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Rota se vuelca con los afganos que nunca conocerá

Vecinos gaditanos donan centenares de productos a los primeros 800 refugiados llegados a la base militar estadounidense

Vecinos de Rota se organizan para recoger productos de primera necesidad y hacerlos llegar a los refugiados afganos.
Vecinos de Rota se organizan para recoger productos de primera necesidad y hacerlos llegar a los refugiados afganos.alejandro ruesga
Jesús A. Cañas

José Manuel González es tan aficionado a los superhéroes que no consiente en despojarse de una prenda que tenga algo impreso de ellos, aunque se le quede pequeña. Hasta que la mañana de este viernes su madre, Rocío Gutiérrez, le ha explicado que, a esa base militar en la que trabaja su padre, han llegado niños como él con lo puesto y sin casa, desde un país lejano. “He dado camisetas que nunca quiero dar, como una que cambia de Hulk a Spiderman cuando la tocas”, relata el pequeño de seis años tras dejar una bolsa llena de ropa. Como ellos, centenares de vecinos de Rota se han volcado en una ola de solidaridad que les ha llevado a recoger kilos de ropa, productos de higiene o alimentos para auxiliar a los primeros 800 refugiados afganos de los 4.000 que llegarán en los próximos días tanto a las instalaciones militares de esta localidad gaditana, como a la de Morón de la Frontera, Sevilla.

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Tres alambradas separan la localidad de Rota de las 2.400 hectáreas de su base naval, en la que las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos ocupan la mayor parte del territorio. Poco trasciende en el pueblo de lo que ocurre dentro, “es como una vida paralela”, explica Gutiérrez. Aunque eso no ha sido un problema para que algunos de sus más de 29.200 vecinos se hayan organizado en una respuesta humanitaria espontánea con el fin de ayudar a unos recién llegados que, previsiblemente, jamás conocerán. Leti Armstrong, una de las promotoras de la iniciativa solidaria, explica: “Lo único que yo quería era abrazar a una de esas mujeres. Tengo dos niños pequeños y pienso en tener que verme así, abandonando mi país con lo puesto. Pero como eso sé que no lo voy a poder hacer, pues se me ocurrió recoger cosas para ellos”.

A Armstrong se le ocurrió mandar un mensaje de WhatsApp pidiendo ropa y juguetes entre sus grupos de conocidos el pasado lunes por la mañana. Ese día, por la tarde, ya tenía su garaje lleno. Al mediodía del viernes, decenas de cajas de prendas, juguetes, mantas, pañales o botes de gel de baño se apilaban en el patio principal de la parroquia de la Virgen Carmen de Rota, punto designado por la Concejalía de Asuntos Sociales de la localidad, ante la respuesta desbordada de ayuda. “No recuerdo nada igual. Llena mucho, ya que es lo poquito que podemos hacer con gente que lo está pasando muy mal”, asegura Luisa Fernández, concejala de esta delegación.

“Se nos fue de las manos. Estamos recibiendo llamadas desde Zaragoza o Sevilla pidiendo colaborar. No conocemos a quién irá la ayuda, pero es asombroso cómo responde la gente”, asegura emocionado Juan Antonio Martín, hermano mayor del Santo Entierro, una de las cofradías que, junto a la del Amor, se están encargando de canalizar la ayuda. A Martín no le ha dado ni tiempo de contabilizar cuánto llevan recogido. El goteo es constante. Tras Rocío Gutiérrez y su hijo llega un coche repleto de más de 50 mantas, donadas por un hotel de la localidad. Las mismas que Rocío García, trabajadora de la base y voluntaria dentro de las instalaciones, ha cargado a la prisa en su Renault Megane para llevarlas al interior: “Toca estar aquí y ahora. No se puede dejar así a gente que lo está pasando tan mal”.

La voluntaria de Rota Leti Armstrong organiza los productos donados por los vecinos para enviarlos a los refugiados llegados a la base.
La voluntaria de Rota Leti Armstrong organiza los productos donados por los vecinos para enviarlos a los refugiados llegados a la base.alejandro ruesga
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Pese a la improvisación, la respuesta solidaria ha sabido modularse con velocidad. “Estamos en contacto con voluntarios de la base que nos van diciendo lo que hace falta y lo que no y cómo prepararlo. Separamos las cosas en cajas por tallas y características. Ahora nos han dicho que, de momento, no mandemos más ropa, que guardemos para más adelante”, explica Armstrong a pocos pasos de una caja de juguetes desde la que asoma una muñeca Mariquita Pérez. El subdelegado del Gobierno en Cádiz, José Pacheco, ha informado de que el campamento montado en la base tiene capacidad para entre 1.300 y 1.600 afganos, la mayoría familias que estarán un máximo de 15 días, pero ya está prevista “la ampliación” en las próximas jornadas “para poder albergar hasta a 3.000 evacuados”. Por ahora, este viernes ya han llegado dos vuelos con, aproximadamente, 400 personas cada uno.

Por ahora, en la parroquia del Carmen ni las fuerzas flaquean, ni sobran manos. Una decena de voluntarios organiza las cajas que ya sobrepasan a los primeros portes que se realizaban en coches particulares. A media mañana, una empresa de mudanzas local ha cedido uno de sus camiones para llevar pertrechos. “Mañana [por este sábado] me han dicho que los americanos quizás nos manden a personal suyo para ayudarnos”, apunta Armstrong, entre la ilusión y los nervios. La respuesta de sus vecinos no le ha sorprendido solo a ella: “Los americanos no nos han pedido ayuda, pero al ver que estábamos, están encantados”. El propio comandante de la Base Naval, David Baird, lo ha reconocido públicamente al asegurar que se siente “realmente impresionado y profundamente conmovido” con la respuesta de la comunidad local, según un comunicado remitido por la Oficina de Relaciones Públicas de la US Navy.

Leticia, Juan Antonio y los suyos no tienen previsión de parar. Armstrong ya baraja la idea de “preparar unas mochilas con cuadernos y colores” para que los niños recién llegados se entretengan. El pequeño José Manuel González se marcha con la esperanza de que sus camisetas lleguen a manos de un aficionado a los superhéroes como él. “De camino a la parroquia me preguntaba si iba a poder conocer a esos niños. Me toca explicarle que no podrá ser, pero que no importa, que lo importante es que [la ropa] les hace falta y que les llegará”, zanja Rocío Gutiérrez esperanzada.

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Sobre la firma

Jesús A. Cañas
Es corresponsal de EL PAÍS en Cádiz desde 2016. Antes trabajó para periódicos del grupo Vocento. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Sevilla y es Máster de Arquitectura y Patrimonio Histórico por la US y el IAPH. En 2019, recibió el premio Cádiz de Periodismo por uno de sus trabajos sobre el narcotráfico en el Estrecho de Gibraltar.

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