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La guerra de Tigray, ocho meses de violencia desatada

El conflicto en la región norteña de Etiopía ha provocado el desplazamiento de 1,7 millones de personas, una grave crisis humanitaria y masacres y ejecuciones extrajudiciales confirmadas por la ONU

José Naranjo
Niños huidos de la guerra hacen cola para desayunar en un centro de ayuda de la ciudad de Mekele, capital de Tigray, el pasado miércoles.
Niños huidos de la guerra hacen cola para desayunar en un centro de ayuda de la ciudad de Mekele, capital de Tigray, el pasado miércoles.YASUYOSHI CHIBA (AFP)

La región de Tigray, en el norte de Etiopía, vive un sangriento conflicto desde el pasado 4 de noviembre cuando el Ejército etíope lanzó una contundente ofensiva contra el Frente de Liberación del Pueblo Tigray (TPLF), el grupo político-militar dominante en esta región. El primer ministro etíope y Premio Nobel de la Paz 2019, Abiy Ahmed, dio por finalizada la guerra el 28 de noviembre, pero lo cierto es que el conflicto continúa activo y ha provocado una gran crisis humanitaria, así como masacres de civiles, ejecuciones extrajudiciales y violencia sexual cometidas por “todas las partes”, según la ONU.

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Las hostilidades se desencadenaron cuando el Gobierno regional controlado por el TPLF, en un claro desafío al poder central, decidió celebrar elecciones en Tigray en agosto del año pasado pese a la suspensión de esos comicios por el Ejecutivo en Adís Abeba debido a la pandemia de covid-19. La escalada verbal fue en aumento hasta que, a principios de noviembre, el primer ministro acusó al TPLF de haber atacado una base militar etíope provocando “numerosos muertos, heridos y daños materiales”. Horas más tarde, Ahmed declaró la guerra.

La ofensiva etíope fue rápida y, tras intensos bombardeos aéreos, en menos de tres semanas logró avanzar hasta Mekele, la capital de Tigray. Decenas de miles de tigrayanos huyeron a las regiones vecinas o a Sudán, pero muchos quedaron atrapados en medio de un conflicto que el Gobierno etíope ha intentado ocultar impidiendo el acceso a las zonas de conflicto no solo a periodistas, sino también a trabajadores humanitarios. Los líderes del TPLF, con el presidente de Tigray, Debretsion Gebremichael, a la cabeza, lograron escapar del cerco y, pese a la caída de Mekele, pusieron en marcha una guerra de guerrillas que no ha terminado.

La región de Tigray quedó al margen de las elecciones generales celebradas el pasado 21 de junio en las que el Partido de la Prosperidad (PP) de Abiy Ahmed confía en obtener una mayoría suficiente que le permita seguir cinco años más en el poder. De hecho, en la última semana la guerra ha subido de tono con la reactivación de las hostilidades y la presunta toma de varias ciudades por parte de los rebeldes. Según la Organización Internacional de las Migraciones, 1,7 millones de personas han huido de sus hogares y cientos de miles necesitan ayuda ante lo que denominó “niveles devastadores de sufrimiento” en un comunicado.

Uno de los incidentes más graves se vivió el pasado miércoles cuando aviones etíopes bombardearon un mercado en la ciudad de Togoga, a unos 25 kilómetros de Mekele, y provocaron al menos 60 muertos y 40 heridos, muchos de ellos víctimas civiles, según informó la cadena británica BBC. Naciones Unidas expresó su profunda preocupación por estos hechos y el Gobierno etíope aseguró que el bombardeo tuvo lugar una vez que el mercado había cerrado y que tan solo fallecieron combatientes del TPLF. Las acusaciones cruzadas sobre masacres denunciadas por organismos internacionales de derechos humanos han sido una constante desde el estallido de esta guerra. El director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom, lamentó que las ambulancias fueron bloqueadas y se les impidió el acceso a los heridos.

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Milicias amhara y afar de las regiones vecinas y tropas eritreas que controlan una parte del territorio han participado en el conflicto en apoyo de los ejércitos etíopes y también han sido objeto de acusaciones de matanzas étnicas. Mientras tanto, los rebeldes se refugian en zonas rurales y montañosas de difícil acceso, desde donde lanzan constantes ofensivas contra las Fuerzas Armadas Etíopes. Millones de civiles están atrapados en este conflicto. El coordinador de ayuda de emergencia de Naciones Unidas, Mark Lowcock, aseguraba hace tan solo unos días que unas 353.000 personas sufren de hambre y otras 1,8 millones están en emergencia alimentaria.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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