Ser— les molesta, pero cuando esto acabe no tendremos nada”. El cerrojazo del carbón llena de desasosiego a los habitantes de la zona, que no acaban de tener claro ese futuro esplendoroso que les prometen desde la empresa y la Administración con la transición renovable.

“Tenemos sentimientos encontrados —dice el alcalde de Andorra, Joaquín Bielsa— porque el fin del carbón tiene que ser una oportunidad con el renacer de lo renovable”. Pero otros alcaldes históricos, como el ex minero Joaquín Noé, de la localidad vecina de Ariño, no lo tiene tan claro. “Era una muerte anunciada y aun así no tenemos realidades implantadas, solo proyectos pululando”. Los agentes sociales del territorio lo viven parecido. Mientras los empresarios optan por la expectación optimista de lo que viene, los sindicatos basculan hacia la preocupación porque “los anuncios y las promesas todavía no se han materializado”, asegura Darío Sanz de CC OO.

Pero más allá de las dudas que sólo despejará el futuro, también ha habido protesta por el derribo. El partido Teruel Existe, que optará por primera vez este mayo a las elecciones autonómicas y municipales, intentó sin éxito que se conservara la chimenea y convocó una concentración a primera hora de la mañana el mismo día de la demolición, después de enviar su petición de conservación al ministerio. No fueron los únicos. La Asociación Pública para la Defensa del Patrimonio Aragonés (APUDEPA) y otros colectivos solicitaron, con el mismo resultado, la incoación de un expediente para la declaración como Bien de Interés Patrimonial de la central térmica. Pero esta iniciativa, que hubiera supuesto la protección de la central e impedido su destrucción, fue denegada.

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“Es un bien industrial emblema para la localidad y la provincia de Teruel”, defiende el diputado y futuro candidato Tomás Guitarte, quien asegura que la propia matriz de Endesa, la italiana Enel, opta por la conservación de este tipo de patrimonio en su país, mientras aquí elige lo contrario. Pero la eléctrica lo ha tenido claro desde el principio “por los varios millones de euros” que, según ha dicho, hubiera supuesto la conservación de esta infraestructura. Para el director general de Endesa en Aragón, Ignacio Montaner, “esto es un símbolo que cae, pero tenemos detrás ya, a lo lejos, el parque renovable que será una realidad”.

Realidad que cambia el paisaje del que ya no emergerá la silueta de la chimenea que era más alta que la torre Eiffel. En el Bajo Aragón turolense, la energía ha cambiado hasta el horizonte.

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