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El ruido se apaga en el Congreso tras las elecciones andaluzas

Derecha e izquierda apremian a Sánchez a tomar más medidas frente al deterioro económico

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados, este miércoles.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados, este miércoles.Andrea Comas
Xosé Hermida

Pedro Sánchez, más humilde que de costumbre; Vox, sin sus portavoces más agrestes; el PP, repitiendo como una letanía la palabra “moderación”. Las elecciones andaluzas surtieron este miércoles un efecto anestésico en el Congreso, que vivió una sesión de control extrañamente sosegada: no dejó ni un exabrupto que reseñar, y eso ―que no debería ser noticia― siempre es noticia en este Parlamento. El único que podía presumir ―y mucho― del resultado electoral era el PP, pero, con ese nuevo traje de partido serio y tranquilo, los populares refrenaron cualquier exhibición. El resto, sin nada de lo que alardear, se taparon como pudieron. Y ausente ya la verbena eterna de Macarena Olona, fallida candidata de Vox en Andalucía, los grupos se dedicaron a discutir civilizadamente de economía.

Tras la pesada digestión andaluza, el presidente del Gobierno volvió a encontrarse en el Congreso con una situación familiar en las últimas semanas. Todos, desde sus aliados parlamentarios a la oposición, lo apremiaron este miércoles a tomar medidas frente a la escalada de precios. Cada uno a su manera: la derecha exige bajar impuestos y la izquierda, subírselos a las grandes compañías. Sánchez traía un regalo de casa que contentó más a la parte diestra del hemiciclo, una rebaja del 10% al 5% del IVA de la luz, medida largamente reclamada por la derecha.

La economía se erigió en el tema de todos, del PP, de Vox, de ERC y de Ciudadanos. Aunque el telón de fondo era la resaca electoral, como evidenció desde sus primeras palabras la portavoz del PP, Cuca Gamarra: “Señor Sánchez, sigue sin reaccionar a la debacle en Andalucía. Mientras usted suma derrotas, los españoles multiplican sus problemas”.

El presidente tenía lista una cita de José Saramago que era una forma de admitir el revés electoral y a la vez rebajar la euforia del PP: “Las derrotas tienen algo positivo, que nunca son definitivas; y las victorias tienen algo negativo, que nunca son definitivas”. Sánchez se mostró mucho menos envalentonado que de costumbre, aunque su actitud conciliadora envolvió alguna sutileza envenenada para el PP. Felicitó al presidente andaluz, Juan Manuel Moreno, para enseguida resaltar el reconocimiento a la “legitimidad” de su Gobierno. La bancada popular se dio inmediatamente por aludida, se sacudió entre murmullos y Sánchez se dejó de indirectas: “Lo digo porque ustedes afirman que este Gobierno es ilegítimo”.

En la réplica, Gamarra fue más allá en su interpretación de los resultados del domingo: “Los andaluces han sido los portavoces de una inmensa mayoría de los españoles”. El presidente esquivó el toro y cerró su intervención con el anuncio de la bajada del IVA de la luz.

De inmediato lo esperaba Gabriel Rufián, que compareció con una lista de precios, de la gasolina, la luz, los melones o las sandías. “Basta ya de parches, basta ya de cheques. Esto los puede arrastrar a ustedes y a nosotros”, avisó el portavoz de ERC, que acabó conminando al presidente: “Hagan lo que prometieron”. Es decir, un impuesto a las grandes fortunas y a las eléctricas, políticas que persigan “una distribución real de la riqueza”, explicó Rufián. Otro toro que Sánchez dejó pasar de largo.

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A Vox le tocaba medirse con el segundo escalafón del Gobierno, así que su líder, Santiago Abascal, se ahorró la visita al Congreso en estos días de cierto desánimo en sus filas. Lo que se vio fue la versión más comedida y técnica de la extrema derecha, con el estilo conocido de su portavoz, Iván Espinosa de los Monteros, secundado esta vez por José María Figaredo, uno de sus parlamentarios más jóvenes (33 años) y hasta ahora poco habitual en estas ocasiones. Ambos interpelaron a las dos ministras económicas, Nadia Calviño y María Jesús Montero. Les echaron en cara los datos más negativos, pidieron con insistencia bajar impuestos y desterraron las proclamas triunfalistas que siempre han adornado sus discursos. Espinosa de los Monteros ni siquiera dijo esta vez aquello de que “solo queda Vox”. Incluso citó a Rufián para avalar sus argumentos. Figaredo no se refirió al portavoz de ERC, aunque coincidió con él en que el Gobierno debería poner coto a los beneficios de las grandes eléctricas, una afirmación que sorprendió a la ministra de Hacienda.

Los socialistas se escabulleron lo que pudieron de la onda electoral andaluza hasta que les tocó debatir con Ciudadanos, de nuevo apaleado en las urnas. Ahí no tuvieron compasión ni la vicepresidenta Calviño ni, sobre todo, la ministra de Educación, Pilar Alegría. “No me esperaba de usted la falta de elegancia del presidente del Gobierno al apelar a los resultados electorales”, reprochó a Calviño el portavoz de los liberales, Edmundo Bal, quien, a su vez, irritó a la vicepresidenta al decirle que “ahí en el banquito azul se vive muy bien”.

Aparte de la economía, la otra gran punta de lanza de la estrategia opositora es hurgar en las diferencias dentro del Ejecutivo. El popular José Antonio Bermúdez de Castro lo intentó ante la ministra de Defensa, Margarita Robles, a propósito de las críticas de Unidas Podemos a la cumbre de la OTAN. El blanco parecía bien seleccionado porque, como es sabido, Robles y sus socios de gobierno no se profesan amor precisamente. Bermúdez de Castro pinchó en hueso y no logró arrancar a la ministra ni el menor asomo de reproche.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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